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Somos lo que decimos“La cara de what”. Anglicismos en nuestro español

Ricardo Ancira | 01.08.2017
Somos lo que decimos: “La cara de what”. Anglicismos en nuestro español

Las lenguas son como organismos que toman forma, perviven, se nutren de otros, se desarrollan1 y, eventualmente, mueren; poco pueden hacer sus “defensores”. La Real Academia Española (rae) lanzó hace unos años una campaña contra los anglicismos, sobre todo los publicitarios: puso en línea un video intitulado “Lengua madre solo hay una”.2 Aquí nos limitaremos a mencionar algunos que son comunes en México.

En primer lugar, obviamente, están los léxicos, es decir, los préstamos lingüísticos de un idioma a otro. Pueden importarse tal cual (bye, nerd, hit, show, bar, break, gym, penthouse, clip),3 españolizarse: suéter, líder, bistec, fólder, mitin, o bien traducirse (perro caliente, baloncesto). Como es evidente, los términos relacionados con la tecnología son muy abundantes: chatear, tuitear, escanear, bloguear, zapear, guglear (antaño, faxear). Signo inequívoco del dominio anglosajón en este terreno es la inexistencia de la eñe en las direcciones electrónicas: por la fuerza le han cambiado el nombre —digamos— a Antonio Peña; ahora se lo conoce como Tono Pena.

En otros casos, los préstamos se deben al poderío comercial: clínex, flit, diúrex, post-it, cornfleix, cótex… También existen los anglicismos enmascarados, como drogadicción, evento, aspiracional o empoderamiento; algunos ya se colaron en la reciente edición del diccionario. Los calcos semánticos forman una categoría aparte. Son nuevos significados para palabras preexistentes, como gallina (en el sentido de cobarde), el ratón de la computadora o la agenda de un político.

En la rae y en la Universidad Complutense de Madrid se ha llegado a hablar de un “complejo de inferioridad” respecto del inglés. De no ser por las diferencias militares y económicas, los hispanohablantes podríamos tener, más bien, una “convicción de superioridad”. En efecto, en inglés no abundan las cadenas léxicas coherentes, como: nacimiento nacer nación nacional nacionalidad,4 o bien: amamantar mamar mamá. Los anglohablantes tienen que repetir ad nauseam sus pronombres personales, no cuentan con géneros ni diminutivos en los sustantivos o matices entre ser y estar, pretérito y copretérito, por y para, etcétera.

Existen los falsos cognados y los barbarismos como aplicar, actualmente, situación, casual (para ropa)… Y también lo que algunos llaman contra-anglicismos, como gobierno americano, o uno más sabroso (en todos sentidos): barbacoa, que del taíno pasó al español, y de éste al inglés, que nos lo devolvió transformado en el sofisticado barbecue.

Ahora bien, algunos anglicismos empiezan a influir en nuestra sintaxis:

 

• Gerundio para introducir subordinadas adjetivas (“se anexa un párrafo conteniendo una explicación”) o en reemplazo del infinitivo (“seis años sirviendo a los mexiquenses”).

• Inversión del orden de los sustantivos: “el Fútbol Club Barcelona”.

• Abuso de la voz pasiva (“ha sido informado en un diario que la cura del cáncer fue descubierta en Cuba”).

• Omisión del artículo: “estudiante de unam gana concurso en nasa”.

• Abundancia del adverbio no + sustantivo o adjetivo: “bebida no alcohólica”.

• Adverbios sin verbo (“producto orgullosamente mexicano”).

• Otros giros e inexactitudes sintácticas: ¡cuídate!, al final del día,5 de acuerdo a, durante largo tiempo, en base a, hacer decisiones, en adición a, tiempo del centro, mi nombre es…, niño abusado (¿víctima de abuso o aguzado/perspicaz?), hacer sentido…

 

Los peores conspiradores involuntarios contra nuestra sintaxis son ciertos comunicadores y las empresas de doblaje y subtitulaje. Entre otros dislates, por ellos la gente se acostumbra a escuchar con naturalidad oraciones como: “no creí que sea capaz”, “cayó, muriendo una hora después”, “me hubiera gustado que leas la carta”. Otras características de esas traducciones son los cocteles que nos sirven en películas y programas televisivos. En efecto, como se vio en una columna anterior, según la nacionalidad del explotado traductor, lo mismo se habla de refrigerador, heladera, frigorífico, hielera o nevera.6

En barrios enteros de ciudades californianas o tejanas la lengua mayoritaria es el español. A los mexicanos nos enorgullece bromear diciendo que gracias a los migrantes vamos recuperando palmo a palmo los territorios expropiados en el siglo antepasado. No obstante, el movimiento inverso, es decir, las influencias del español en el inglés, se limita casi exclusivamente al ámbito léxico, y eso de manera marginal, casi anecdótica. Palabras nuestras, como guacamole, piñata, fiesta, tequila, burritos, tacos, nachos, ya forman parte del habla del estadounidense medio. Mencionemos también algunos mexicanismos made in usa, como “¡Hasta la vista, baby!”, “mi casa es su casa” y, más recientemente, “bad hombres”. Otro fenómeno que viene de muy atrás es la aversión de los estadounidenses a pronunciar palabras en nuestra lengua, de ahí que prefieran anglizar abreviando: Frisco, j lo, la. Todavía no hallan formas alternas para referirse a Florida, Colorado o Nevada.

El riesgo del que alertó Samuel Huntington no estribaba en que el español pudiera transformar el inglés, sino en que la minoría mal llamada hispana no renunciara a su lengua en la segunda, tercera o cuarta generación ni, con ella, a la cultura que los exiliados llevan consigo y mantienen, sin integrarse nunca plenamente, como sí lo hicieron los inmigrantes originarios de Europa.7 Donald Trump, lógico discípulo de Huntington, a partir de su ideario planea construir muros entre culturas. En efecto, menos de veinticuatro horas después de tomar posesión (de “inaugurarse”, tradujeron reporteros influenciables), el presidente bajó del portal de la Casa Blanca la versión en español.

A pesar de su ignorancia, intuyó que la mejor manera de ningunear, de minimizar al adversario, es negándole su lengua materna.  ~

 

NOTAS

1. El vigor del catalán es un buen ejemplo.

2. <https://www.youtube.com/watch?v=JBEomboXmTw>.

3. El colmo: “el boom” de la literatura latinoamericana y, después, “el crack”.

4. birth to be born nation national nationality (o citizenship).

5. Innecesario, ya que existía a fin de cuentas.

6. Ningún hispanohablante utiliza tal mezcolanza.

7. Antes del mexicano el peligro “provenía” del musulmán.

 

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Profesor de Literatura Francesa en la FFyL y de Español Superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001 por “...y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa.

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