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Recomendaciones y reseñas

José Roberto Mendirichaga y Luciano Concheiro San Vicente | 01.08.2015

Alfonso Reyes es revalorado en este libro. Armando González Torres y Sebastián Pineda advierten que Marcos Daniel Aguilar realiza una operación insólita y una creación vitalista. El texto se enriquece con la inclusión de lo ficticio: un Reyes que abre su cuenta de Twitter. En el libro de Aguilar queda claro que Cuestiones estéticas, de Reyes, pondrá en tela de juicio los valores morales desde la laicidad. El periodista-escritor analiza el impacto del Ariel de José Enrique Rodó en los integrantes del Ateneo de la Juventud; la riqueza del ensayo, “género de géneros”; la conveniente helenización de la política mexicana, y la necesidad de vencer la resequedad del espíritu humano a través de la belleza, la justicia, la inteligencia y el bien, dando a los jóvenes el papel que les corresponde en esta transformación radical, en un México donde “aún se respiran aires de injusticia y violencia”.

José Roberto Mendirichaga

 

El desplome de la URSS y el bloque comunista a fines de los ochenta desconcertó a la izquierda en todo el mundo. En México, dice el autor de este libro, la respuesta “fue la evasión […]. De los noventa para acá, la elaboración teórica de la izquierda al respecto ha sido escasa, por no decir nula”. En De la Social a Morena, Illades emprende esta elaboración y hace más: en 160 páginas sintetiza la historia completa de la izquierda en nuestro país. Para ello, sigue el desarrollo de sus tres principales corrientes —socialismo, nacionalismo y socialcristianismo— pero pone énfasis en la socialista, la que más le interesa al autor y, según afirma, la más rica ideológicamente. Este libro es a la vez un producto intelectual original —resultado de un amplio trabajo de investigación— que interesará a especialistas y, por su brevedad y claridad, una obra de divulgación, una pieza didáctica necesaria.

Redacción Este País

 

La obra de Edgar Allan Poe no es un mero “producto” de una época, señala el autor de este libro: “es una respuesta a toda una cultura de la que su pensamiento es testigo”. En su estudio sobre la vida y obra del genio del misterio y del terror, del suspenso y lo macabro, Altamirano ofrece una visión muy completa de Poe en un intento por leerlo “con los ojos de su tiempo, a través de las ideas que fueron importantes para él y sus contemporáneos”. Así pues, se plantean preguntas y respuestas que permiten comprenderlo de un modo integral, y se propone un acercamiento historicista y filosófico a sus relatos y poemas, los cuales han inspirado y fascinado a generaciones de lectores. Asimismo, se hace un recorrido por las principales ideas de la época en que vivió Poe, lo mismo que por las teorías metafísicas y la relación del escritor con el ocultismo, un tema crucial para comprender su vida y obra.

Redacción Este País

 

“El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante”, dice un famoso verso del poeta griego Arquíloco. A partir de esta críptica sentencia, en un ensayo sobre Tolstói y su visión de la historia, Isaiah Berlin propuso un singular sistema para clasificar a pensadores y escritores. Por un lado estarían los “erizos”, aquellos autores que mantienen un principio que rige y articula el conjunto de su pensamiento, es decir, cuya visión es sistemática, centralizada y totalizante. Por el otro, los “zorros”, autores que no tienen un principio único, sino más bien una visión múltiple y descentralizada de la realidad, y por ende un pensamiento desperdigado. El mismo Berlin propuso ciertos ejemplos que resultan ilustrativos: Dante, Platón, Lucrecio, Pascal, Hegel, Ibsen y Proust serían erizos; mientras que Shakespeare, Heródoto, Aristóteles, Montaigne, Molière, Balzac y Joyce serían zorros.

El último libro de Ricardo Pozas Horcasitas es un producto del pensamiento de los “zorros” en su mejor expresión. Para estudiar el presidencialismo en nuestro país, abandona las pretensiones de elaborar una teoría general totalizante y apuesta por una visión caleidoscópica. Lo que hace es construir un mosaico que permite asomarnos a los distintos elementos que conformaron lo que se ha llamado el régimen presidencialista mexicano. Atinadamente, se da cuenta de que este sistema es, además de político, social, económico y cultural. Por ello, cualquier tipo de explicación esquemática o monocausal es estéril, y lo que se necesita en realidad es un enfoque que pueda aprehender su complejidad.

La acertada solución que encuentra Pozas Horcasitas para ofrecer una visión descentralizada del presidencialismo es presentar siete secciones completamente independientes entre sí y que exploran muy diversas temáticas. Al leerlas como una totalidad se vuelve evidente que, desde su propia perspectiva, en el fondo hablan de lo mismo. O más bien: se vuelve evidente que en conjunto construyen un mosaico que explica el régimen presidencialista mexicano. Cada una de las partes constituye una pieza del intrincado entramado que Pozas Horcasitas construye para dar cuenta del régimen y su eventual declive.

La primera sección gira en torno a 1960. Ese año tuvieron lugar las celebraciones de los 50 años de la Revolución mexicana y, según se muestra en el texto, es simultáneamente el punto culminante del discurso nacionalista emanado de ellas, el cual sirvió para que este evento se instituyera en las décadas previas como principio rector de la realidad y como la única fuente de cambio social. Es decir, como una genuina filosofía de la historia que delimitaba y configuraba el quehacer político. Este año significa también el inicio simbólico de la década en la que tendría lugar una serie de transformaciones profundas en la sociedad mexicana que, como bien señala el autor, eventualmente llevarían a un desequilibro entre el régimen político exigente y las demandas colectivas, en especial aquellas de las nuevas capas sociales surgidas a raíz del crecimiento económico del país.

En la siguiente sección se explora de qué manera se entretejieron las redes del poder del presidencialismo por medio de la creación de un Estado social y de la implementación de una economía centralizada y regulada. El modelo económico implementado —el llamado “desarrollo estabilizador”— tuvo que atravesar necesariamente por la formación de un Estado fuerte en términos políticos, el cual logró conciliar los distintos intereses de la sociedad e intervenir de manera directa en el destino económico del país por medio de una política proteccionista.

El tercer apartado aborda un tema al que Pozas Horcasitas le dedicó anteriormente un libro entero: el movimiento médico de 1964-1965. Este movimiento fue el primero encabezado por las clases medias educadas y urbanas, el sector claramente privilegiado por el régimen. En este sentido, antes que ningún otro movimiento, el de los médicos confrontó de manera directa a los pilares mismos de la legitimación del sistema. Sería el inicio de un combate frontal de distintos sectores contra el presidencialismo que culminaría trágicamente el 2 de octubre de 1968.

La cuarta sección está dedicada a dos fenómenos que fueron esenciales para la reproducción del régimen presidencialista: el proceso de sucesión y la campaña electoral. Para Pozas Horcasitas, estos elementos son los que distinguen al caso mexicano de otros tipos de regímenes autoritarios y, a su vez, explican su éxito y prolongada existencia. Estudiando la sucesión presidencial de 1964, la de Adolfo López Mateos a Gustavo Díaz Ordaz, que según se argumenta es la última propia del presidencialismo autoritario legitimado, se muestra cómo es que funcionaba el relevo del poder ejecutivo, aquel que era capaz de transferir el poder de un individuo a otro asegurando una estricta continuidad y estabilidad.

En el quinto fragmento se estudia el intento encabezado por Carlos Alberto Madrazo, en aquel entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional del pri, por “democratizar” internamente al partido. La reforma que impulsó, aprobada en 1965, buscaba transparentar los procesos de elección de candidatos y, frente a la afiliación corporativista, promover la afiliación individual. Estas propuestas trastocaban el sistema organizativo del partido y los equilibrios de poder existentes. Lo que Pozas Horcasitas argumenta es que la imposibilidad de efectuar estos cambios y el conflicto desencadenado en el intento no fueron otra cosa que la prueba de los límites internos del propio pri.

El autor, en el sexto apartado, estudia los rasgos de la élite intelectual que surgió a partir de la fundación de la Revista Mexicana de Literatura, en 1955. El grupo de escritores aglutinados alrededor de ella abrieron el campo cultural mexicano, desbordando así el nacionalismo revolucionario instaurado por el régimen. Tras estudiar sus ciclos y sus distintas épocas, así como el tipo de traducciones y textos publicados, se muestra que esa revista fue un actor clave en el desmontaje de la cultura nacionalista y un claro ejemplo del proceso de diversificación y apertura que el mundo cultural mexicano comenzó a vivir en esos años.

La última sección sutura, de una manera u otra, el resto de tópicos explorados en el libro. En ella se hace un repaso analítico de los procesos que tuvieron lugar durante la década de los sesenta en el mundo entero. Se revisa el surgimiento de una nueva relación con el cuerpo, la revolución sexual, el rock, la importancia de los conciertos, en suma, la aparición de una contracultura. Lo que Pozas Horcasitas muestra con claridad es la forma en que las instituciones existentes fueron cuestionadas y confrontadas por los nuevos actores sociales, particularmente los jóvenes. En este sentido, se argumenta que los movimientos estudiantiles de 1968 son, en realidad, el punto de culminación que condensa los profundos cambios sociales que habían venido sucediendo. En el caso mexicano, la respuesta violenta por parte del régimen llevó a este a su propio fin porque evidenció su agotamiento como sistema para una nueva época.

Así, vistos en su conjunto, estos siete fragmentos narran la historia de la década de los sesenta en México, aquella en la que los límites ideológicos, culturales y políticos del presidencialismo se volvieron evidentes. El caleidoscopio que presenta Pozas Horcasitas muestra cómo a lo largo de estos años la sociedad mexicana sufrió transformaciones significativas que terminaron por resquebrajar y desestabilizar al régimen presidencialista, el cual tuvo que recurrir a la represión violenta como última medida para sobrevivir.

Acertadamente, al inicio de su libro, el autor apunta dos momentos simbólicos que delimitan la historia que en él se cuenta. En un extremo, Adolfo López Mateos regresa de una de sus giras internacionales: cientos de miles de personas lo esperan, hay aplausos, pancartas y vítores. En el otro extremo, Gustavo Díaz Ordaz inaugura la Copa Mundial de Futbol el 31 de mayo de 1970 en el Estadio Azteca: las masas lo reciben con una ensordecedora rechifla. Tan solo unos años separan los dos momentos, pero cada uno forma parte de un régimen radicalmente distinto. Entre ellos no hay otra cosa que el fin del presidencialismo mexicano.

Se puede afirmar que, por un lado, de manera individual, cada una de las secciones que componen el libro resultan centrales para el conocimiento de los temas particulares sobre los cuales tratan. Por otro lado, en su conjunto, es un avance central para nuestro conocimiento acerca del sistema presidencialista mexicano y una pieza fundamental para la comprensión de las transformaciones ocurridas en la década de los sesenta del siglo xx. Como si esto no fuera suficiente, Los límites del presidencialismo en las sociedades complejas resulta particularmente valioso para quienes estén interesados en el pensamiento de los zorros, aquel que busca construir una visión caleidoscópica de la realidad. Con este nuevo libro se prueba lo que muchos ya sabíamos: Pozas Horcasitas está más cerca de Montaigne que de ningún sociólogo.

 

Luciano Concheiro San Vicente