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Capitulares: Recomendaciones y reseñas

Samuel Heredia y Ariel Ruiz Mondragón | 17.06.2015

Después de Memoria y espanto o el recuerdo de infancia y de La memoria, la inventora, Néstor A. Braunstein completa su trilogía con La memoria del uno y la memoria del otro. El autor subraya la necesidad de problematizar tanto el tema de la memoria como los vínculos que tiene con otras disciplinas. Da cuenta de la ambivalencia que subyace en una noción imprescindible para la comprensión de nuestra cultura: la “memoria individual”. Braunstein cuestiona esta noción a partir de la crítica a la sustancialidad del self. Como Nietzsche y Freud, pone en tela de juicio el estatus de la conciencia como facultad privilegiada del sujeto. El self es, en realidad, un componente nimio: efecto, no punto de partida; conjunto de rupturas —a veces inarticulables— que hacen de la continuidad del yo una mera idealización. Supuesto de la memoria, el yo se reconoce en su debilidad.

Samuel Heredia

 

Este libro surgió de los debates realizados por un grupo de investigadores durante el coloquio “Los retos de la diversidad política en América Latina” (UAM-Iztapalapa). En esta reflexión sobre la situación de los derechos de los pueblos indígenas de América Latina, uno de los argumentos centrales de los distintos autores es que el enfoque de las economías latinoamericanas en la explotación de los recursos naturales y en megaproyectos de turismo de empresas nacionales y transnacionales está teniendo y tendrá un impacto muy negativo en los pueblos indígenas. Asimismo, al hablar de temas como las nuevas guerras en Latinoamérica y la movilización de indígenas en defensa de su territorio y de sus recursos naturales, se espera llegar a la comprensión de los difíciles caminos que estas comunidades tienen que recorrer para defender sus derechos colectivos, muchas veces en escenarios de violencia.

Redacción Este País

 

El metal y la escoria, la novela más reciente de Gonzalo Celorio, es una obra poliédrica susceptible de leerse de varias maneras: como crónica de la migración asturiana en México, como saga familiar de la rama paterna del autor, como autobiografía y también como recuperación de la memoria y reflexión sobre el olvido, tanto en un terreno histórico como en la experiencia individual. Contada en diversos planos narrativos, enlaza con maestría el desarrollo de personajes e historias que se mueven en coordenadas de tiempo y espacio diferentes. Con la prosa solvente y experimentada que lo caracteriza, en momentos deslumbrante por su manejo del lenguaje, y con episodios de gran belleza y ternura que reflejan una madurez indiscutible, Celorio atrapa al lector en una novela magnética y estremecedora, que sacude a través de cuestionamientos tan personales que atañen a todos. 

Redacción Este País

 

Los procesos de democratización que se vivieron en el mundo desde las últimas décadas del siglo XX generaron cambios no solo en la realidad política de muchos países, sino también en la manera de analizarla y darle explicación: hubo que problematizarla. Así lo explica al inicio de este libro Israel Covarrubias, mediante una cita de Pierre Rosanvallon: “La vida en democracia no es una vida de confrontación con un modelo ideal sino la investigación de un problema a resolver”.

Con esta noción como punto de partida, el autor se concentra en los dispositivos de la democracia que constituyen lo político, entendiendo que “la democracia es uno de los aspectos contemporáneos más dinámicos de la génesis del espacio de lo político en el mundo histórico contemporáneo”. Aclara que su obra “discute algunos de los efectos y problemas de la dimensión intensiva de la democracia contemporánea a partir de un marco de análisis que está ‘a caballo’ entre la teoría política y el pensamiento teórico-filosófico sobre lo político. En particular, aborda aquellos efectos y problemas que se pueden rastrear a través de las ‘ansiedades’ contemporáneas alrededor de la reproducción de los dispositivos de la autoridad y la obediencia”.

Covarrubias aborda el pluralismo “de los dispositivos de ley en democracia”. Así, la ley no es solo “un punto esencial de toda teología que mediante el dispositivo del ejercicio de la orden —esto es, del mandato— se pretende política o cree emparentarse con la política, sino, además, […] una forma ambigua de las potencialidades de construcción del espacio político donde los sujetos acampan para el enraizamiento de sus deseos”.

El director de la revista Metapolítica sostiene que si la política democrática ha fundado un mundo, entonces también ha generado los límites de su existencia y las condiciones que lo hacen posible:

La des-universalización de la democracia es un fenómeno inédito de pérdida del monopolio del carácter absoluto de sus límites, por lo que, en vez de observar una constante redefinición de ellos a causa de la “reflexividad” de la política, establece —y aquí entra el suelo común de la ley— diques y censuras a la fuerza de lo social. Solo hasta que aparecen las condiciones de posibilidad de las censuras (y habría que preguntarnos cuáles son y en qué medida cubren y representan los campos de lo político), las categorías de ley, espacio político y sujeto como figura de la exclusión se vuelven posibles.

 Uno de los aspectos a destacar entre las novedades que trajo la democracia es que también generó procesos excluyentes que se distinguen mucho de sus afanes de inclusión. Partiendo de esta base, Covarrubias aborda diversos temas: la quiebra de la ley de la filiación de la democracia contemporánea; la paradoja de la doble representación que soporta el orden político democrático en el juego inclusión-exclusión; la influencia de Giorgio Agamben para precisar el espacio liminar de la ley, y el fenómeno de la amistad en el proceso político democrático.

Esta obra también trata problemas como la interpretación que Alain Badiou hace sobre la contemporaneidad de San Pablo; el régimen de “embrutecimiento, estupidización y enmudecimiento” que Mario Perniola halla en el régimen comunicativo de corte democrático; una desmitificación analítica de la categoría de “crimen”, y la religión política, entendida como “el resultado de la producción de un dispositivo de sacralización de la política”.

Ariel Ruiz Mondragón