Ayuujk: Las escuelas como bastiones del lingüicidio
Las escuelas monopolizan el tiempo de los niños. Pasan demasiadas horas en esos espacios llamados escuelas. Dedican una gran parte del día a preparar esos desfiles para el día de la Independencia y el aniversario de la Revolución mexicana. Después, ya en casa, las tareas son interminables. En todas estas actividades media una lengua, en todos los espacios escolares se ha privilegiado una lengua que hasta cierto tiempo se llamaba “lengua nacional”.
En las comunidades hablantes de lenguas indígenas eso tuvo como resultado el combate frontal hacia su uso. La escuela era el epicentro desde el cual se transmitía la idea de que había que combatir cualquier lengua mexicana distinta del español. Los profesores eran considerados agentes de progreso y el progreso, por supuesto, sólo se podía pronunciar en español.
Actualmente, la situación no ha cambiado mucho. Una de mis primas hablantes de mixe desistió de hablarlo después de sus primeros meses de escolarización. El espacio escolar no ha sido y no es un campo de cultivo para el respeto de la diversidad lingüística. Aún con sus muchas excepciones, el sistema escolar privilegia el español, a pesar del sistema de educación intercultural, las escuelas bilingües dedican pocas horas a las lenguas indígenas en cuestión. La castellanización en detrimento de las lenguas indígenas, aunque sea por actos de omisión, sigue cumpliéndose.
Si deseamos revitalizar lenguas es indispensable el fortalecimiento de hablantes jóvenes. Sin embargo, mientras las escuelas sigan monopolizando el tiempo de niños y jóvenes los esfuerzos chocarán una y otra vez contra ese sistema que privilegia una sola lengua. Los talleres y los nidos de lenguas que funcionan como espacios extraescolares no pueden competir en número de horas con la escuela. Las actividades que se pueden organizar a favor de las leguas indígenas siempre tendrán menos tiempo asignado que el del tiempo escolar. Si las lenguas indígenas fueran consideradas un medio adecuado para la transmisión de cualquier tipo de conocimiento, en las escuelas se podría impartir historia o ciencias naturales en yaqui, zapoteco o zoque. Mientras no sea así, las horas que los niños pasan en las escuelas juegan en contra de los esfuerzos de revitalización en espacios distintos. Los niños y jóvenes pasan la mayor parte del tiempo en la escuela, lo que quiere decir, en otras palabras, que pasan la mayor parte de su vida en español.
Es necesario irrumpir en las escuelas con una diversidad de voces. Es necesario hablar del multilingüismo. Es indispensable que la escuela, como concepto, como sistema, expíe su, hasta ahora, exitoso proyecto lingüicida.
A veces considero que eso podría hacerse por medio de las instituciones educativas. Ahora lo dudo por completo. Mientras que estas instituciones no estén interesadas en ubicar a los profesores hablantes de lenguas indígenas en las escuelas en las que se habla su misma lengua, en publicar material didáctico adecuado y hacer una planeación lingüística seria, la escuela seguirá siendo un centro de irradiación castellanizante.
Pienso en otras opciones. Escuelas comunitarias cuyo financiamiento y funcionamiento no dependan del Estado mexicano. Escuelas realmente bilingües. Escuelas con independencia para que los pueblos indígenas puedan ejercer autonomía en cuanto al desarrollo de la currícula escolar. Hay que hackear el concepto de escuela, ese lugar que monopoliza el tiempo de los niños y lo monopoliza en español. Si la escuela fue y sigue siendo la gran castellanizadora y la gran lingücida, la escuela podría ser el espacio que revierta la pérdida de las lenguas, el espacio en el que los derechos lingüísticos estén garantizados. En el pecado podría estar la expiación y en el problema, la solución. La escuela como bastión de la diversidad lingüística será una realidad cuando pueda estar en manos de las comunidades de hablantes. Mientras la currícula se diseñe desde una secretaría de Estado y sin previa consulta a los pueblos indígenas, la escuela seguirá, lamentablemente, siendo un bastión lingüicida.
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