#ExclusivoEnLínea: La caravana migrante, una crisis en tres fronteras
La caravana migrante de hondureños decididos a entrar a México —como ya lo hicieron al traspasar de facto las vallas erigidas por agentes mexicanos que en un primero momento fueron destacados por el todavía gobierno de Peña Nieto en el puente fronterizo entre Guatemala y México en la localidad de Tecún Umán porque así lo mandataban las leyes para, horas después, apelar a la ONU y a razones humanitarias—, se ha querido describir como el primer gran cisma diplomático del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Jorge Castañeda ya sentenció que seguimos haciendo la chamba sucia de Estados Unidos “como lo venimos haciendo desde 2014”.
Lo cual es cierto, excepto que los iniciadores de dicha práctica fueron él mismo y Vicente Fox cuando facilitaron con el presiente George W. Bush la puesta en práctica de la ASPAN (Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte), a partir de la cual, argumentan y documentan Raúl Benítez Manaut y Carlos Rodríguez, ”México se vuelve, hasta cierto punto, un territorio clave para contener la migración hacia Estados Unidos”.
Las declaraciones no menos dudables de otro personaje supuestamente afín a los migrantes mexicanos, Eunice Rendón, sostienen que la crisis se intensificó debido a las amenazas de Trump acerca de apostar al Ejército estadounidense en la frontera para impedir el paso de los hondureños, como si éstos fueran politólogos cuyo cálculo racional les arrojara la conclusión de salir disparados de sus lugares de origen por efectos de la política interna estadounidense y no por el infierno de violencia en el que viven cotidianamente desde hace años, independientemente de los dichos de altos funcionarios de la administración Trump. E incluso de él mismo, pues quienes aseveran, como lo hacen mis amigos del diario El País, que la caravana migrante ha incrementado la frustración de Donald Trump, desestiman que se trata de todo lo contrario: la caravana le está haciendo un enorme favor al presidente de Estados Unidos a la luz de las próximas elecciones de noviembre, en las cuales se tiende a olvidar que no sólo se renuevan congresistas, sino gubernaturas cruciales en lugares lejanos pero vitales para el proyecto a largo plazo de Trump, por ejemplo Michigan, donde la candidata Demócrata desplazó en semanas al candidato Republicano en diez puntos promedio. Olvídense del Congreso, Trump no puede perder Michigan, que le aportó más del 47% del voto popular y los 16 votos completitos del Colegio Electoral.
Al momento de escribir estas líneas, Marcelo Ebrard, próximo Canciller, ya se reunió con Mike Pompeio, logró disminuir el tono de la crisis migratoria, pues ambos, el Secretario del Departamento de Estado y él saben que esto no es un problema de ayer y, de manera pragmática, aludió al actual proceso electoral estadounidense en un afán, me parece que exitoso, de disminuir el retumbe de los sensacionalistas tambores de guerra, especialmente en México. Y en un movimiento políticamente sagaz, anuncia al mismo tiempo que se va a Canadá con miembros clave del gabinete para tratar temas estratégicos con actores estratégicos que incluyen a los Premiers de Quebéc y Ontario, que no sólo resultan prioritarios sino que deslindan al próximo gobierno de la actual crisis migratoria, dejándola en manos de la languideciente administración y de los oráculos que, con toda seguridad, seguirán emitiendo los heraldos del fin del mundo.
O lo contrario: aquellos que por su súbita posición de privilegio y larga espera por una pequeña parcela de poder, no hacen sino lanzar cortinas de humo y urden bellas fantasías políticas que de nada sirven y publican columnas con títulos rimbombantes y fugaces, por ejemplo “AMLO y Trump juntos por Centromérica”, mostrando un abismo entre las buenas intenciones y la política dura. Escribir ese opúsculo no resistió cinco minutos de realidad geo-política.
La semana y semanas próximas serán de alta intensidad en lo que a política exterior —y su obligada interface con la política interior, ni modo— se refiere.
Les recuerdo que fue Harold Nicholson, diplomático, escritor y excepcional diarista casado con Vita Sackville-West, autor de La diplomacia (Breviario del Fondo publicado por primera vez en 1948), quien escribió que más vale decir las cosas como son a quien toma las decisiones que las pamplinas que quiere escuchar.
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Bruno H. Piché es diplomático de carrera y autor de la novela La mala costumbre de la esperanza (Penguin Random House Mondadori, 2018)