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#PoliedroDigital: Fragmentos de “Mujeres y honor: Algunas notas acerca de la mentira” de Adrienne Rich 

Karen Villeda | 25.10.2018
#PoliedroDigital: Fragmentos de “Mujeres y honor: Algunas notas acerca de la mentira” de Adrienne Rich 
Durante varios años, “Poliedro” fue la sección principal de las centrales de la revista Este País. Con el propósito de honrar a esa tradición impresa y renacer como EP en línea, hemos nombrado “Poliedro Digital” al blog semanal de la Redacción que, al tener diversos colaboradores, es como ese cuerpo geométrico de “muchas caras”.

Esta traducción se la dedico a mi amiga, la narradora Úrsula Fuentesberain, quien una vez me llamó mientras estaba yo en medio de una crisis en Vermont para decirme una gran verdad: que la mentira es violencia.

 

 

Fragmentos de “Mujeres y honor: Algunas notas acerca de la mentira” de Adrienne Rich  

 

Estas notas son sobre las relaciones entre mujeres. Cuando hablo de “una relación personal” me refiero a una relación entre dos mujeres. Se hará la aclaración correspondiente cuando me refiera las relaciones de las mujeres con los hombres.

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La vieja y masculina idea del Honor. La “palabra” de un hombre, sin garantía, es suficiente para otros hombres.

“Nuestra tierra libre, Nuestros hombres honestos, Nuestras mujeres fértiles” era un popular brindis en los Estados Unidos de la época colonial.

El honor masculino (o de los machos) tiene que ver con matar: No podría amarte tanto, querida, si no amara más al Honor (I could not love thee (Dear) so much, / Lov’d I not Honour more del poema “To Lucasta, Going to the Wars” de Richard Lovelace”). El honor macho siempre necesita ser vengado: por eso, el duelo.

El Honor de las mujeres es otra cosa por completo: virginidad, castidad, fidelidad al esposo. La Honestidad en las mujeres nunca se ha considerado importante porque hemos sido generalmente representadas como caprichosas, falsas, sutiles, vacilantes. Y, a menudo, hemos sido recompensadas por mentir.

Se ha esperado que los hombres digan la verdad sobre los hechos, no sobre los sentimientos. No se espera que hablen de los sentimientos en absoluto. Sin embargo, ellos han mentido incluso sobre los hechos.

Asumimos que los políticos no tienen honor. Leemos sus declaraciones tratando de descifrarlas. Lo escandaloso de sus políticas no es que los hombres de las altas esferas mientan, sino que lo hacen todo el tiempo y con tanta indiferencia. Y todavía esperan que les creamos. Estamos acostumbradas al desprecio intrínseco en la mentira política.

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Descubrir que te han mentido en una relación personal, no obstante, hace que te sientas un poco loca.

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La mentira se hace con palabras y también con el silencio.

La mujer que miente en sus relaciones personales puede o no planear e inventar sus mentiras. Puede ser que ni siquiera lo haga de una manera premeditada.

Surge un tema que la mentirosa desea enterrar. Entonces tiene que irse porque el parquímetro está por vencer. O tiene pendiente una llamada telefónica que debió hacer hace una hora.

A ella le preguntan, directamente, sobre una cuestión que puede conducir a una charla dolorosa: “¿Cómo te sientes acerca de lo que está pasando entre nosotras?” En lugar de tratar de describir sus sentimientos dentro de su ambigüedad y su confusión, ella pregunta: “¿Cómo te sientes ?” La otra mujer, que está tratando de establecer una base de apertura y confianza, empieza a describir sus propios sentimientos. Así la mentirosa aprende más de lo que dice.

Y puede que incluso se diga una mentira a sí misma: que a ella le interesan más los sentimientos de la otra mujer que los suyos propios.

Pero la mentirosa está interesada en sus propios sentimientos.

La mentirosa vive con el miedo de perder el control. Ni siquiera desea relacionarse sin manipulación porque el ser vulnerable con otra persona significa la pérdida del control para ella.

La mentirosa tiene supuestamente muchas amistades y una existencia con gran soledad.

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Una relación humana honorable, es decir, una en la cual dos personas tienen derecho a usar la palabra "amor", es un proceso delicado, violento y, a menudo, aterrador para ambas personas involucradas. Es un proceso para acrisolar las verdades que se pueden decir entre ellas.

Es importante hacerlo porque acaba el autoengaño y la soledad.

Es importante hacerlo porque, siguiendo este proceso, le hacemos justicia a nuestra propia complejidad.

Es importante hacerlo porque podemos contar con muy poca gente que recorra este duro camino con nosotras.

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Las mujeres hemos sido obligadas a mentir, para poder sobrevivir, a los hombres. ¿Cómo desaprender a mentirnos entre nosotras mismas?

“Las mujeres siempre se han mentido unas a otras”.

“Las mujeres siempre nos susurramos la verdad entre nosotras”.

Ambos axiomas son ciertos.

“Las mujeres siempre han estado divididas”.

“Las mujeres siempre confabulamos secretamente”.

Ambos axiomas son ciertos.

En la lucha por nuestra supervivencia decimos mentiras. A los jefes, a los guardias de la prisión, a la policía, a los hombres que tienen poder sobre nosotros, que legalmente nos poseen a nosotras y a nuestros hijos, a los amantes que nos necesitan como prueba de su virilidad. Los indefensos corren un peligro: que nosotras olvidemos estamos mintiendo, o que nuestras mentiras se conviertan en un arma que cargamos en las relaciones con personas que no tienen poder sobre nosotros.

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Las posibilidades que existen entre dos personas, o entre un grupo de personas, son una especie de alquimia. Son lo más interesante de la vida. Quien miente es alguien que se sigue perdiendo de estas posibilidades.

Cuando las relaciones están determinadas por la manipulación y por la necesidad de control, pueden poseer un tipo de drama monótono de dimes y diretes, pero dejan de ser interesantes. Son repetitivas: el impacto de las posibilidades humanas ha dejado de resonar a través de ellas.

Cuando alguien me cuenta una verdad que me fue retenida y que necesitaba para poder ver mi vida con mayor claridad, puede provocarme un gran dolor, pero también me inunda con un frío y nítido mar de alivio. Suele suceder que tales verdades llegan por accidente o de parte de extraños.

No se trata de que, para yo pueda tener una relación honorable contigo, deba entenderlo todo de ti y contarte todo de mí, o que deba saber, de antemano, todo lo que necesito decirte. Significa que la mayor parte del tiempo estoy impaciente, ansiando esa posibilidad de decirte las cosas. Que estas posibilidades puedan parecerme aterradoras, pero no destructivas. Que pueda yo sentirme lo suficientemente fuerte como para escuchar las palabras que me dices a tientas. Que las dos sepamos que estamos intentando, todo el tiempo, extender las posibilidades de la verdad entre nosotras. De la posibilidad de vida entre nosotras.

 

Versión de KV

 

El texto original se puede leer aquí: https://blogs.baruch.cuny.edu/spring2017/files/2017/02/Adrienne-Rich.pdf

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