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La gran contribución de los campesinos maiceros a México y al mundo

Mauricio R. Bellon, Alicia Mastretta-Yanes, Alejandro Ponce-Mendoza, Daniel Ortiz Santa María, Oswaldo Oliveros Galindo, Hugo Perales, Francisca Acevedo y José Sarukhán. | 08.11.2018
La gran contribución de los campesinos maiceros a México y al mundo
Este texto resume un artículo científico recientemente publicado, en el que sus autores cuestionan la visión negativa e injustificada sobre los campesinos maiceros y evalúan su contribución a la sociedad mexicana y al mundo

El maíz es el cultivo más importante de México, fundamental para la seguridad alimentaria de nuestro país1 y uno de los cereales más cultivados del mundo. Se estima que provee 30% de las calorías en la dieta de unos 4 mil 500 millones de personas en 94 países.2 México es clave en la historia del maíz, pues nuestro país es su centro de origen y domesticación,3 es decir el sitio donde numerosos grupos étnicos crearon el maíz, desde hace unos nueve mil años, a partir de pastos silvestres conocidos como teocintles.4 Como resultado de este proceso, en México no sólo surgió el maíz, sino que también se diversificó en una multiplicidad de variedades que hoy clasificamos en 59 razas nativas, aún cultivadas. Gracias a esto, nuestro país es clave no sólo para la historia, sino también para el futuro del maíz: en estas variedades nativas y sus parientes silvestres existe la mayor diversidad de maíz del mundo, un abanico de opciones para adaptar este cultivo a nuevas y más difíciles condiciones ambientales.

Los campesinos, herederos del proceso milenario de evolución bajo domesticación que llevó a la creación del maíz, mantienen vivo dicho proceso no sólo para el maíz, sino para todos los demás cultivos cuyo origen es México. Estos campesinos son pequeños agricultores que manejan unidades de producción familiar en zonas de temporal; parte de su producción se dedica al autoconsumo, con el aprovechamiento de trabajo familiar y la utilización, en su mayoría, de variedades nativas. Sin embargo, desde hace décadas se ha difundido en México el estereotipo de que estos campesinos son improductivos, anacrónicos y un estorbo para la agricultura del país.5 Su desaparición se ha vaticinado durante largo tiempo, en especial después de la entrada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las políticas agrícolas del gobierno mexicano en las últimas tres o cuatro décadas han brindado poco apoyo a estos agricultores, justificados en el supuesto de que los campesinos son ineficaces y poco competitivos, en el contexto de los mercados abiertos y globalizados. Enfocándose, en contraste, en los medianos y grandes agricultores comerciales, quienes en su mayoría no usan variedades nativas ni producen sus propias semillas para siembra. Hoy, a pesar del serio sesgo de estas políticas y los vaticinios de su desaparición, los campesinos mexicanos permanecen produciendo este cultivo en grandes extensiones del país.

Una prueba de ello es el gran número de razas nativas que aún son cultivadas, recientemente colectadas por el Proyecto Global de Maíces Nativos.6 El hecho de que el maíz se siga sembrando con esa gran diversidad de variedades se debe, en parte, a que es un cultivo “multifuncional”, esto es, los campesinos utilizan diferentes partes de la planta para derivar varios productos con diversos usos. Esto incluye no sólo el grano, sino también el totomoxtle (las hojas que cubren a la mazorca), por ejemplo, para hacer tamales, las hojas y los tallos como forraje para el ganado, así como los tallos como material de construcción y el olote como combustible. A su vez, los granos se usan no sólo para hacer tortillas, sino también diversos productos (tlayudas, tostadas) y bebidas (atole y pozol) o platillos que requieren un tipo particular de maíz, como las palomitas o el pozole. Estos productos y usos tienen gran valor cultural y se traducen en beneficios económicos para quienes lo cultivan, aunque comúnmente son ignorados por el mercado.

Este texto es un resumen de un artículo científico recientemente publicado en Proceedings of the Royal Society B,7 en el que cuestionamos la visión negativa, e injustificadamente mantenida, sobre los campesinos maiceros y evaluamos su contribución a la sociedad mexicana y al mundo. En el estudio, identificamos primero la ubicación espacial de la agricultura campesina de temporal y, con base en ello, presentamos evidencias de que los campesinos: a) lo producen bajo una amplísima gama de ambientes, en contraste con los agricultores comerciales; b) son cruciales para al suministro de maíz para consumo humano en México; y c) contribuyen a mantener la diversidad genética del maíz en el proceso de evolución bajo domesticación, un valiosísimo bien público de importancia nacional y mundial, particularmente en el contexto de cambio climático.

Ubicar la agricultura campesina a nivel nacional

Un primer reto fue definir con precisión la ubicación geográfica de la agricultura campesina de temporal (que aprovecha la temporada de lluvias y no depende de riego), para tipificarla ambientalmente y cuantificarla a nivel nacional. Para ello usamos la compilación anual, a nivel municipal, del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP)8 sobre la producción de maíz que incluye, entre otros datos, las extensiones de área sembrada y cosechada, su rendimiento promedio y el volumen producido. Nuestro análisis se basó en el año 2010, último en el que hubo un censo de población y vivienda, ya que utilizamos los datos de población proporcionados por éste para una parte importante de nuestro análisis. Además, enfocamos nuestro análisis al maíz producido bajo temporal durante el ciclo primavera-verano,9 en el siguiente contexto general de la agricultura de maíz y de temporal en México para 2010:

•Se sembraron 7.86 millones de hectáreas (ha) con maíz bajo riego y temporal, con una producción de 23.3 millones de toneladas (ton).

•De la superficie sembrada, 5.98 millones de ha se sembraron en temporal, equivalente a 92.4% de todos los municipios del país.

•El 51.2% de la producción nacional de maíz proviene de agricultura de temporal.

•La producción de maíz en temporal ocurrió en 1.9 millones de unidades de producción, el 88% de éstas en superficies de 5 ha o menos.

Para el estudio utilizamos como categoría analítica el rendimiento promedio municipal reportado por el SIAP, agrupando a los municipios en dos grandes conjuntos: aquéllos con rendimientos menores o iguales a 3 ton/ha, que consideramos representativos de la agricultura campesina, y los de rendimientos superiores a 3 ton/ha, que consideramos representativos de la agricultura comercial (Figura 1).

Siguiendo estos principios encontramos que en temporal se produjeron 11.9 millones de toneladas de maíz, de los cuales el 49.8% se cosecharon en 1,971 municipios con agricultura campesina. En los municipios con agricultura campesina en condiciones de temporal:

•Se produjo maíz en una superficie de 4.68 millones de hectáreas.

•1.5 millones de unidades de producción sembraron maíz en superficies de hasta 5 hectáreas por unidad.

•Se concentran el 65% de la población nacional, el 81% de la población rural y el 91% de la población indígena.

Es decir, la mayor superficie de área cultivada de maíz de temporal se llevó a cabo en los municipios con agricultura campesina, en su mayor parte en parcelas pequeñas, pero por una gran cantidad de unidades de producción y con un importante volumen. Los municipios con agricultura comercial constituyen una minoría en términos de superficie sembrada y número de unidades de producción. Sin embargo, produjeron un poco más de la mitad del volumen cosechado en temporal, lo que se explica por la diferencia en rendimientos entre ambos tipos de municipios, ya que aquellos con agricultura campesina tienen rendimientos promedio menores (1.3 ton/ha) que los que emplean agricultura comercial (4.4 ton/ha).

Aunque no contamos con datos específicos para nuestro país acerca de qué tipo de variedades de maíz, nativas o comerciales se utilizaron en los municipios analizados, estimamos que las variedades nativas10 son dominantes en los municipios con agricultura campesina. En éstos, la gama de variedades nativas es amplia, como lo confirma el hecho de que 85.3% de las colectas de maíces nativos, llevadas a cabo por el Proyecto Global de Maíces encabezado por la Conabio, se obtuvieron en esos municipios.

 

Los campesinos producen maíz en una amplia gama de ambientes

Nuestros resultados muestran que las condiciones ambientales donde se siembra maíz en México son muy diversas, ya que se cultiva desde el nivel del mar hasta 3,000 metros de altitud. Aun cuando los municipios con ambos tipos de agricultura tienen una distribución en la misma amplitud de temperaturas medias mensuales, aquéllos con agricultura comercial se concentran en rangos de precipitación mucho menor que los de agricultura campesina (Figura 2).

En otras palabras, el rango de combinaciones de temperatura y precipitación —y en consecuencia de ambientes— asociados con la siembra de maíz en los municipios con agricultura campesina es mucho mayor que en los municipios con agricultura comercial. Por lo tanto, el proceso de evolución bajo domesticación de la agricultura campesina se lleva a cabo en una mayor diversidad de ambientes, incluyendo condiciones en las cuales la agricultura comercial no ocurre. Estos resultados sugieren, además, que en las áreas de agricultura campesina, particularmente en aquéllas con condiciones ambientales semejantes a las de la agricultura comercial, los rendimientos de maíz podrían incrementarse con intervenciones agronómicas relativamente sencillas, cuyos efectos agregados serían muy importantes.

 

El papel crucial de los campesinos en el suministro de maíz en México

Basándonos en un consumo diario per cápita de 217.9 gramos de tortillas y 70.2 gramos de maíz en grano para la población rural (cifras utilizadas por el Coneval11 para la construcción de las líneas de pobreza), calculamos un consumo anual promedio per cápita de maíz de 108.5 kg12 para la población rural. A partir de este consumo y de las 5.9 millones de toneladas de maíz que produce la agricultura campesina, se puede inferir que potencialmente se podría alimentar a 54.7 millones de personas, lo que incluye a toda la población rural del país, más excedentes sustanciales. Es decir, con el volumen producido por la agricultura campesina, 54.7 millones de personas podrían alimentarse —48.7% de la población nacional— suficiente para alimentar a toda la población rural del país (26 millones de personas) con excedentes para alimentar a otros 28.7 millones.

Estos datos no deben interpretarse como si no hubiera municipios donde no se produce suficiente maíz para satisfacer las necesidades de su población; de hecho, nuestros datos indican que existen varios municipios deficitarios en maíz. Sin embargo, también comprobamos que, a nivel agregado, existe el potencial de alimentar a esta cantidad de gente, lo que requeriría mecanismos de redistribución de los municipios excedentarios a los deficitarios. Sabemos, sin embargo, que los campesinos tienen diversos usos para el maíz, incluyendo la alimentación de sus animales, así como numerosos usos locales y regionales desconocidos fuera del ámbito rural y que deberían valorarse cabalmente.

 

Los campesinos mantienen en evolución la diversidad genética del maíz

Hablar del “maíz de México” es en realidad hablar de “los maíces de México”, pues dentro de este cultivo existe muchísima variación, de forma similar a cómo, dentro de la especie humana, las diferencias entre individuos dentro y entre naciones puede ser muy amplia. Esto se debe a que, aunque todos tenemos los mismos genes, hay muchísimas variantes (conocidas como “alelos”) de éstos, y cada quien es producto de una combinación particular e irrepetible de estas variantes. La diversidad genética de una población es entonces el conjunto de alelos presentes en los individuos que la conforman, y es la que da la capacidad de adaptación a ambientes variables y nuevos.

Es esta diversidad genética dentro de las especies la que los seres humanos aprovechamos para generar nuestros cultivos mediante la domesticación: los diferentes fenotipos de las plantas de maíz (tamaños, calidades, colores, sabores, etcétera) están dados en buena medida por su combinación de alelos, por lo que al seleccionar como fuente de semilla las plantas que nos gustaron más, estamos ajustando la especie a nuestras necesidades. Evidentemente, esto también implica que incidimos en qué diversidad existirá en las siguientes generaciones y, por ende, que ocasionamos que a lo largo de generaciones la especie cambie o, que es lo mismo: evolucione. De ahí surge el término de evolución bajo domesticación. Por lo tanto, la práctica campesina de conservar parte de la cosecha para utilizarla como semilla en el siguiente ciclo agrícola, así como compartir parte de esas semillas con otros agricultores, es clave para mantener vivo el proceso de evolución bajo domesticación del maíz.

La elección de qué semilla se sembrará cada ciclo depende del tipo de consumo y uso que se dará al maíz, decisiones humanas que pueden ser muy diversas dado el gran número de campesinos que hay en el país, con sus distintas preferencias culturales y sociales. Además, independientemente de la elección humana, existen factores de selección natural como las altas temperaturas o las sequías, que determinan cuáles plantas sobrevivirán y cuáles no, factores que, como vimos en la Figura 2, son muy variados en México. Esto lleva a que la diversidad genética presente en una plantación de maíz esté también asociada a aquella diversidad útil para la adaptación local, es decir, aquella que confiere a las plantas características que les permiten enfrentar mejor las condiciones ambientales del sitio donde han sido sembradas. 

Si consideramos la diversidad de factores de selección humana y natural a los que están sujetas las plantas de maíz en un país tan diverso en sus culturas y ambientes como México, tenemos que nuestros maíces nativos contienen una enorme diversidad genética adaptada a una amplia gama de ambientes. Otro factor que influye en la diversidad genética del maíz de México es que, como se vio en la sección anterior, la agricultura campesina de maíz ocurre en 4.68 millones de hectáreas. Considerando que se siembran alrededor de 30 mil plantas por hectárea y que entre 114 y 290 mazorcas (plantas madres) se seleccionan cada ciclo para producir semilla, entonces 138 mil millones de plantas de maíz están sujetas, cada año, al proceso de selección en un ciclo de cultivo, de las cuales 500 millones dan origen a la semilla del siguiente ciclo. El que la evolución bajo domesticación opere en una escala de esta envergadura tiene dos implicaciones importantes:

•Una población reproductiva de maíz tan grande significa una pérdida prácticamente nula de diversidad genética debida al azar. Es decir que, gracias a la magnitud de la agricultura campesina, la diversidad genética del maíz se mantiene como no podría mantenerse en bancos de semillas o si sólo existiera un pequeño grupo de campesinos sembrando maíz.

• Una población tan grande de maíz es útil, ya que entre mayor sea, mayor será el número de mutaciones (cambios que generan nuevos alelos) que aparezcan. La mayoría de estas mutaciones no serán útiles, pero un pequeño porcentaje podría serlo. Considerando el tamaño de la población de maíz de México, la cantidad de mutaciones útiles que pueden ocurrir ronda los millones. Es decir, que la agricultura campesina no sólo permite conservar la diversidad existente, sino que además es fuente innovadora y permanente de variación genética.

La contribución de México a la diversidad genética del maíz es vital para el mundo, pues en esa diversidad genética reside el éxito de este cultivo en las condiciones ambientales de varios continentes. Todos los programas de mejoramiento, nacionales y extranjeros, incluyendo los enfocados en producir variedades comerciales para agricultura intensiva, han dependido de la diversidad genética preexistente en variedades nativas de maíces y, a la fecha, introducen variación de esta fuente a las variedades comerciales.

La diversidad genética también es fundamental como un valor de opción, es decir, nos ofrece la posibilidad de adaptar este cultivo a las nuevas e impredecibles condiciones que nos depara el cambio climático. Tener una gran diversidad genética es como comprar más billetes de lotería, con lo cual incrementamos la posibilidad de tener a la mano la variación necesaria para adaptar el maíz a nuevas condiciones ambientales y “ganarnos el premio mayor”. Por lo tanto, proponemos que al cultivar maíz en la escala y variabilidad con que ocurren en la agricultura campesina mexicana, los campesinos proveen un servicio evolutivo a la humanidad, no sólo a México.

 

Las implicaciones para las políticas públicas

Nuestro estudio muestra una diferencia sustancial entre los rendimientos de los municipios con agricultura campesina y aquellos asociados a la producción comercial. Se suelen atribuir estas diferencias al uso de variedades nativas en la agricultura campesina y de variedades mejoradas comerciales (principalmente híbridos) en la agricultura comercial. Sin embargo, aun cuando hay pocos datos experimentales que comparen los rendimientos de variedades nativas con las de híbridos, en comparaciones experimentales existe evidencia de que las variedades nativas pueden tener rendimientos superiores a las de los híbridos.13 Las diferencias que observamos en buena medida pueden deberse a que en la agricultura campesina predominan, en general, condiciones ambientales menos favorables en suelos y precipitación para conseguir los rendimientos de la agricultura comercial. Es decir, los bajos rendimientos asociados con la agricultura campesina no son una consecuencia inherente del uso de variedades nativas.

Esto es importante, porque en ciertos círculos agrícolas del país se considera a la sustitución de variedades nativas por comerciales como una condición importante para elevar la productividad agrícola campesina, lo que se ha traducido en políticas públicas de promoción de variedades comerciales y de menosprecio al uso de variedades nativas en sistemas productivos, aun cuando, paradójicamente, se reconoce su valor para el mejoramiento de variedades. La gran diversidad de las razas nativas, cada una con sus características particulares de producción y consumo, permite a los campesinos producir en condiciones ambientales muy diversas y a una escala que permite a esas variedades continuar su evolución, manteniendo alelos poco frecuentes y aumentando la probabilidad de que aparezcan mutaciones benéficas con valor adaptativo para condiciones futuras impredecibles.

Reconocer el valor de las razas nativas y las prácticas de los agricultores que las mantienen, tanto para las generaciones presentes como futuras de México, así como para el resto del mundo, implica generar políticas públicas que promuevan la investigación y la extensión agrícola para mejorar los rendimientos de los maíces nativos bajo las condiciones de la agricultura campesina. Esto debe tener como un principio fundamental el mantenimiento de las prácticas que aseguran que la evolución del maíz continúe, con la diversidad y la escala con las que opera la agricultura campesina.

Dada la importancia de la producción campesina de maíz para alimentar a mucha más gente de la que se esperaría, es necesario contar con políticas públicas que estudien y favorezcan mecanismos para mejorar la comercialización y el intercambio de maíces nativos a niveles locales y regionales, ofreciendo estímulos y apoyos agronómicos sencillos para mejorar la productividad de estos sistemas en donde sea viable, considerando también las implicaciones ambientales y los impactos para la biodiversidad regional. Estas políticas deben reconocer y responder a las condiciones de los productores y consumidores locales, no basarse simplemente en tratar de replicar modelos utilizados en la agricultura comercial internacional.

 

Conclusión

Los campesinos mexicanos producen maíz en una escala inmensa y en una gran diversidad de ambientes. Esto tiene un impacto considerable en la oferta de maíz del país y en el acervo genético de este cultivo. Sin la agricultura campesina, se perdería la fuente de maíz con el potencial de alimentar casi a la mitad de la población nacional. Además, se reduciría el abanico de opciones con las que podríamos enfrentar exitosamente cambios ambientales, aprovechando la diversidad genética de este cultivo tanto para México como para el resto del mundo. Por lo tanto, como sociedad mexicana debemos reconsiderar el lugar de los campesinos en las políticas públicas y hacer una evaluación más equilibrada de sus diferentes contribuciones al país y al mundo, dada la importancia global de este cultivo. EP

 

1 R. Fernández-Suárez, L.A. Morales-Chávez, A. Gálvez-Mariscal, 2013, “Importancia de los maíces nativos de México en la dieta nacional: una revisión indispensable”, Revista Fitotecnia Mexicana 36, Supl. 3-A, 275-283.

2 B. Shiferaw, B.M. Prasanna, J. Hellin, M. Bänziger, 2011 “Crops that Feed the World 6. Past Successes and Future Challenges to the Role Played by Maize in Global Food Security”, Food Security 3, 307-327 (doi.org/10.1007/s12571-011-0140-5).

3 Conabio, México como centro mundial de domesticación y origen de las plantas cultivadas, biodiversidad.gob.mx/genes/centrosOrigen/mexicoCMundial.html

4 Conabio, Teocinctle, biodiversidad.gob.mx/usos/maices/teocintle2012.html

5 J. Fox y Libby. Haight (eds.), 2010, “Mexican agricultural policy: multiple goals and conflicting interests”, en Subsidizing Inequality: Mexican Corn Policy since NAFTA, Woodrow Wilson International Center for Scholars, Santa Cruz, pp. 9-50, Diario Oficial de la Federación, 2013, Decreto por el que se aprueba el Programa Sectorial de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 2013 - 2018.

6 Conabio, Proyecto Global de Maíces, conabio.shinyapps.io/conabio-pgmaices1/

7 “Evolutionary and food supply implications of ongoing maize domestication by Mexican campesinos”, Proceedings of the Royal Society B 285:20181049. El artículo presenta en detalle la metodología, los datos y resultados descritos aquí, así como referencias adicionales que justifican varios de los puntos hechos en este artículo, dx.doi.org/10.1098/rspb.2018.1049

8 Sagarpa, Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera, sagarpa.gob.mx/datos-abiertos/siap

9 El maíz en México se produce en cuatro modalidades que combinan dos estaciones de siembra al año, primavera-verano y otoño-invierno, con dos regímenes hídricos, riego y temporal. Esto es: primavera-verano temporal, primavera-verano riego, otoño-invierno-temporal y otoño-invierno-riego.

10 No todas las variedades donde se guarda o comparte semilla necesariamente son nativas. Está documentada la práctica de “acriollar” semillas de variedades mejoradas, en la que, aun cuando las semillas originales corresponden a variedades mejoradas que se compraron u obtuvieron de fuentes comerciales, una vez adquiridas se continúan guardando y manejando como si fueran semillas nativas.

11 Coneval, 2012, “Construcción de las líneas de bienestar. Documento metodológico”, México.

12 Suponiendo un tasa de conversión entre maíz grano y tortilla de 1.3, 217.9 gramos de tortilla equivalen a 167.61 gramos de grano más 70.2 gramos de grano y un 25% de pérdidas post-cosecha.

13 A. Muñoz Orozco, 2005, “Centli-maíz”. Prehistoria e Historia, Diversidad, Potencial, Origen Genético y Geográfico, México, Colegio de Postgraduados, Montecillo. E. Aceves Ruiz, A. Turrent Fernández, J.I. Cortés Flores, V. Volke Haller, 2002, “Agronomic performance of the Hybrid H-137 and Landrace Varieties of Maize in the Puebla Valley”, Revista de Fitotécnica. Méxicana 25, 339-347. J.L. Arellano Vázquez, I. Rojas Martínez, G.F. Gutiérrez Hernández, 2014, “Varieties of Blue Maize Chal- queño Selected for Multiple Characters and Yield Stability”, Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas, 5, 1469-1480.

 

 

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Mauricio R. Bellon es ingeniero agrónomo por la UAM Xochimilco y doctor en Ecología por la University of California, Davis. Es coordinador de Estudios sobre la Agrobiodiversidad en la Conabio, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y del Sistema Nacional de Investigadores.

Alicia Mastretta Yanes es bióloga por la unam, doctora en biología evolutiva por la University of East Anglia, experta en diversidad genética de plantas y catedrática Conacyt asignada a la Conabio (mastrettayanes-lab.org/ ).

Alejandro Ponce-Mendoza es doctor en Biotecnología y Bioingeniería por el Cinvestav. Ha trabajado en Inifap, Conabio, la ua mXochimilco y la Universidad de la Sierra Juárez y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (github.com/APonce73).

Daniel Ortiz Santa María es geógrafo por la UNAM y la UAEM, especialista en análisis geoespacial en la Coordinación de Análisis de Riesgo y Bioseguridad de la Conabio.

Oswaldo Oliveros Galindo es biólogo por la UNAM, botánico y especialista en impacto ambiental, bioseguridad, recursos genéticos y agrobiodiversidad.

Hugo Perales es agrónomo por el ITESM, etnobotánico por el Colegio de Postgraduados y agroecólogo por la University of California, Davis. Es investigador titular en El Colegio de la Frontera Sur y especialista en conservación in situ de recursos genéticos agrícolas.

Francisca Acevedo Gasman es bióloga por el Grinnell College, maestra en Ciencias por el Colegio de Postgraduados y doctora por la Universidad Politécnica de Madrid. Actualmente es coordinadora de Análisis de Riesgo y Bioseguridad en la Conabio.

José Sarukhán es biólogo por la UNAM, investigador emérito del Instituto de Ecología, coordinador nacional de Conabio, miembro de El Colegio Nacional, de la Academia Nacional de Ciencias y de la Royal Society, Londres.

 

 

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