Perrealismo: Pájaro de las cuatrocientas voces
Son como las 6:30 de la mañana o antes y mi mamá está en la cocina haciendo un licuado, mi papá está sacando el carro, mi hermana y yo esperamos en el sillón mientras escuchamos un cuento con palabras desconocidas. En el estéreo suena radio UNAM. Se nos hace tarde, nos tenemos que ir pero el cuento de la creación del sol todavía no se acaba y mi papá empieza a pitar en la calle para que nos apuremos.
Él tiene la cara redonda, es moreno, sus labios son son gruesos y morados. Nos dijo que de niño comía muchas paletas de uva y por eso le quedaron así. Su familia es deTzintzuntzan, Michoacán, donde hacen jarritos con la tierra del suelo del mismo material de la que está hecha su casa. La única palabra que sé en otomí (y no estoy seguro, ni sé como se escribe) suena así:
“Hatsa ri shouri nini”
Que significa algo así como buenos días.
A mi papá le preocupa que mi hijo hable inglés y a mi me preocupa que le preocupe tanto porque a mí, la verdad, no me interesa para nada. Desde los nueve años, mi hermana y yo fuimos obligados a ir a clases de inglés porque era importante para algo.
Mi abuelita, la única que me quedaba murió hace dos años, era la última que sabía hablar otomí de la familia.
Mi papá siente que ya se va a morir. Ayer se vino a despedir de mi hijo.
Al final nos quedan las últimas palabras que escuchamos o decimos.
*Yásnaya Aguilar: "Las lenguas indígenas no se mueren, las mata el Estado Mexicano".