Ayuujk: El castellano y el nacionalismo mexicano
El mundo se halla dividido en aproximadamente 200 entidades. A cada uno de esas entidades legales les llamamos “países” en la actualidad. Esas entidades legales han impuesto fronteras que no podemos traspasar sin autorización de los gobiernos a cargo. Estas entidades legales son estados y cada uno de ellos genera unas prácticas y narrativas que justifican su existencia como algo irremediable en la historia. Cada uno de esos estados genera símbolos, banderas, himnos, una historia única compartida, discursos y rituales, como en México la ceremonia de los honores a los símbolos patrios. Cada una de esas entidades, cada uno de esos países dice que su existencia es legítima y legal por el simple hecho de decirlo: porque esta nación, es única e indivisible, dicen los documentos legales que sustentan su legitimidad. ¿Qué hubiera pasado si existieran 400 o mil o tres mil países en el mundo? ¿Por qué sólo deben existir los países que existen? ¿Qué hubiera sucedido si existieran menos países que los que hay en la actualidad? ¿Qué pasaría si existiera un solo país? Aún más, ¿qué sucedería si estos estados, estos países, estas entidades legales no existieran? Estas preguntas han sido formuladas a lo largo del tiempo por diversas personas y diversas corrientes de pensamiento. Es más, durante la historia de la humanidad la existencia de estas entidades que llamamos y conocemos ahora como países es algo en realidad muy reciente. Antes existía una diversidad de tipos de organizaciones sociopolíticas en el mundo.
Antes de 1821 México no existía, aunque ahora su territorio coincida parcialmente con el territorio de la Nueva España y parcialmente con el que fue el territorio controlado por el imperio mexica. Ni la Nueva España corresponde a lo que hoy se denomina México, ni mucho menos al imperio azteca. La imagen mental que tenemos del territorio de este país llamado México desde su creación ha ido cambiando, en un tiempo Guatemala y México fueron el territorio de un solo país, así como California y Texas también pertenecían a este mismo estado. México es un estado que fue configurándose por distintas circunstancias históricas no porque estuviera destinado a nacer ni porque hubiera surgido de un pacto entre todos los pueblos que habitaban el territorio. México pudo no haber existido como un solo país, pudo haber sido parte de un país más grande junto a California y Guatemala que tuviera otro nombre, pude ser muchos países distintos, hay muchas posibilidades. Convertirse en un estado, con un poder legislativo, un poder ejecutivo y un poder judicial no es el único modo de organización posible. Imagino un mundo posible en donde algunas sociedades se organizan de manera comunal, otros de manera clánica, otras de múltiples maneras imaginables.
Todas las prácticas y discursos que hacen que aceptemos como natural, deseable e incluso heroica la existencia de este limitado número de países son nacionalismo. La existencia de estas mismas prácticas provenientes de pueblos que no son estados suele ser condenado. Si el estado mexicano cuenta con una bandera, esto se acepta como lo natural o lo legítimo; si un pueblo indígena enarbola una bandera, un himno y un discurso de orgullo, estas mismas prácticas son condenadas. Todo aquel discurso o práctica que vaya en contra de la idea de que cada país es único será condenado. Estamos tan imbuidos en el nacionalismo de los países que nos parece natural y dado.
Parte del nacionalismo mexicano se centró en la lengua castellana como uno de los baluartes que perpetúan la existencia del país como algo perfectamente natural y destinado a ser. Durante una buena parte del Siglo XX, el castellano fue nombrado en los libros de texto como “lengua nacional”. Ese estatus contrastaba con el estatus de “dialectos” que se les dio a las lenguas indígenas y explicó su destierro como lengua de enseñanza en el sistema educativo y como lengua de uso en toda la administración estatal. Además de una supuesta historia común, de pretender ser una nación única y homogénea, el estado mexicano utilizó el castellano como elemento nacionalista.
Ahora los discursos y las leyes han cambiado. Ahora se habla de un México pluricultural y plurilingüe. Sin embargo, este nuevo discurso multiculturalista sigue narrándose como un atributo a esa entidad que, aunque diversa, sigue siendo única. La diversidad de lenguas y de culturas es entonces una propiedad de esa entidad llamada México. Estos nuevos discursos ocultan lo que las prácticas del estado siguen reproduciendo: el castellano sigue siendo un elemento nacionalista. En la práctica, las lenguas indígenas no están siendo utilizadas en los territorios como lenguas nacionales. El sistema de educación bilingüe no garantiza el uso de las lenguas indígenas como las lenguas de enseñanza, lenguas mediante las que se imparten y practican diversos tipos de conocimientos; el sistema judicial y el de salud tampoco utilizan las lenguas indígenas en los territorios correspondientes por mencionar sólo dos de las áreas de administración del estado. En la realidad, para el estado mexicano el español sigue siendo la lengua nacional, uno de los símbolos que abonan al nacionalismo mexicano, ese nacionalismo en nombre del cual nuestras lenguas y pueblos han sido históricamente combatidos.