Ayuujk: No es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe
He escuchado a varias personas decir que no quieren aprender inglés porque se trata de la lengua de un imperio capitalista. Odiar a las lenguas en sí mismas va en contra de la idea de que a través del entendimiento entre lenguas es posible construir puentes de entendimiento que puedan en algún momento contribuir a la creación de un mundo menos violento. El inglés es también la lengua de muchos pueblos y personas que luchan cotidianamente contra la violencia y contra los efectos de un sistema económico e ideológico que produce estragos en la vida de muchos pueblos y personas. Los sistemas lingüísticos, abstractos y cambiantes, no son los culpables y pueden ser medios que contribuyan a diálogos necesarios. Aprender la lengua de muchos otros es la mejor manera de evidenciar la voluntad de entendimiento.
Si bien esto es cierto, no podemos tampoco obviar el hecho que entre las comunidades de hablantes de las distintas lenguas del mundo median relaciones de poder con orígenes históricos. Por un lado existen lenguas que son legitimadas por Estados-nación y otras lenguas que son o han sido ignoradas, incluso combatidas para ser exterminadas como política pública.
En mi infancia en la sierra norte de Oaxaca, la palabra “bilingüe” significaba para mí mixe-español y se usaba en ciertos contextos con conotación despectiva, los profesores en aquella época recibían menor salario si impartían clase en una escuela del sistema bilingüe y en general estas escuelas eran consideradas como de menor calidad. A estas escuelas se oponían las del sistema “formal”, escuelas en las que se enseñaba solo español, donde los profesores tenían mejores salarios y más prestigio. En uno de mis primeros viajes a la Ciudad de México, me di cuenta a través de carteles y anuncios que la palabra “bilingüe” tenía una conotación positiva y deseable, no se trataba de un bilingüismo náhuatl-español, como creí en un principio, sino de un bilingüismo inglés-español: existían escuelas bilingües, se solicitaban secretarias bilingües y la palabra en general estaba rodeada de un aura de prestigio. Me di cuenta entonces que, aunque cognitivamente sean igual de valiosos, no es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe.
Hace unas semanas, Aurelio Nuño, el secretario de Educación, anunció un programa mediante el cual se pretende cumplir el objetivo de convertir a México en un país bilingüe en unos 20 años. El anuncio de un México bilingüe me tomó completamente por sopresa, en primer lugar porque en los discursos oficiales casi siempre se habla de México como un país multilingüe, como uno de los países con mayor número de lenguas en el mundo y que pertenecen a doce familias lingüísticas distintas entre sí. ¿Si México es un país multilingüe entonces por qué la pretensión expresa de convertirlo en un país bilingüe?
Obviamente se trataba de nuevo de ese bilingüismo privilegiado socialmente: el bilingüismo inglés-español. No se habló de los numerosos hablantes de lenguas indígenas que somos ya bilingües ni de un programa en el que los hablantes monolingües del español puedan conocer y aprender de las distintas lenguas nacionales. Se asumió que el México bilingüe del que habló el secretario Aurelio Nuño es el del inglés-español.
Por otra parte, sabemos que México es un país multilingüe pero sus habitantes no lo son, la discriminación histórica hacia las lenguas indígenas ha impedido la construcción de sociedades multilingües y ha privilegiado la creación paulatina de sociedades monolingües en español. La enseñanza del inglés me parece un objetivo noble, sin embargo parece plantearse desligado de una política lingüística integral que contemple todas las lenguas del país. No podría decirse entonces que el objetivo es construir un México bilingüe sino un México multilingüe.
Hay que considerar también que hasta ahora la enseñanza del inglés tiene implicaciones clasistas. Mientras que en otros países se asegura el aprendizaje de esta lengua después de ciertos años en el sistema educativo, en México se invierten años en clases de inglés con casi nulos resultados. Muchas personas tienen que aprender inglés pagando escuelas privadas.
Mientras el Estado mexicano sigue desatendiendo un país plurilingüe, pretende construir un México bilingüe. El diseño de las políticas lingüisticas tiene que ser integral y deben considerarse todas las lenguas involucradas en diferentes pueblos, regiones y situaciones. Observando los usos y costumbres lingüicidas de las políticas públicas pareciera que, por un lado, se pretende terminar con las lenguas indígenas creando sociedades monolingües a las que después se les pretende aplicar un proceso para convertirlas en bilingües inglés-español, porque, como ya se ha visto, en este país no es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe.
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