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Ocios y letras: Porfiriato, porfirismo, porfirista y porfiriano

Miguel Ángel Castro | 01.11.2015

A la memoria de

don Moisés González Navarro

 

En agosto de 1915 en San Antonio, Texas, apareció el prospecto del semanario ilustrado Revista Mexicana, que editó Nemesio García Naranjo con el propósito de:

Levantar el crédito de nuestro pueblo; desvanecer las calumnias propaladas en contra de nuestra raza; exhibir con orgullo las nobles floraciones de la cultura mexicana; trabajar por la solidaridad de todos los emigrados; contribuir al mejoramiento de aquellos compatriotas que desde hace medio siglo viven en este país tan irredentos como los polacos de Varsovia y los italianos de Istria; y sobre todo de avivar la fe en la resurrección de la Patria.

 

Desterrado en Estados Unidos, el periodista dedica la primera entrega de su publicación a Porfirio Díaz para rendirle homenaje con motivo de su muerte, acaecida un mes antes, el 2 de julio, en París. Cubre toda la portada de la Revista Mexicana el que considera “último retrato del general Porfirio Díaz”. La imagen llama la atención porque parece la de un elegante anciano de buena posición social que, adusto, reta con cierta serenidad a quien lo mira, y se aleja de aquella del presidente todopoderoso, de rostro altivo y mirada profunda, del general a caballo que como aristócrata presume su garbo y bizarría. Sin embargo, no nos parece tan patética como la describe García Naranjo:

El último retrato del general don Porfirio Díaz es la mejor historia que se puede hacer de la amargura de su destierro […]. En él se nota la figura marcial del paladín de Oaxaca enteramente desencantada y vencida. Ya no tiene el rostro imponente de un hombre que manda sino la faz angustiada de un ser que sufre. Su frente, antes soberana y tranquila, aparece semivelada por una profunda melancolía y muestra la misma majestad ultrajada de los últimos meses de María Antonieta. Su boca se cierra duramente con un rictus marcado de dolor, en tanto que sus ojos, aquellos ojos relampagueantes y dominadores que lloraban en otros tiempos sin que las lágrimas dejasen en sus párpados una sola huella de tristeza aparecen cansados, abatidos, con deseos vehementes de cerrarse para siempre…

 

El escritor lamentaba la suerte de los exiliados, los que habían sido calificados de porfiristas o que sufrían el destierro por sus ideas políticas, como él lo experimentaba.

A cien años de la muerte de Porfirio Díaz, se abre una vez más la discusión sobre su lugar como héroe o villano en la historia patria, nacional o de México. Debate superado desde hace tiempo por la historiografía académica como lo demuestran los trabajos de José C. Valadés, Daniel Cosío Villegas, Moisés González Navarro, François-Xavier Guerra, Enrique Krauze, Fausto Zerón-Medina, Charles A. Hale, Carlos Tello Díaz, Javier Garciadiego y Paul Garner, más centenas de estudios especializados sobre el régimen que han llevado a cabo investigadores, profesores y estudiantes en las universidades y en un buen número de proyectos editoriales, de cine, radio y televisión interesados en “aquellos tiempos”. La ocasión nos obliga a revisar las palabras Porfiriato, porfirismo, porfirista y porfiriano. Veamos.

El Porfiriato es la palabra que hace alusión al tiempo que duró el Gobierno del general Porfirio Díaz, a sus siete presidencias, la de 1876 a 1880 y las de 1884-1888, 1888-1892, 1892-1896, 1896-1900, 1900-1904 y 1904-1910, más el pico de 1911, pues renunció al cargo el 25 de mayo. (Para una buena parte de los historiadores del régimen, el periodo de 1880-1884 del Gobierno del general Manuel González fue una continuación de la política de Díaz y puede considerarse dentro del Porfiriato.) Ante las opciones que ofrece la ortografía académica de escribir esta clase de sustantivos con o sin mayúscula inicial, preferimos el primer caso porque consideramos que corresponde al criterio que al respecto establece el Diccionario panhispánico de dudas:

Se escriben con mayúscula inicial los nombres de edades y épocas históricas, cómputos cronológicos, acontecimientos históricos y movimientos religiosos, políticos o culturales: la Edad de los Metales, la Antigüedad, la Edad Media, la Hégira, el Cisma de Occidente, la Contrarreforma, la Primera Guerra Mundial, la Revolución de los Claveles, el Renacimiento. Igualmente se escriben con mayúscula los sustantivos que dan nombre a eras y periodos geológicos: Cuaternario, Mioceno, Pleistoceno, Jurásico...

 

No he localizado la primera mención de Porfiriato como sustantivo que hace referencia al periodo 1876-1911, es posible que la fijación de la palabra en la historiografía proceda de La Historia moderna de México de Daniel Cosío Villegas, el tomo correspondiente a dicho periodo lo escribió Moisés González Navarro (quien falleció el 10 de febrero de este año). La Nueva gramática de la lengua española nos explica que:

Es variable la interpretación temporal de los sustantivos que designan estado o dignidad formados con los sufijos -azgo, -ado y -ato. El sentido temporal resulta natural en noviazgo y también en papado, virreinato, emirato, califato, entre muchos otros sustantivos, como en “durante su califato”, “a lo largo del virreinato”, o en “el papado transcurrió sin graves incidentes”.

 

El capítulo de la Gramática añade que este sentido temporal no está excluido pero que es “muy infrecuente” en palabras como consulado, decanato, generalato o rectorado, lo que llama nuestra atención, sobre todo en el último caso, porque es el sentido con el que con mayor frecuencia lo empleamos, justo en estos días escuchamos que termina el rectorado del doctor José Narro en la unam, es decir, el tiempo durante el cual ejerció la dignidad mencionada, la de ser rector. Ahora bien, difícilmente se afincaría un término como narrato, como no lograron hacerlo en su momento cardenato ni echeverriato ni otros “atos”, tal vez porque la duración de los Gobiernos de Cárdenas y Echeverría no se extendió más allá de un sexenio y, en todo caso, si tuvieron repercusiones significativas no se mantuvieron el tiempo necesario como para identificarse con su nombre.

José C. Valadés publicó en 1948, en dos tomos, el libro El Porfirismo: Historia de un régimen, por lo cual la palabra porfirismo se consideró por otros historiadores como sinónimo de Porfiriato, sin embargo, consideramos que Valadés no pensaba en los límites de los Gobiernos de Díaz sino en la explicación de su funcionamiento, de los mecanismos del poder de ese presidente que supo conservar la paz e impulsar la labor de las instituciones públicas. De modo que es aconsejable usar porfirismo siempre y cuando se haga referencia a la forma de gobernar, al sistema. Recordemos que el sufijo -ismo se emplea para designar un sistema, un método. Se trata de un sufijo muy productivo, entre los sustantivos que ha formado se encuentran los de sentido de ‘movimiento, doctrina, tendencia’, como los conocidos surrealismo, liberalismo, modernismo, futurismo, existencialismo, marxismo, socialismo, etcétera. Cabe advertir que son tantos los términos que se han producido con este sufijo que la Nueva gramática advierte que “su gran vitalidad hace prácticamente imposible que los diccionarios den cabida a todas las voces que pueden formarse hoy con él”. Al parecer se crean con más facilidad derivados nominales en el español americano que en el europeo, tal es el caso de tortuguismo, malinchismo, valemadrismo, asambleísmo y ausentismo, entre otros.

Según Paul Garner, el porfirismo también es una categoría historiográfica que considera como positivo el régimen de Díaz, que tiene una opinión favorable sobre su personalidad, lo cual ha generado las formas antiporfirismo y neoporfirismo, de evidente significado.

Tan productivo como el sufijo -ismo es el sufijo -ista, y en el caso que nos ocupa, porfirista, toma el sentido de ‘seguidor’, ‘partidario’, como en marxista, socialista y carlista; de esta manera decimos que tanto Nemesio García Naranjo como Victoriano Salado Álvarez eran porfiristas.

Como adjetivo, el sufijo -ista también es lo ‘relativo a’, así decimos un artículo porfirista, una canción porfirista y, en el caso de enfatizar la relación de un objeto, una persona o una situación con los años del Porfiriato, optamos por porfiriano; así, una casa, una colonia, una fotografía, un escritorio y, quizá, una persona, resulten porfirianos.

 

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MIGUEL ÁNGEL CASTRO estudió Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha sido profesor de literatura en diversas instituciones y es profesor de español en el CEPE. Especialista en cultura escrita del siglo XIX, forma parte del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Investiga y rescata la obra de Ángel de Campo, publicó Pueblo y canto: La ciudad de Ángel de Campo, Micrós y Tick-Tack.

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