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Taberna: Joyceano con pies de página  

Fernando Clavijo M. | 07.06.2016
Taberna: Joyceano con pies de página  
Como parte de las celebraciones dedicadas a una de las mayores figuras de la literatura irlandesa, este artículo nos conduce por las calles de Dublín rememorando algunos de los alimentos que aparecen en la obra maestra de James Joyce.

Como si hiciera falta una excusa para comer y beber, este 16 de junio se celebra el famoso Bloomsday, día en que el personaje principal de la novela Ulises, de James Joyce, se pasea por bares y restaurantes de Dublín tratando de volver a sí mismo, a la manera del protagonista de La Odisea. En este breve espacio intentaré recrear tres de las comidas de Leopold Bloom, dejando de lado al pub irlandés.

Dado que los primeros capítulos conciernen a Stephen1 —para mí el personaje más entrañable de Joyce—, en lo que se conoce como la telemaquiada, nos topamos con su tío Bloom hasta el cuarto, “Calipso”. Aquí sale de su casa cual judío errante,2 huyendo de una domesticidad insatisfactoria,3 luego de haberle preparado el desayuno a su mujer, Molly,4 para comprarse un hígado y volver a casa a pasarlo por el sartén. Un desayuno hercúleo, algo así como una machaca norteña.

La segunda parada para nosotros será la tercera para Bloom, pues la cena anglosajona equivale a nuestra comida. Hemos saltado al capítulo 11, “Las sirenas”, donde la tentación es representada por las barmaids Lydia Douce y Mina Kennedy (que ligan con Boylan, el amante de Molly) en el hotel Ormond, pero la música que caracteriza a este episodio de La Odisea está presente durante la cena y en la propia prosa. Dice la novela: “Pat served uncovered dishes. Leopold cut liverslices. As said before he ate with relish the inner organs, nutty gizzards, fried cods’ roes while Richie Goulding, Collis, Ward ate steak and kidney, steak then kidney, bite by bite of pie he ate Bloom ate they ate”,5 lo que me hace pensar en los sesos en mantequilla negra del Casa Bell, acompañados de alcaparras y uno de los purés de papa6 más mantequillosos de México, pues como sigue el texto: “in liver gravy Bloom mashed mashed potatoes”.

Así, el lunch de Bloom sería nuestra cena. Bloom se niega a entrar al Burton (hoy en día The Bailey, en la calle Duke), pues la manera troglodita de comer de los clientes lo ahuyenta, muy a tono con el capítulo 8 correspondiente a La Odisea, “Lestrigones”, donde Ulises trata con estos caníbales gigantes. En vez de eso prefiere el pub de Davy Byrne,7 y opta por un plato vegetariano: sándwich de queso y un vaso de tinto. No hay merienda mexicana más típica que una quesadilla, y en este caso las de Las Lupitas podrían venir con un vaso de agua de Jamaica, desafortunadamente dulce.

Al norte del río Liffey, en la ciudad de Dublín, queda el James Joyce Centre, en la calle North Great George’s Street. Un edificio modesto de ladrillo en cuyas pequeñas habitaciones se exhiben fotos, dibujos, libros, y se venden recuerdos sencillos pero no por eso menos preciados por sus visitantes. Aunque Joyce nunca habitó esa casa, la visita es emocionante.8 La figura polémica del único heredero del gran escritor, Stephen James Joyce,9 quien mantiene este lugar y su legado con gran austeridad y recelo,10 famosamente dijo lo que nadie más puede decir: “I am a Joyce, not a Joycean”.

 

1 Este diciembre se cumplen 100 años de la maravillosa novela sobre Stephen Dedalus (que es, como su nombre lo indica, una promesa), A Portrait of the Artist as a Young Man.

2 Como fue en realidad la vida de los Joyce.

3 Igual que el propio Ulises.

4 El 16 de junio es la fecha en que Joyce salió a caminar por primera vez con Nora Barnacle, su compañera de toda la vida.

5 El gran apetito de Bloom contrasta con la austeridad de Stephen, quien en la novela ya antes mencionada, en un pasaje donde un jesuita instruye hermosamente a los niños sobre los tormentos del infierno, se autocuestiona: “So he had sunk to the state of a beast that licks his chaps after meat”.

6 ¿Podían faltar las papas en Irlanda?

7 Aunque no entra, en el capítulo 6, “Hades”, Bloom pasa frente al Redbank y piensa en cómo su menú de ostras y champaña puede servir de afrodisíaco para Doylan. En efecto, es insensato transitar por Dublín sin probar sus ostras, aún en un lugar tan trillado como el famoso Temple Bar, casi a la orilla del río Liffey. Pero el platillo verdaderamente indispensable es el cordero.

8 Algo similar sucede en la casa de Nabokov, en San Petersburgo. El escritor ruso hizo un mapa de Ulises, reproducido digitalmente por estudiantes de Yale.

9 El señor Joyce trabajó para la OCDE cuando México negociaba su ingreso a dicha organización; mi padre cenó con él y el secretario general Jean-Claude Paye en el Maxim’s de París —pregunté cómo era pero aparentemente no dejó ninguna impresión duradera, aparte de haber cenado chuletas de cordero y un buen borgoña. Formó parte, pues, del sueño thatcheriano, conocido después como el Washington Consensus, del que aún intentamos despertar.

10 La protección del copyright le llevó recientemente a un litigio con la escuela de leyes de la Universidad de Stanford (el cual perdió).

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Fernando Clavijo M. es consultor independiente y autor del libro cinegético Marismas de Sinaloa.

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