“Un marco elocuente de referencias” Entrevista con Adolfo Castañón
David Noria: Las cartas entre Arnaldo Orfila (1897-1998) y Octavio Paz (1914-1998) que usted ha editado y anotado son fundamentales para conocer la gestación de la editorial Siglo XXI, que ha cumplido ya cincuenta años. ¿Cómo surgió este proyecto?
Adolfo Castañón: La correspondencia entre Octavio Paz y Arnaldo Orfila se publicó en 2006, pero entonces las cartas aparecieron sin aparato crítico. Al doctor Jaime Labastida le pareció importante que hubiera una edición anotada, así que me encargó esa labor. Esto tiene que ver con que yo he trabajado en la anotación de otros documentos, como el Diario de Alfonso Reyes, tomo II,1 y la correspondencia Reyes-Henríquez Ureña que va de 1914 a 1944 y que está en prensa en el Fondo de Cultura Económica (FCE), entre otros. Digamos entonces que tengo una cierta práctica o sensibilidad para poder establecer un marco elocuente de referencias alrededor de un texto. Hacer ediciones anotadas es un deporte que practicaron José Luis Martínez y —aunque poco— el propio Alfonso Reyes, y que tiene una cierta tradición sobre todo en las letras francesas e inglesas. Me parece, entonces, auspicioso haber podido realizar este trabajo en colaboración con un equipo en el que estuvieron Alma Delia Hernández y Milenka Flores, Karina Kei González, Cristina Villa Gawrys, Verónica Báez, Leticia Gaytán e Irma Martínez.
¿Cuáles son los grandes temas que alberga este epistolario?
En realidad, las ciento cuarenta y cuatro cartas que están aquí incluidas tienen por objeto, en primer lugar, la edición de la antología Poesía en movimiento.2 Otro de los temas centrales en la correspondencia cruzada entre Orfila y Paz es precisamente la creación de la editorial Siglo XXI, porque Arnaldo Orfila Reynal, quien había sido director del FCE durante casi dos décadas, recibe en 1965 la instrucción de parte de la Junta de Gobierno de que debe desprenderse de la editorial, y queda, digamos, a la intemperie. Así que, don Arnaldo, que era una persona muy creativa y que no se dejaba vencer tan fácilmente, salió con mucha elegancia del FCE (del edificio de Parroquia y Universidad, que ahora ya no está, frente a Plaza Universidad) a buscarse un nuevo destino, y ese nuevo destino era el mismo de ser editor. Entonces podemos imaginar que sale de Parroquia y Universidad elegantemente vestido con un portafolio y una agenda en la mano. En esa agenda estaban los nuevos proyectos editoriales que él había venido sembrando en el pasado inmediato. Uno de esos proyectos era precisamente la antología Poesía en movimiento, de modo que eso ya implica la historia de la editorial. Es importante notar que, por un lado, el FCE había publicado unos años antes, en 1953, una antología3 de un crítico literario, entonces muy connotado, que se llamó don Antonio Castro Leal (Orfila lo había invitado a reeditar la antología, pero no se pusieron de acuerdo). Por otro lado, Octavio Paz había hecho en Francia, en 1952, una antología de la poesía mexicana en francés publicada por la unesco con prólogos de Alfonso Reyes y de Paul Claudel, que también se publicó traducida al inglés por Samuel Beckett.4 Había la tentación de que Paz hiciera una antología de la poesía mexicana, y eso es lo que le propone Orfila. Pero aquél dice que no le interesa tanto hacer una antología de la poesía mexicana, sino más bien hacer una de la poesía hispánica del tipo Laurel,5 que él había hecho años antes con Xavier Villaurrutia y otros. En el curso de esa conversación viene la guillotina que quita a Orfila del FCE y todo se interrumpe. Pero éste vuelve a las andadas de la antología. Todavía en el FCE habían decidido ponerse de acuerdo con el concurso de Alí Chumacero (1918-2010) porque Paz estaba en la India y no podía hacer una antología individualmente. Entonces se llegó a una fórmula de que habría dos jóvenes, Homero Aridjis (1940) y José Emilio Pacheco (1939-2014), y dos senadores, Paz y Chumacero, para cocinar el proyecto. En esas cartas me queda la clara idea de que a los cuatro autores que figuran en Poesía en movimiento habría que añadir un quinto, que sería Orfila, pues él estuvo atendiendo muy celosamente la antología. En ese contexto también sobresale distintivamente el perfil de Paz, no como un poeta que está en las nubes, en la luna o en otro mundo, sino como una persona muy real que está pensando en la importancia que tiene, milímetro a milímetro, la inclusión de una persona o no, de un poema o no, pero también está pensando en las partes materiales como la distribución. Se ve cómo Paz no era nada ingenuo, y cómo tenía una formación cabal de editor.
Otro tema es el de los libros que publica Paz con Siglo XXI: Corriente alterna6 y Posdata,7 porque en el camino de esta correspondencia viene la revuelta estudiantil y civil de 1968. En general, es el tema de la cultura de los años sesenta, de la cultura de las rebeliones de estudiantes, de la cultura derivada de la Guerra de Vietnam y de la propia cultura mexicana que está pasando por un momento de crisis, que es el 68. Vemos cómo Octavio Paz renuncia a la embajada de la India, se va a Europa y de 68 a 70 está no a la deriva, pero sí prudentemente distanciado de México. La correspondencia concluye cuando regresa a México.
Dos últimos temas centrales que se dibujan en la correspondencia: se le plantea a Octavio la tentación de hacer sus obras completas; el primer testimonio de hacer obras completas aparece en esta correspondencia. El otro tema es la idea de hacer una revista, que eventualmente llegará a ser Plural.8 Esta idea va a estar presente en el horizonte intelectual de Paz desde sus cartas con Tomás Segovia, y era una idea fija que tenía de que de alguna manera su itinerario como escritor, intelectual y persona pública, pasaba por este momento en el cual el escritor se convierte en el centro de una conversación a nivel amplio, no sólo del país sino del mundo, y de una conversación interdisciplinaria o multidisciplinaria, donde estará presente siempre la brújula de la poesía, de la literatura, de la crítica; diálogo con las artes plásticas, la pintura, la escultura, el cine, la ciencia y la inevitable política. Esta combinación de artes, crítica, poesía y política va a cristalizar en la revista Plural, cuya gestación se discute mucho en esta correspondencia.
Considero que la correspondencia que tenemos aquí es única por la fortaleza, la integridad, la entereza, el agarre, el nervio y la sagacidad de ambos interlocutores. Hay que decir que Orfila no estaba solo. Estaba acompañado de una señora francesa que se llamaba Laurette Séjourné (1911-2003), que era una antropóloga y arqueóloga que había sido discípula de Claude Lévi-Strauss y que había sido compañera de Víctor Serge. Ella era el puente con Francia, con Lévi-Strauss y con la alta cultura francesa —aunque también Orfila tenía lo suyo. Y ella también era el puente con la izquierda latinoamericana. Laurette es importante para muchas cosas, pero para una inmediatamente relacionada con Octavio Paz. La persona que le puso el nombre de Posdata al libro que originalmente se iba a llamar Crítica de la pirámide, que es una especie de actualización de El laberinto de la soledad, fue ella, con esa inclinación sintética de la cultura francesa.
¿Cómo surgió la relación de Orfila con México?
La relación de Orfila con México es muy profunda. Viene desde los años veinte. Orfila acudió entonces a un congreso de estudiantes convocado por Daniel Cosío Villegas, el cual se dio en el marco de la revuelta estudiantil de Córdoba en Argentina. Aquí simpatizó mucho con cierta parte de la inteligencia mexicana, y cuando ya se disponía a regresar a Argentina dio la casualidad de que Pedro Henríquez Ureña estaba buscando salir de México. Entonces Rafael Alberto Arrieta y Orfila son los dos amigos que lo van a acoger en 1924 en La Plata. Orfila, que había sido más bien una persona de formación en ciencias exactas —era químico—, se decantó por la militancia de izquierda, y tenía también una vertiente sociológica. Había estado muy cerca de ciertos grupos de izquierda en Argentina, particularmente de los asociados con Alejandro Korn, fundador de la Universidad Popular. Así que cuando a Cosío Villegas y Alfonso Reyes se les ocurre abrir una ventana en el sur para el FCE, este último le pregunta a Henríquez Ureña a quién tiene pensado para que lo dirija. Pedro responde que obviamente Arnaldo Orfila. Entonces éste dirige el FCE en Argentina y cuando Cosío Villegas se cansa de la dirección de la editorial en México, lo llama para que esté al frente. Su periodo como director dura desde finales de los años cuarenta a 1965. En el camino, a Orfila le toca darle al FCE un gran impulso en esos años: va a abrir colecciones como Literatura mexicana y Colección popular, le dará nueva fuerza a los Breviarios y organizará las traducciones. Orfila era un editor muy avezado y sabía que la edición es un trabajo de tiempo completo. No hizo mal papel. Tan no hizo mal papel que cuando salió del FCE, los intelectuales mexicanos fueron muy sensibles y hubo un célebre discurso de Fernando Benítez donde dijo que no iban a permitir que le quitaran la casa a Orfila y que se iban a juntar todos para fundar una nueva editorial. Y así es como se funda Siglo XXI. Todo esto está de alguna manera interlineado en las cartas. Entonces la correspondencia tiene una gran cantidad de elementos históricos, literarios, críticos y políticos de gran interés.
Otra cosa que traía Orfila desde Argentina, un poco alentado por Henríquez Ureña, era su simpatía por el pensamiento liberal; dicho de otra manera, por la izquierda, de modo tal que yo pensaría que un capítulo muy importante de lo que ahora se llama con mucha pompa “la historia intelectual” pasa precisamente por la historia de los editores y la historia de la edición. Entonces, yo creo que Argentina en aquel momento fue un tablero importante de formación de editores. Orfila era uno de ellos, pero vamos a decir que no estaba solo. Voy a mencionar nada más a otro: el padre de Liliana Weinberg, Gregorio Weinberg,9 que también fue editor y fue uno de los fundadores de una editorial allá en Buenos Aires.
Podríamos pensar que una correspondencia es como un ejercicio de acrobacia donde van dos funámbulos sobre la cuerda floja y hacen evoluciones sobre ella, y son muy diestros y se aplauden: hacer una edición anotada es como ponerle una red a esos equilibristas que están evolucionando sobre la cuerda para que le demos al lector la seguridad de que cada uno de los movimientos que éstos van a dar sea en cierto modo inteligible a la luz de la historia y no caiga en el vacío. Esto me lleva a la idea de la filología de hoy en día que tiene que ver con rescatar particularmente estos oficios cruzados y contrapuestos que están alojados en las correspondencias. Yo creo que la correspondencia tiene un estatus epistemológico particular —siempre lo he pensado— porque debe tener una voluntad de comunicar, pero de comunicar las cosas de manera comprobable, y en cierto modo quien manda una carta no puede mentir ni puede jugar a la literatura, buena o mala. Tiene que estar siempre acompañando al otro en el regreso. Así pues, en cierto sentido pienso que las correspondencias son uno de los elementos que mejor nos permiten conocer al ser humano. En este contexto tenemos la enorme ventaja de contar con las cartas de ida y vuelta de Paz y Orfila. Sería por supuesto interesante anotar las cartas de este último con Carlos Fuentes10 o con Alfonso Reyes.11 Están publicadas las tres, pero ahora nos hemos quedado en la anotación de la correspondencia Orfila-Paz, aunque sería muy lindo poder anotar Orfila-Reyes. Esta conversación bien puede servir para animar a que se haga más el ejercicio de anotación de epistolarios.
Estoy muy contento, agradecido, realizado —es una buena palabra, realizado— por haber podido anotar esta correspondencia que en cierto modo nos permite asomarnos más y mejor a un tiempo que creímos vivir pero cuyo sentido se nos escapaba. ~
NOTAS
1. Alfonso Reyes, Diario II (1927-1930), edición crítica, introducción, notas, fichas bibliográficas e índice de Adolfo Castañón, fce, México, 2010.
2. Poesía en movimiento. México 1915-1966, selecciones y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, prólogo de Octavio Paz, Siglo XXI Editores, México, 1966.
3. Antonio Castro Leal, La poesía mexicana moderna, fce, México, 1953.
4. Anthologie de la poésie mexicaine, UNESCO, París, 1952.
5. Laurel: Antología de la poesía moderna en lengua española, edición, selección y epílogo de Octavio Paz, selección de Emilio Prados, prólogo de Xavier Villaurrutia, y selección de Juan Gil-Albert, Séneca, México, 1941.
6. Octavio Paz, Corriente alterna, Siglo XXI Editores, México, 1967.
8. Plural, revista publicada por el diario Excélsior y dirigida por Octavio Paz de octubre de 1971 a julio de 1976.
9. Gregorio Weinberg (Buenos Aires, 1919-2006), editor de EUDEBA, UTEHA, Hachette, Lautaro y Taurus.
10. Cartas cruzadas 1965-1979. Carlos Fuentes-Arnaldo Orfila, Siglo XXI Editores, México, 2013.
11. Correspondencia 1923-1957: Alfonso Reyes-Arnaldo Orfila Reynal, edición de Serge I. Zaitzeff, Siglo XXI Editores, México, 2009.
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ADOLFO CASTAÑÓN es poeta, ensayista, narrador, crítico literario, traductor y editor. Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.
DAVID NORIA ha publicado poesía, ensayo y traducción en diversos medios. Actualmente colabora en la nueva edición del epistolario entre Alfonso Reyes y José María Chacón y Calvo.