youtube pinterest twitter facebook

#CuotaDeGénero: Máscaras

Abril Castillo | 12.12.2017
#CuotaDeGénero: Máscaras
#CuotaDeGénero es el blog de Abril Castillo en Este País y forma parte de los #BlogsEP

El escritor español Gonzalo Moure me habló de la pieza de una artista que invitaba a una comunidad en África a relatar una tradición milenaria frente a una cámara. Nadie decía nada. No podían hablar de eso. Les estaba prohibido. Luego se pusieron una máscara y, uno a uno, todos contaron libremente sus secretos, cosas que jamás le habían dicho a nadie.

Así es escribir, dijo. Hay que inventar un personaje lo más alejado de ti que puedas y, una vez que sientas que éste te hace invisible, confesarte.

Hablar de máscaras es hablar de la identidad que habita en lo privado de la vida de cada quien.

Hay un fragmento de un diario personal del escritor chileno José Donoso, citado por su hija, Pilar Donoso, en la biografía que escribió sobre su padre, Correr el tupido velo, que empecé a leer este año pero por dolorosa no he logrado terminar. Yace en mi buró desde hace meses, y a veces la ojeo, leo fragmentos aleatoriamente, como si le preguntara algo al I Ching o jugara como cuando era niña al libro rojo. Una pregunta. Una página al azar. Un renglón cualquiera. Una respuesta. Y me rehúso a que el juego acabe. Siento que si no termina, nada se destruirá.

Al principio del libro, Pilar Donoso habla de la problemática relación con su padre. De su adopción. De su no pertenencia a ningún mundo. Adoptada en España por padres chilenos, ella siempre buscó ser aceptada en esa familia. De grande incluso se casó con un primo y el hijo que tuvieron de cierta forma ya tuvo la sangre Donoso. Y su familia se volvió más verdadera. Como si la verdad existiera. Esa misma verdad que se tapa con máscaras. Los enmascaramientos de la vida José Donoso, que Pilar quiso descorrer con la escritura de ese libro.

Pilar cita muy al principio de su libro una nota que encontró en un cuaderno de su padre donde éste narra la vida y muerte de un famoso escritor ficticio, de quien, después de muerto, su también inventada hija escribe una biografía retomando todos sus cuadernos, apuntes, diarios. En esa ficción, el personaje de la hija está destinado a morir y así lo hace tan pronto termina la tarea impuesta de escribir el libro, en un choque que parece accidental, pero que quizá no lo es. Insoportable como resulta el verdadero rostro de su padre, revelado al haber escrito sobre él.

Pilar Donoso se suicidó un año después de publicar Correr el tupido velo.

Al inicio del libro comenta el fragmento donde leemos la metahistoria de su muerte, la condena que su padre le hace antes de tiempo y ella misma asume con ironía. La comenta. Arranca así su relato. La biografía que, tal como en la invención de su padre, ella en la realidad terminó escribiendo de ese famoso escritor que la adoptara cuarenta años atrás.

Lo que desde las primeras páginas es evidente, es que nunca encontraría a nadie detrás de ese velo. Pilar cita el siguiente fragmento de uno de esos diarios:

 

Lo que hay detrás del rostro de la máscara nunca es un rostro. Siempre es otra máscara. Las máscaras son tú, y la máscara que hay detrás de la máscara también eres tú y así sucesivamente y con todas las otras. Y esas máscaras resultan de lo que te enseñaron a querer y a rechazar, y de lo que tú también quieres o rechazas, y de aquello que te sirve para defenderte, y de aquello que te sirve para agredir. Y mucho más. Y las distintas máscaras son funcionales, las usas porque te sirven para vivir. Yo no sé qué es eso de la autenticidad. Lo que sí creo es que la vida humana consiste en un refinado y complejísimo sistema de enmascaramientos y simulaciones. Tienes que defenderte.

 

Y uno piensa si hay cosas que es mejor dejar veladas. O si todo vale la pena con tal de descubrir la verdad. Alguna verdad. Entender la identidad o cumplir un destino marcado por los padres. Porque la paternidad va mucho más allá de compartir o no la sangre. Y si un padre se enmascara constantemente de esta forma, no hace falta sangre porque no hay rostro, no hay identidad. ¿Con qué espejo reflejarte si detrás de lo encubierto nunca encontrarás nada? ¿En ese caso no sería mejor dejar las máscaras puestas, sobre todo si sabes que ciertos descubrimientos cobrarán vidas, tu propia vida?

Pienso en el ritual de tapar un espejo cuando alguien muere. En ese posterior descubrimiento de la imagen antes encubierta. En cómo el reflejo propio puede resultar insoportable. Y que en el duelo, debe desaparecer cualquier eco de verdad. Porque la verdad habita fuera.

No he terminado de leer ese libro. Es como si me diera miedo leerlo. Como si al terminarlo descubriera un velo propio. Mi propio velo. Eso hacen algunos libros, aunque no los hayamos escrito nosotros.

Y resuenan las palabras de Donoso: una máscara que sirve para defenderte y que sirve también para agredir. Hay un eco que es destino y condena. Pero también identidad cubierta y descubierta.

Hay quien no quiere descorrer su velo porque termina muriendo. Matándose. Cumpliendo una condena que se cree capaz de pasar de largo. La identidad y el destino son un poco la misma cosa. Uno se quita la máscara, descorre esos tupidos velos, para ir a su propio encuentro en el espejo.

Por más insoportable que pueda resultar nuestro verdadero rostro, sólo mirándolo de frente sabremos si podemos con la vida o no. La vida que no es otra cosa que nosotros sin máscaras.

 

El juego, Amanda Mijangos

Más de este autor