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IDENTIDADES SUBTERRÁNEASLa expansión del cuarto poder  

Bruno Bartra | 01.03.2018
IDENTIDADES SUBTERRÁNEAS: La expansión del cuarto poder  

El poder de las redes sociales se ha magnificado exponencialmente en los últimos tiempos y se ha convertido en una suerte de brazo expansivo del cuarto poder —el de los medios de comunicación—. Si bien hace ya casi cinco años la publicación de un reportaje en el diario Reforma desató el célebre hashtag #LadyProfeco en redes sociales, ahora parece suceder lo contrario: cada vez hay más hashtags que desatan las investigaciones periodísticas de profundo impacto.

El origen del efecto de los hashtags en los medios de comunicación ya lo he abordado antes en este espacio, dentro de una trilogía sobre el poder de las redes sociales. En su momento fue una estrategia fructífera de diversas grandes compañías discográficas para transformar el chisme más candente de Twitter en reproducciones de videos y, por lo tanto, en dinero. Pero en los últimos años, el uso, abuso y manipulación de redes sociales han alcanzado niveles que pueden ser a veces alarmantes, y para los que urge cierta regularización, de tal forma que se pueda trazar una línea clara entre justicia y linchamiento o entre el crecimiento orgánico de nuevos ideales y la creación de éstos con fines políticos.

Existen enormes ventajas en el advenimiento de las redes sociales, principalmente en cuanto a su efecto democratizador y al auge del pensamiento independiente. Desde el mencionado hashtag #LadyProfeco que llevó a la destitución del titular de la Profeco por permitir que su hija ejerciera abuso de poder, hasta la información vertida en redes sociales durante la Primavera Árabe o las protestas en Venezuela, así como el surgimiento de movimientos espontáneos como #YoSoy132 o #NosFaltan43. Las redes han abierto un enorme campo para expresiones que antes dependían en mayor medida de ser tomadas en cuenta por los grandes consorcios de comunicación y por los diarios de alto tiraje.

Pero la velocidad del avance tecnológico en esta era digital ha hecho que las nuevas formas de flujo de información rebasen cual bólido cualquier legislación hecha en torno a ellas: se requiere tiempo para estudiar y analizar el comportamiento social y el funcionamiento de las redes, y cuando parece que empieza a hallarse una solución, éstas ya han vuelto a evolucionar. A partir de esos recovecos que aún no alcanza la ley es que las redes han tenido consecuencias de alto impacto más allá del mundo virtual, en el entorno político, cultural y social, físico, tangible.

Entre los casos más sonados dentro de este gigantesco maelstrom ocasionado por las redes sociales está el de las elecciones estadounidenses, cuyo resultado fue influenciado por una hábil manipulación de información en redes sociales. Es quizá la primera vez que a partir del mundo de éstas se ha podido tener un profundo impacto en el desarrollo de la humanidad, al menos desde hace un año. Esto, a su vez, parece haber desatado una guerra cultural interna en Estados Unidos: el caso del actor Kevin Spacey, productor y figura principal de la serie House of Cards, y el del productor de cine Harvey Weinstein son de los más sonados en el ámbito cultural. No estoy defendiendo en absoluto a los implicados, pero creo que hay algo que se debe subrayar: ante la filtración respecto al acoso y abuso sexual de ambos, y la subsecuente viralización de ello, sus carreras fueron fulminadas ipso facto. Jamás hubo posibilidad de que los implicados se defendieran en las instancias legales o de que se verificaran las acusaciones que se les hicieron antes de ser despedidos de sus respectivos trabajos. Se trató de una toma de justicia por mano de otras instancias que no son las legales.

Las redes sociales han llegado para quedarse, y la manera en que han expandido el alcance del cuarto poder es innegable y, en general, muy positiva. Pero esta ampliación del poder ha hecho que se busque de múltiples formas controlarlo, desde los hábiles hackers rusos hasta los frenéticos tuits del descabellado presidente estadounidense Donald Trump. Las élites políticas del mundo están buscando la manera de domar a ese caballo cimarrón que son las redes sociales, en muchos casos brincándose las normas legales o éticas.

Dentro del torbellino virtual debemos dilucidar la información y evitar que el optimismo ante la amplia democratización que éste representa nos ciegue. Hay que hallar un punto medio en el cual la libertad de expresión no sea coartada, pero en el que las redes tampoco se conviertan en un espacio para propiciar la cacería de brujas y los subsiguientes linchamientos o, peor aún, para colocar a un demente en el puesto político más poderoso del mundo. EP

 

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Bruno Bartra es escritor, sociólogo y DJ. Ejerce desde el 2000 el periodismo en medios como Reforma y Replicante. Es miembro fundador del grupo musical La Internacional Sonora Balkanera. Twitter <@brunobartra>.

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