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#CuotaDeGénero: Las lunas de octubre

Abril Castillo | 29.10.2018
#CuotaDeGénero: Las lunas de octubre
#CuotaDeGénero es el blog de Abril Castillo en Este País y forma parte de los #BlogsEP

Veintinueve de octubre de dos mil dieciocho

No sé si voy a poner ofrenda este año. El año pasado puse por primera vez. No tenía tan claro que el primer Día de Muertos está dedicado a los niños y el siguiente, a los adultos.

El último día antes de que llegaran, me decidí a ponerlo. Paré todo lo que estaba haciendo. Le pedí a mi mamá fotos de su hermano y fui a imprimirlas. ¿Llegará un momento, no muy lejano, en que pongamos velas y papel picado y fotos de familiares con una multitud de iPads, laptops, tabletas, celulares, en vez de imprimir y prender fuego y tocar el papel, los materiales?

Pasé al mercado a comprar papel picado y flores. Veladoras y fruta.

Puse una foto tamaño individual de mi abuelo, enmarcada en un minimarco de plata, la cual heredé de mi abuela y ya se está poniendo amarilla. Un día, la imagen de mi abuelo desaparecerá de ese papel. Otro día, su voz de mi memoria, a pesar que hoy aún pueda escucharla nítidamente diciendo mi nombre.

Puse una foto de mi abuela sonriendo en un jardín en Nueva Orleans, la vez que fuimos a visitar a su hermana.

Puse la portada de un libro de mi tito, porque no encontré fotos de él donde saliera solo y no quería salir yo misma en la ofrenda.

Puse una foto de mi primera gata, la que es casi igual a Parvana, pero con los ojos azules.

Le puse a mi abuelo un jaibol y a la abuela un merengue de esos que se usan en las pavlovas. Puse para todos chocolates, para mi gata croquetas y un sobre de premio de Whiskas, que quizá es por haberle dado eso en vida que se acabó muriendo.

Aunque en realidad ya tenía más de dieciocho años.

Y a lo mejor y en el fondo todo lo que ponemos en las ofrendas es lo que acaba matándonos y a la vez nos hace felices. La vida en ese dulce equilibrio.

Puse una veladora que sólo encendí a ratos, para que mis gatos actuales no la fueran a tirar en un movimiento brusco cuando llegaran los muertos.

Puse una pecera vacía con un pez de juguete rosa miniatura en honor a mi pez beta Morgan, al que mi tita le decía de cariño Capitán Garfias mientras le cantaba la de Lindo pescadito y él salía a la superficie del agua a saludarla.

Todo estuvo listo para la noche cuando, (in)esperadamente, se metió una paloma negra.

 

Treinta y uno de octubre de dos mil diecisiete

Hoy es la noche antes de que lleguen los muertos. Y se metió una mariposa negra. No dejé que los gatos se la comieran. La saqué con un colador de pasta y un muñeco de papel. Uno de esos muñecos (o muñecas más bien en nuestro imaginario) a los que vistes con ropa de papel también. Pero éste era un niño que se viste de niña. El juguete de papel venía con un libro álbum que trata de eso: de un niño con un gran secreto. Su gran secreto viene en la página final y es ése: de día el niño es un niño normal; de noche, se viste con ropa de mujer. El libro viene acompañado de una muñeca de papel que es el niño y ropa de niña para que lo vistas. Tamaño carta, aún lo conservo en su empaque de plástico original, adentro de una bolsa, con un cartón arriba engrapado. El juguete cuelga encima de un librero, como adorno. El niño en ropa interior atrapado en un envoltorio de plástico, en ese momento antes de poderse vestir con la ropa que él quiere, suspendido en ese momento antes de ser él o ella mismx.

Con el colador de pasta y con este niño con un gran secreto, saqué a la mariposa negra. Me tardé un rato en sacarla porque revoloteaba por todos lados. Me daba lástima pero también asco. Y la idea de ella muerta, de su cuerpo aplastado, me daba mucho más asco que su cuerpo revoloteando en vida.

Sus alas me acariciaron y entendí por qué les dicen palomilla a esos insectos (¿son insectos? Lo que sí sé es que no son aves. ¿Son aves?). Les dicen palomilla porque su aleteo se siente como plumas. Aunque no sé de qué son sus alas. De qué están hechas. Por qué dan tanto miedo.

La paloma negra se paró en una ilustración gigante que tengo, hecha en acrílico y sin terminar, que lleva pegada en la pared desde hace tres años. Es una escena donde salen tres niños flotando en el espacio exterior. La paloma se paró y se detuvo tranquila justo en lo que parece ser la Luna. Pero cuando me acerqué, vi que no era la Luna, sino la Tierra. La casa lejana de niños que navegan en un infinito del que cómo volverán. Sólo hoy, pensé. Sólo hoy regresan.

Logré capturar a la paloma palomilla mariposa suavemente. Y la deposité en la oscuridad de la ventana. Y luego la cerré.

¿Por dónde se habrá metido?, pensé. Y luego recordé que la ventana la había abierto yo.

 

 

 

La ilustración que acompaña es de Armando Fonseca y se titula "Desencuentros". Su web es: http://af-portafolio.tumblr.com

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