Obra plástica de Enrique Climent
En 1939 llegó al puerto de Veracruz el Sinaia: primero de tres barcos de refugiados españoles acogidos en tierras mexicanas. Entre ellos se encontraba Enrique Climent (1897-1980), pintor valenciano que ya contaba con una trayectoria artística en su país natal, la cual logró consolidar de este lado del mar. Con él desembarcaron otros artistas fundamentales para la historia cultural de México: José Moreno Villa, Arturo Souto y Remedios Varo, entre una variada pléyade de profesores y filósofos, científicos, economistas, poetas y escritores, músicos, editores, pintores, escultores y grabadores.
Climent estudió inicialmente en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en su natal Valencia, y más tarde en la de San Fernando, en la capital. En Madrid formó parte del grupo que se reunía en torno a Ramón Gómez de la Serna, quien se había acercado a las vanguardias europeas —el artista ilustró algunas de las famosas Greguerías—, y gracias a él conoció diversos movimientos artísticos de la época, incluso el botellismo (denominado así por el propio Gómez de la Serna y que tiene sus orígenes en las naturalezas muertas de Paul Cézanne, que influenció al pintor).
A su llegada a México, Climent se acercó a las tendencias realistas imperantes en esa época pero, debido a su formación anterior y a una discrepancia con los valores de nuestro muralismo, fue destilando su propio estilo hasta lograr imprimir un sello personal en cada uno de sus lienzos.
Como declara su hija Pilar en una entrevista: “Independientemente de su incursión y entusiasmo en las diferentes vanguardias y lenguajes artísticos a lo largo de su vida, él creía en el refinamiento y la calidad de la pintura como máxima premisa, por sobre cualquier discurso”. Es por ello que, pese a la diversidad de su obra, logramos identificar el estilo del autor a lo largo de las seis décadas en las que trabajó incansablemente.
Gracias a la generosidad y trabajo de sus herederos, presentamos en este número una mínima retrospectiva de la obra de este imprescindible autor valenciano que vino a nuestro país a compartir su talento y, como tantos españoles del exilio republicano, alimentó la vida cultural de México.