youtube pinterest twitter facebook

Norteando: Auge de odio

Patrick Corcoran  | 11.03.2019
Norteando: Auge de odio
Norteando es el blog de Patrick Corcoran en Este País y forma parte de los Blogs EP

Un dato curioso de la presidencia de Donald Trump es que resulta dificilísimo medir el impacto de una de sus facetas más sobresalientes—esa combinación de vulgaridad, autoritarismo, y racismo que no tiene precedente en tiempos modernos. Para la economía, tenemos el PIB; para la igualdad, el coeficiente GINI; para el medio ambiente, podemos evaluar las emisiones de carbón. Pero no tenemos herramientas para saber las consecuencias de tener un presidente que dice cosas muy feas en todo momento. ¿Cómo se puede medir un efecto del veneno cultural esparcido entre 330 millones de personas?

Y como es casi imposible de medir, es fácil volverse complaciente. Para los optimistas, resulta tentador convencerse que esta vulgaridad única de Trump es una faceta de poca importancia, que se convertirá en una extraña memoria apenas que se marche de Washington.

Un reporte reciente del FBI sobre los crímenes de odio sugiere que el discurso de Trump sí ha tenido—y sigue teniendo—un impacto material en la vida de su país. El FBI define un crimen de odio como cualquier delito en que el autor del crimen actúa en base de un prejuicio contra un grupo, sea una raza, una religión, una orientación sexual, o una nacionalidad. En noviembre, el FBI reportó que en el 2017 los crímenes de odio subieron por un factor de 17%, llegando a sumar 7,175 a nivel nacional.

Peor aún, la metodología utilizada por el FBI efectivamente asegura que subestima la cifra real. El FBI depende de las agencias locales para reportar los crímenes que ellos registran, pero muchas agencias locales no suelen categorizar crímenes de odio. En Las Vegas, por ejemplo, dónde residen casi 2 millones de personas, no se reportó ni un delito de odio, cosa que sería un gran éxito si fuera mínimamente creíble. Gracias a la falta de estándares uniformes, algunos de los crímenes más celebres del 2017 no aparecen en el reporte. El tamaño de esta cifra negra se conoce, pero el problema es mucho peor que el retrato que sobresale de los datos del FBI.

Este auge de crimines de odio forma parte de otra tendencia desagradable: La prevalencia de grupos de terrorismo doméstico derechista, llamado el right-wing terrorism. Un estudio de la ONG Anti Defamation League cálculo que extremistas de la derecha política mataron a 50 estadounidenses en 2018, 35% más que el año anterior. Esta cifra representa casi todas las victimas de terrorismo en 2018—es decir, esto es un problema casi exclusivo de la derecha. Por poco, el 2019 inició con una escalada grave: en febrero, el FBI frustró un plan de Christopher Paul Hasson, un neonazi y teniente de la Guardia Costera, de utilizar su arsenal de pistolas y armas largas para matar a políticos demócratas y personajes de los medios.

No es justo culpar a Trump por estos crímenes, ya que el mismo criminal es el responsable por sus acciones. Pero es un hecho que sus palabras tienen una conexión con el crecimiento de violencia política y crímenes de odio. Cuando él pinta a los musulmanes como enemigos violentos, da más licencia a los que contemplan derramar sangre. Cuando Trump justifica el antisemitismo—“Hay gente muy buena de ambos lados”, dijo el presidente después de una manifestación antijudía en 2017 en que un neonazi mató a una mujer con su carro—le da un empujón a todos los que coquetean con convertir su odio en acción. Hasson, el oficial de la Guardia Costera, es un ejemplo: fielísimo seguidor del presidente, buscaba castigar a los adversarios políticos de Trump precisamente por su oposición.

Y dejando a lado sus palabras, la administración de Trump ha tomado acciones concretas que impiden los esfuerzos para frenar este auge de odio. Ha congelado millones en fondos federales que, bajo la administración de Obama, el Departamento de Seguridad Doméstica transfería a grupos comunitarios para combatir el terrorismo derechista. Asimismo, el Departamento de Estado ha cancelado varias becas que otorgaba a varias ONG y universidades que miden los actos de terrorismo.

 Efectivamente, Trump está creando huecos en nuestro conocimiento del riesgo, y así minando nuestra capacidad de combatirlo. Estas políticas nefastas provocarán daños que perdurarán años después de su salida del poder.

 

Más de este autor