Prohibido asomarse: Una misión sagrada
Coherencia
Los estremecimientos que poblaban sus sueños y lo hacían gemir estaban por abandonar la noche y penetrar en el día. Por fin no existiría distancia entre el pensamiento y la acción.
La noche oscura del alba
Desde muy entrada la noche debió dominar su agitación poblada por demonios convulsos. Una sensación de profundo malestar provocaba el llanto en el silencio que antecede al amanecer. Pensó aterrado que no podría realizar lo que llevaba meses preparando. La melancolía unida a la desesperación producía visiones que volaban incandescentes bajo sus párpados. Por fin oyó el primer gallo.
–¿Soy un escéptico? —tembló al hacerse la pregunta.
Y, avergonzado, se incorporó agradecido por ser el brazo de Dios.
Reflujo
“El precipicio no puede ser fotografiado. Tampoco definido: es una experiencia interior”.
Eso piensa el indigesto mientras se procura en el baño de su habitación una tableta efervescente que lo ayude a eructar.
Urgencia
Hay una urgencia apremiante. Una vez tomada la decisión es imprescindible actuar porque no se sabe cuándo faltará la fuerza interior, traicionado por la compasión. La gracia que alienta en él puede de pronto revelarse como insoportable gravedad, la voz de Dios ser la del ventrílocuo en el circo.
El hilo
Ya afuera de la minúscula casa que ocupa con su familia guardó silencio un instante antes de echarse al camino. Recordó a su hermano muerto en el campo por un rayo mientras cuidaba el pequeño rebaño bajo la tormenta. Así se mantuvo aferrado al rencor que lo mantenía en su ser.
–Sí —dijo en voz alta—, soy el elegido.
E inició su camino. Un héroe siempre será un fanático.
Esperanza
Dicen que dejó su casa de buen talante, amable como siempre saludó a los vecinos madrugadores, se detuvo a conversar con un camarada y se alejó cargando un parasol. Iba ligero y una sonrisa le iluminaba el rostro. Esperaba que la muerte no sería más que la abolición de una anomalía.
La flor del espíritu
Al verlo pasar, Monia pensó que su sonrisa era la flor de un espíritu equilibrado.
–¡Dios lo preserve! —caviló— Los malos y los locos jamás sonríen. Ríen a carcajadas pero la dulzura de la sonrisa evade sus rostros.
El camino
Camino de la playa pasó por el cementerio que brillaba como la plata. Siguió su camino pensando que no tendrían más trabajo que morir.
Encuentro
Poco después se encontró con una anciana.
–¿No eres tú Seifeddine, hijo de Ammar?
El joven la miró fijamente. ¿Cómo explicar que también era otro? Sería como aclarar lo que sucede en un sueño donde todo es y no es simultáneamente. Por eso se limitó a inclinar la cabeza y siguió su camino bajo la luz de la mañana.
Jaqueca
Dany tiene una cúpula craneana que se alza desproporcionadamente coronada por un copete bermellón. Dentro atesora el cerebro de un reptil antediluviano, una nuez minúscula que se agita en la sonaja de la testa.
–Me duele la cabeza.
Pero su mujer no se inquieta. Debe ser un dolor enorme pero sabe que dentro no hallarán nada que explique su padecimiento salvo como dolor reflexivo del recto.
La Gloria
Mientras camina se agolpan imágenes de la Gloria y se felicita porque habiendo roto el cerco de la indecisión nada lo hará flaquear. Tendrá la buena fortuna de morir joven, antes de convertirse en una caricatura.
Civilización
Lo que permanece dentro de los confines del hotel es la civilización. Allí está el aire acondicionado para confirmarlo. Afuera está la naturaleza aciaga y sus hirsutos pobladores. Aquí, la sociedad. Allá, lo inconcebible. Candorosas, las víctimas se reúnen frente a las mesas colmadas.
Duda
En la playa tiene un instante de debilidad. Todavía puede abandonar el Marhaba, volver sobre sus pasos y alejarse. Se recrimina su falta de entereza y mirando el cielo asiente como quien tiene comunicación directa con lo inefable. Un instante basta para romper el cerco de la nulidad. Así saca el Kalashnikov del parasol sin que nadie note su presencia.
Desayuno
Frente al cereal que es idéntico al que desayuna diariamente pensó que el hastío no descendía sobre él ni era consecuencia de su trabajo ni tampoco de que pronto se jubilaría, inminencia que lo estremeció.
“El tedio se expande desde el centro contaminándolo todo”.
–Es el marasmo que precede a la depresión.
–Perdón, mi amor, estaba distraída. ¿Qué dijiste?
Frente al mar
Frente al mar los turistas celebran el día tendidos bajo el sol, sazonados para dorarse a fuego lento. Primero pálidos como larvas, luego coloradotes como langostas desparramadas en sus tumbonas se untan la grasa que habrá de darles apariencia de tocino frito. Yacen entre novelas edulcoradas, fragmentos de conversaciones que se repiten como si ya hubieran ocurrido en la irrespirable cordialidad de la vacación que los ha reunido. Cada uno se adormece al escuchar el rumor del mar próximo.
Odio
De no haber sido por el odio habría permanecido rumiando la tristeza. El odio impulsa, moviliza a quienes de otra forma vivirían sonámbulos. El odio forma y da forma.
Testimonio
Escuché los disparos e inmediatamente después los gritos. Pero al incorporarme alguien escapaba de la muerte y empujándome caí sobre la arena. No quise moverme porque sabía que de ello dependía mi vida. A mi edad es imposible huir. Al poco escuché pasos cercanos sobre la arena crujiente y al otro lado de la tumbona vi los pies del asesino. Llevaba sandalias. Reía. Su alegría le impidió reparar en mí o pensó que estaba muerta. Si se hubiera acercado habría notado las violentas palpitaciones que me estremecían.
Bajo el sol
Boquea bajo la sombrilla. El calor es excesivo y, además, a pesar de estar frente al mar, se siente agobiado. ¿Por qué siempre hace lo que su esposa quiere? ¿Qué clase de hombre es? Se abanica con el periódico y cierra los párpados. Súbitamente el rumor sosegado del mar es sustituido por una ráfaga de disparos. Apenas le da tiempo de abrir los ojos.
Una alegría aterradora
Una alegría aterradora: eso es. Camina disparando. Está exultante y ríe a carcajadas como las gaviotas. Ya no sonríe.
El estupor
Un estupor abyecto los paraliza. Inmediatamente después el pánico les roe los talones. Algunas mujeres gritan aterrorizadas en el caos de la playa mientras otros han quedado abandonados sobre las tumbonas empapados en sangre o han caído de bruces sobre la arena que bebe ávidamente su agonía.
Nos precipitamos en el mar
Nos precipitamos en el mar aunque mamá nunca aprendió a nadar y yo apenas floto. Pero tratar de refugiarnos en el hotel era imposible.
–¿No habremos intercambiado una forma de morir por otra? —me preguntó mamá sintiendo cómo perdíamos pie.
En ese momento supe que éramos más o menos libres al interior de una fatalidad.
Lo irrecuperable
La mujer irrumpió en el hotel despavorida. Creía hablar pero gritaba sin que ninguno de los empleados lograra entenderla.
–¡Mi marido! —clama— ¡Lo dejé cubierto en sangre! ¡Necesito saber si está vivo o muerto!
Desesperada, corre a la salida hacia la playa pero los guardias la detienen. Lo que consideramos sagrado como la vida de quienes amamos se nos escapa de las manos como el agua de un manantial entre los dedos.
Nada
Cuanto hace y lo que sueña realizar tiene para cada quien importancia fundamental. Fue así como la Causa increada abandonó su inaccesible incandescencia. Así es como el joven rompe su aislamiento y abre fuego. La muerte llega pero no libera a ninguno de ser lo que ha sido.
En el momento de extrema conciencia el avaro piensa en su portafolio de inversiones mientras el lujurioso acaricia las curvas turgentes de incontables cuerpos y el glotón hinca el diente en la eternidad en forma de filete. Nada redime de nada sobre todo cuando la hora está por expirar.
Por eso
En el origen estuvo la pobreza, la exclusión, la inutilidad de cualquier empeño. Así nació esa pasión fúnebre y creció de sol a sol. Desde la marginalidad contempló la riqueza ajena que le arrebataba lo que tendría que haber sido suyo. Un rencor acendrado definió su ser a partir del desamparo y así fue transformándose en el cazador que observa furtivamente a sus víctimas y las estudia previendo cualquier movimiento que aprovechará para cegar gozosamente su poder ilegítimo.
Fanatismo
El fanatismo es una expresión sincera de la esclavitud ardientemente deseada. Poco después de haber encontrado la muerte en la playa poblada por decenas de cadáveres ensangrentados cae abatido sobre la arena ardiente cierto de haber penetrado en el paraíso prometido.
Posdata
En lugares distantes dos mujeres y sus maridos mueren decapitados por considerárseles hechiceros, dos hombres son crucificados por herejes a los que los niños de la aldea deben arrojar basura y decenas de mujeres son lapidadas por haber mostrado las manos en público. Tal es la disciplina del Profeta.
El Juicio Final
–El clímax de la historia ha llegado. Hoy es imprescindible ir más allá del trabajo con las comunidades y adoptar medidas más serias si no deseamos vivir con la aprensión de encontrarnos en el lugar equivocado a la hora errónea.
Eso dijo el ministro del Interior en el noticiero de las 10.
Las trompetas del Juicio Final sacudieron la tierra. Pero no había ningún juez. ~
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BRUCE SWANSEY (Ciudad de México, 1955) cursó el doctorado en Letras en El Colegio de México y el Trinity College de Dublín, con una investigación sobre Valle-Inclán. Es autor de relatos y crítico de teatro. Su publicación más reciente se titula Edificio La Princesa (UNAM, 2014).