youtube pinterest twitter facebook

Espacios y caracteres: Voces muertas

Flavio González Mello | 01.11.2015
Espacios y caracteres: Voces muertas

Letras para la Función Pública

Con el fin de sensibilizar a nuestra clase política hacia la literatura, y prevenir los dislates en que sus miembros suelen incurrir cada vez que son cuestionados sobre el tema, el Gobierno de la República se ha dado a la tarea de preparar una colección que acerque a su propio idioma las obras maestras de la literatura universal. La gira de Odiseo por las islas griegas, del Lic. Homero; Discapacidad y Gobierno en Tebas: un estudio de caso, del Dr. Sófocles; Las 01.001 MDN,1 del Lic. Anónimo; La verdad histórica, del Dr. Juan Luis D. Alarcón, y El ingeniero Hidalgo y el C. Quijote de la Comunidad Castilla-La Mancha, del Mtro. Miguel D. Cerva (antes Saavedra), son algunos de los textos que han sido traducidos a un lenguaje que cualquier funcionario pueda entender.

El siguiente fragmento —perteneciente a Los mejores chistes sobre Dios, traducción de La divina comedia de Dan T. Alí Guieri— da una idea del enfoque riguroso con el que fueron abordados los textos que conforman la colección:

Al llegar al 50% por ciento del promedio nacional de vida,

nos geolocalizamos en una zona rural carente de infraestructura eléctrica

debido a una desviación en las vialidades primarias.

 

Además de varios jóvenes asesores provenientes de Harvard, el itam y otras universidades de prestigio internacional, en las versiones han participado los peritos traductores de la pgr, quienes han conseguido trasladar el contenido de las obras originales a un lenguaje objetivo y apegado a derecho. El C. Quijote, por ejemplo, inicia así:

En un municipio del Estado español, cuyo nombre se mantiene bajo reserva, fue reportada la presencia de un sujeto en posesión de un arsenal de armas de bajo calibre, propietario de terrenos de escasa rentabilidad, sometido a dieta, de complexión delgada, mayor de edad, presuntamente llamado Quijana, alias “El Quijada” o “El Quesada”, quien según testigos presenciales sería adicto al consumo de obras narrativas de caballería medieval o medioeval o de la Edad Media, las cuales le habrían desecado completamente la masa encefálica.

 

En la traducción de los textos se han adoptado criterios de eficacia, eficiencia, rentabilidad, sustentabilidad, equidad de género y transparencia. En algunos casos, los editores han llevado a cabo modificaciones en la estructura de la obra original con el fin de organizar mejor su contenido:

Hamlet: Estudio sobre la elevación del índice de homicidios en el gabinete ampliado del Estado Danés.

Contenido:

1. “Algo podrido en Dinamarca”: Índices de contaminación ambiental en los alrededores de Elsinore, 1598-2014.

2. “Fragilidad, tu nombre es mujer”: Prejuicios de género durante el periodo del rey o la reina conocid@ como Is@bel Primer@ de Inglaterr@.

3. “Vete a un convento”: Migración femenina e instituciones de culto religioso, 1598-2014.

4. El dilema.

4.1.  Ser.

4.2.  No ser.

4.2.1.  Morir.

4.2.2.  Dormir.

4.2.3.  ¿Soñar?

 

El tiraje inicial será de mil ejemplares. La impresión de las obras se hará sobre cómodas tarjetas informativas que facilitarán su lectura.

 

* * *

 

Cementerio de palabras

A ninguna generación le había tocado un cambio tan vertiginoso en el lenguaje como a quienes nacimos en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Antes, los vocablos tardaban siglos en surgir, sedimentarse y volverse anacrónicos. Nosotros hemos perdido un alud de palabras que existían cuando nacimos y, con ellas, toda la parte del mundo a la que nombraban.

Quizá nuestros hijos entiendan, en términos generales, a qué nos referimos con la expresión “nos cayó el veinte”, pero esta difícilmente les generará la imagen concreta de una pesada moneda de cobre siendo engullida por un teléfono público negro con un disco de acrílico transparente en medio. Se las podemos describir, claro está, pero solo conseguiremos que nos miren con asombro; y entonces nos caerá el veinte de que probablemente tampoco hayan usado nunca un “teléfono público”, ni sepan cómo se marca un número por medio de un disco. Porque, admitámoslo, esos aparatos pertenecen a una época obsesionada con las formas redondas, en la que muchas otras cosas giraban —valga la expresión— alrededor de la palabra “disco”: antros, prohibiciones para estacionarse, piezas de mecánica automotriz, canciones de moda y, por supuesto, el soporte más popular para la grabación y reproducción musical. Para mayor enredo, el aparato para hacer sonar un disco de música era conocido como “tornamesa” —término con sabor más propio de una novela picaresca del Siglo de Oro español que de la era de la alta fidelidad— y podía ser monoaural, estereofónico o cuadrafónico; tenía como principales competidores a las grabadoras de carrete abierto y a los tocacintas, cuyos casetes siempre se andaban enredando.

Pero nada de eso les sonará familiar, quizá ni siquiera sensato, a nuestros hijos; y se quedarán en babia cuando se nos salga decirles que tomen un Ruta 100 hasta el Hotel de México, o les pidamos que nos saquen una xerox, que nos sirvan un jaibol o que se lleven los cascos a la miscelánea. De nada servirá remitirlos a que consulten todos estos términos en la enciclopedia, porque antes nos veríamos obligados a explicarles que con ese nombre era conocida la versión beta de Wikipedia, la cual ocupaba varios metros lineales en los libreros y resultaba obsoleta desde el día mismo en que salía a la venta, razón por la cual sus editores publicaban otro objeto igualmente anacrónico: el Libro del Año. Mejor callarnos la boca y no confundirlos más con nuestras peroratas porque, ¿cómo explicarles que hubo un tiempo en que los chicles eran bomba, y las plumas, atómicas? ¿En que las computadoras usaban un disco flexible que era de plástico rígido? ¿En que los coches tenían aletas, y la gente se transportaba a su trabajo en delfines y ballenas? ¿En que las tarjetas se planchaban? Todas esas palabras aluden a un mundo superado, un mundo incomprensible donde pc era un partido político, donde las revoluciones se sucedían a razón de 33 o 45 por minuto y donde los jets —aviones de “propulsión a chorro”— eran atendidos por aeromozas y no por sobrecargos. Voces muertas que de vez en cuando se escapan de sus tumbas para susurrarnos que alguna vez existió algo llamado telegrama, telefax, télex, cartero, tostón, voceador, escalímetro, sumadora, taquimecanógrafa, limpiatipos, letraset, tocada, moto-pony, carrusel de diapositivas, cácaro, bulbo, transistor, dial, ruletero, videoclub, policleto, tamarindo, esténcil, libreta de ahorro, libro, revista, columna.

 

1 Miles De Noches.

__________________________________

Dramaturgo, guionista y director de cine y de teatro, FLAVIO GONZÁLEZ MELLO (Ciudad de México, 1967) estudió en el CUEC de la UNAM y en el CCC del CNA. Algunas de sus obras teatrales son 1822, el año que fuimos imperio; Lascuráin o la brevedad del poder y El padre pródigo. En 2001 publicó el libro de cuentos El teatro de Carpa y otros documentos extraviados. En 1996 ganó el Premio Ariel por su película Domingo siete.

Más de este autor