Correo de Europa: ¿Yo soy Europa?
Debe de ser terrible llegar a la conclusión de que uno no es lo que siempre ha pensado que era. Pero es una torpeza pretender ser lo que no es posible. Al menos mientras no cambien considerablemente unas circunstancias que, para mayor frustración, están en manos de terceros. En tan solo un mes, la Unión Europea (UE) ha sufrido tres acontecimientos que deberían cuestionar hacia dónde nos lleva un viaje que emprendimos en 1993. No guardan relación entre sí, pero los tres evidencian la incapacidad de la UE de ser lo que pretende.
A mediados del mes de febrero, los jefes de Estado y de Gobierno decidieron conceder un estatus especial al Reino Unido. Es decir, hacerlo diferente del resto de los miembros de la Unión Europea. Cedieron al chantaje del primer ministro británico, que exigió condiciones excepcionales para poder defender ante los críticos de su país la conveniencia de seguir dentro del espacio europeo. Europa permitió que Londres discrimine a los trabajadores según su país de procedencia a la hora de otorgar las prestaciones sociales. Aunque las pretensiones del primer ministro eran mayores, esta decisión (con la coartada de un peligro inasumible para el Estado del bienestar inglés) revienta uno de los principios fundamentales del proyecto europeo: la igualdad de todos los ciudadanos de los estados miembros. Con la aprobación, la Unión Europea sienta un grave precedente, reconociendo la existencia de ciudadanos de primera y de segunda dentro del mismo club. Los ciudadanos no son iguales en los diferentes países que lo componen porque el propio club reconoce que sus socios tampoco lo son.
A mediados del mes de marzo, los jefes de Estado y de Gobierno ratificaron un acuerdo con Turquía para intercambiar refugiados sirios. Fue la fórmula con la que se intenta resolver una crisis que ha puesto de relieve la incapacidad de la Unión Europea para lidiar con la situación inhumana que atraviesan miles de personas que escapan de Siria, Afganistán, Irak y Eritrea buscando una vida mejor. O, simplemente, una vida.
Después de haber solemnizado una medida consistente en el reparto de los refugiados entre los diferentes Estados, y de haber fracasado, el club ha negociado con un país sobre el que pesan fundadas sospechas de violación de derechos, arbitrariedad en las detenciones, expulsiones injustificadas y violencia policial. Turquía, que no es un “país tercero seguro” según la Convención de Ginebra, será paradójicamente el que gestione la política de asilo de la ue. Cada sirio que entre de forma “ilegal” será devuelto a Turquía, desde donde deberán partir quienes quieran entrar al resto de Europa; quien proceda de un campamento turco será realojado en la ue. Esta “suerte” la tendrán 72 mil personas, que es el tope que ha establecido el club (en lo que va de este año, más de 100 mil han intentado asentarse en la ue). A cambio, Turquía recibirá 6 mil millones de euros en dos entregas para garantizar que los asentamientos reúnen las condiciones básicas. Esta decisión llega después de que la ue tuviera que dar marcha atrás a su pretensión inicial: la expulsión masiva de los refugiados, violando las leyes y convenciones internacionales en la materia. Esta decisión no distingue entre inmigrantes por causas económicas y refugiados de guerra, y se refiere a ciudadanos sirios, dando por completo la espalda a quienes proceden de otros países también en guerra. El Gobierno turco tiene ahora la sartén por el mango para doblegar a la ue en su propio beneficio y forzar la eliminación de visados para entrar en el espacio Schengen.
A finales del mes de marzo, tres atentados en Bruselas acabaron con la vida de 31 personas. El Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) reclamó la autoría. Se suman a los ataques perpetrados en París, Londres y Madrid. Miles de personas que ahora son expulsadas de la ue conocen de cerca lo que es vivir en un país en donde estos atentados no se producen esporádicamente sino con frecuencia. Pero Europa ha sido incapaz de consensuar una política antiterrorista. Los Estados recelan unos de otros y no comparten información. Cada uno valora el riesgo conforme a las estimaciones de sufrir un atentado en su propio territorio, porque ninguno quiere asumir que su propio territorio debería ser la Unión Europea. Pero para eso es indispensable entender que la soberanía nacional debe reducirse en beneficio de una soberanía supranacional, con todo lo que ello conlleva.
“Yo soy París”, “Yo soy Bélgica”... Pero ni un solo “Yo soy Europa”.
___________
Julio César Herrero es profesor universitario, periodista, analista y especialista en marketing político.