Somos lo que decimos : Las manecillas del reloj
Objetos humanizados
La figura retórica llamada catacresis es tan de uso diario que ya no nos sorprende, por ejemplo, que en el ojo de la cerradura entren los dientes de la llave. Si leyéramos este enunciado con una mirada inocente nos convenceríamos de que somos surrealistas sin proponérnoslo. La catacresis consiste, pues, en utilizar una palabra para designar algo que carece de un nombre específico o exclusivo. Por otro lado, gracias a la prosopopeya se consigue la humanización (también llamada antropomorfización o personificación) de lo inerte. Nos centramos aquí en algunos ejemplos de —llamémosles— catacresis prosopopéyicas, donde se atribuye un órgano o miembro humano a entes inanimados, sean objetos, sean conceptos, los cuales evidentemente carecen de ellos.1
Tienen cabezas clavos, alfileres y organizaciones. Hay cabezas de familia, chorlito, playa, serie, turco, rapadas; se la puede perder, calentar, echar, sentar, levantar, romper, sacar. Ojos existen en huracanes, manantiales (ojos de agua) y en las agujas. ¡Ojo! y ¡mucho ojo! implican: ¡cuidado! El mal de ojo es un hechizo y el cuatro ojos usa gafas. Es caro lo que “cuesta un ojo de la cara”; la niña de los ojos es nuestra posesión más valiosa. Dientes, por su parte, los hay en las sierras, peines, ajos;2 y en organizaciones facultadas para sancionar a los infractores. Es posible decir algo entre dientes o hacerlo a regañadientes (¿quién y cómo es capaz de regañarlos?). Estos también (se) pueden hincar, pelar, enseñar… “Tiene buen diente” el comelón, y alguien/algo puede ser un dolor de muelas. Por su lado, tienen orejas las tazas, los sillones y los gobiernos que espían y reprimen.
Las butacas y otros tipos de asiento cuentan con brazos.3 También los hay de mar (que son canales marinos tierra adentro) pero carecen de manos —con mayor razón, de dedos—, y por ello ejemplifican bien lo que la lingüística cognoscitiva llama metáforas idiosincráticas (como las montañas, que tienen faldas pero no pantalones). A ellas pertenecen las expresiones “al pie de la letra”, “a pie juntillas” y “nota al pie” (y nunca *al brazo o *a la mano). Manos, la del metate,4 la negra, de póquer, de obra, limpias, sucias o libres. Suman literalmente decenas las expresiones con que contamos. Citemos unas cuantas: lo mismo se tiene buena mano que blanda, dura o larga; meter mano, alzarla, pedirla… La izquierda (en este caso preferimos la etimología vasca a la latina) es siniestra pero también sirve para resolver situaciones difíciles.5 En nuestros días, digital suena tecnológico aunque se refiera a algo tan natural como nuestros dedos. En algunas culturas algo puede medir tres pies (no confundir con el tripié); y una comunidad estar en pie de guerra. Se puede tener mala pata, meterla, estirarla. Al que despiden de un trabajo “lo ponen de patitas en la calle”. Patas, por otro lado, tienen las mesas, camas, sillas… y las personas: recordemos que se dice patada y no *pieada. La pernada era un atroz privilegio de los señores feudales.
Algunos vegetales poseen corazón (alcachofas), otras huesos (aguacates) o piel (durazno). Los chiles secos tienen venas (de ahí que haya que desvenarlos); las cebollas “se desfleman”.
Un navío tiene nariz y la tierra, entrañas; el codo simboliza la avaricia. Hay pestañas6 y memoria en las computadoras y lengüetas en los zapatos. Las tripas de un asunto/organización se pueden conocer. El culo de una botella se halla en el extremo opuesto al pico y este queda al lado del cuello. Cuello de botella, por su parte, alude a algún tipo de estrechamiento. Los libros tienen apéndices; ciertas sociedades o personas se sienten/creen el ombligo del mundo. Hacer algo en las barbas/narices de alguien significa delante de él.
Tienen boca los ríos, las cuevas y los estómagos. Un disparo o una pregunta incisiva se hace a boca de jarro, a bocajarro, es decir con alevosía y a corta distancia. En lo sexual, las vaginas tienen labios, lo que equipara felación y cópula, o —por lo menos— vulva y boca. Codearse significa alternar. En el mundo laboral, cada plaza tiene un perfil que en ocasiones, si es alta, se encuentra acéfalo.
Otros objetos también actúan como seres animados: una luz parpadea, un coche tose, una investigación “duerme el sueño de los justos”. Las ciudades tienen corazón, pulmones y carácter; también zonas neurálgicas. Se nace en el seno de una familia. Durante décadas se aseguró que el partido en el poder “rasuraba” el padrón de electores.
Algunas partes del cuerpo han hecho célebres a sus poseedores: el talón de Aquiles, las cabelleras de Lady Godiva y de Sansón, la nariz de Cyrano (también la de Pinocho), la costilla de Adán…
A reserva de ocuparnos del fenómeno en un apunte futuro, se puede adelantar que, sintácticamente, las diferentes partes del cuerpo humano parecen tener independencia en nuestra lengua; solo así se pueden entender expresiones como “se me durmió la pierna” o “me duele el estómago” (en otras lenguas, más egocentristas, se dice: “tengo dolor de estómago”). Semánticamente, constituye una de las estrategias inconscientes utilizadas para zafarnos de responsabilidades: “se me olvidó”, “se me rompió”.
Bautizar como Falange a una organización fascista del siglo xx español es un agravio histórico a los dedos de nuestra mano, esa maravillosa herramienta natural.
1 Otras catacresis no involucran lo humano y dan cabida a expresiones diversas, como tren de vida, nube de polvo o tapón —también embotellamiento— vial. Del mismo modo, así como hay hojas en las plantas, también cuentan con ellas cuadernos, espadas y cuchillos.
2 Contrariamente a lo esperable, muchos de esos dientes juntos no forman una dentadura sino una cabeza.
3 Se denomina brazos armados a grupos violentos que actúan a la sombra de partidos políticos legales.
4 Esta, los brazos del sofá y las uñas de plástico de los guitarristas, además de catacresis, son metonimias por contigüidad.
5 La izquierda es progresista, por lo menos en teoría, y la derecha conservadora.
6 Una pestañita es una siesta. Los legajos también pueden tener pestañas. Sus vecinas, las cejas, se hallan en cerros, libros y páginas de internet.
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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “...y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa (Samsara, 2014).