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Somos lo que decimos: Las religiones laicas y sus palabras sagradas

Ricardo Ancira | 01.07.2015

“Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”), y han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones” (Comandante Fidel Castro Ruz, discurso del 13 de marzo de 1963).1

Aunque parezca increíble, en aquella época muchos de nuestros intelectuales —varios de ellos homosexuales o aficionados al rock— ya veneraban el castrismo y escuchaban con devoción sus soliloquios. Obnubilados, no percibían que, entre otras censuras, ese régimen desplegaba una abierta homofobia. La fe, como se sabe, es ciega. Por eso, a la intelligentsia mexicana también le quedaron fuera de foco el Muro de Berlín, los gulags, los sinsentidos de la Revolución Cultural de Mao, la “reeducación” de disidentes o los cúmulos óseos de Pol Pot en Cambodia.2 Para justificar todo peroraban catecismos “dialécticos”; las únicas dos palabras que siguen sin articularse son: “Estaba equivocado”.

Hace algunos años en Corea del Norte murió un dios, “y las montañas y el cielo se unieron para llorar lágrimas de sangre”, según informó la televisión estatal. La muerte del líder Kim Jong Il (hijo del líder Kim Jong Sung y padre del líder Kim Jong Un), “el Sol del siglo xxi”, como cariñosamente se hacía llamar por su pueblo, cerró así su ciclo divino, pues su nacimiento había sido saludado “por un doble arcoíris y el nacimiento de una estrella” (se ignora si es la misma que apareció en Belén).3

Numerosos son los paladines en el santoral mexicano. Gracias a los remanentes de la “educación socialista”, conocemos los nombres y hazañas sobrehumanas de nuestros héroes antes de aprender a sumar. Otro tanto puede decirse de cuatreros vueltos adalides. Pero quien ocupa el nicho central del altar laico es Benito Juárez, bucólico pastorcillo (¿de ovejas o de ciudadanos?) tan humilde y santo como el humilde y santo carpinterito de Nazaret. Las ideologías tienen, pues, puntos de contacto con las religiones: culto a un mesías, fe en vez de razonamiento, apóstoles, leyendas doradas, evangelistas (en los medios), porvenires paradisiacos, solemnes congregaciones (asambleas como misas).4

En la Biblia el becerro de oro ilustra el fetichismo monetarista. La adoración al dinero la caricaturizan los multimillonarios que malgastan su vida para ganar más aunque su capital bastaría para mantener a todo lujo a sus choznos. Los creyentes en el mercado son refractarios a otras consideraciones, pues este, como una divinidad todopoderosa, es el que rige el mundo y las relaciones entre los seres humanos. En su nombre se toman decisiones económicas que afectan la vida de la gente. Ciertos empresarios saben que el secreto para enriquecerse es apelar a la ignorancia, las bajas pasiones y las altas aspiraciones del grueso de la población.

La palabra orgánico(a) es sagrada para los adeptos a la alimentación sana. Es evidente que se trata de un calco del inglés organic, pasando por alto que, en rigor, todo lo que comemos (salvo la sal) es orgánico; con o sin fertilizantes y plaguicidas, con o sin modificación genética, pero orgánico a fin de cuentas.5 Otras divinas palabras son antioxidante, bajo en grasa y las diversas omegas. En este caso el templo ya no es una iglesia sino el propio cuerpo humano (una de las manifestaciones más enternecedoras es el narciso que levanta pesas admirándose en el espejo). Cercanos a esta especie de doctrina se hallan pseudoecologistas a quienes preocupa más el coito de las ballenas que la anemia de los niños. Vecinos son también los diversos tipos de vegetarianos, que van desde los que sí ingieren pescado, por ejemplo, hasta los que nunca probarían un pan untado con queso o unos huevos rancheros. Parecen no estar conscientes de que comen cadáveres de jitomate, nuez o zanahoria: por desgracia, para que nuestra vida continúe es necesario quitársela a otros seres.

La brujería y sus ramificaciones (avistamientos de ovnis, fantasmas, posesiones diabólicas) son las “antirreligiones” más viejas y, paradójicamente, más llenas de ritos y de “verdades” sobrenaturales. La santería caribeña, sincretismo de evangelios cristianos y rituales africanos, es la culminación de estas creencias. Más modestas son las limpias y otros hechizos que México ofrece al mundo: los chamanes de Catemaco, las brujas blancas de la Guerrero, los temazcales y otras sanaciones “prehispánicas” así como los hierberos del mercado de Sonora.6 Sincretismo también es ir cada 21 de marzo a las pirámides de Teotihuacan a cargarse de energía. La confesión ante el cura ha sido sustituida por terapias con el psicoanalista.

En nuestros días la realidad solo existe si es visible en la pantalla de un dispositivo electrónico. El servidor es el dios de esta nutrida secta, y los feligreses coleccionan aplicaciones como las abuelas estampitas de santos. Las redes están sustituyendo las relaciones interpersonales frente a frente. Sin su teléfono móvil, un joven se encuentra varado. En esta nueva revelación globalizada hay —como dijo el clásico— mucha información pero, al mismo tiempo, muy poca comunicación.

El que no conoce a Dios a cualquier barbón se le hinca. 

 

1 En este credo revolución, pueblo y socialismo son palabras sacras.

2 No olvidemos que Jean-Paul Sartre fue quien puso el ejemplo. También enseñó a llamar internacionalismo proletario la invasión de un país por una potencia amiga e imperialismo si lo hacía la enemiga.

3 Entre nosotros un partido, el PT, lloró, desconsolado, la muerte del “camarada”.

4 Nazismo y fascismo también montaban liturgias hipnotizadoras.

5 En el siglo XIX el maíz mexicano era muy diferente al del XIV, dicho sea de paso.

6 Donde pueden adquirirse pociones mágicas, como los polvos del manso cordero y el toloache, indicados para maridos rijosos.

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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “...y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa (Samsara, 2014).

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