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Perímetro de seguridad: La crisis griega

Athanasios Hristoulas | 01.08.2015
Perímetro de seguridad: La crisis griega
Aunque ha sido pospuesto, el riesgo de que Grecia rompa con Europa es latente. De realizarse, ¿qué acarrearía para ese continente?

La crisis griega y la posible salida del país de la Unión Europea podría tener un efecto dominó donde otros Estados sigan la misma ruta. Esto debilitaría la agenda de seguridad de Europa y Occidente debido a que se pondría en riesgo la cohesión de la región, lo que permitiría más agresión por parte de Putin.

Con la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949, se formalizó un Occidente unido bajo la dirección de Estados Unidos y listo para enfrentar a la Unión Soviética. La OTAN, en ese momento, fue un sistema de defensa colectiva que suponía garantías de seguridad a sus miembros; un ataque contra uno representaba un ataque contra todos.

Con la caída de la Unión Soviética, los países de Europa oriental corrieron a unirse a la OTAN: unos, como Polonia, buscaban protegerse de los rusos; otros, como la República Checa, consideraban la entrada a la OTAN como el primer paso hacia la integración a la Unión Europea (UE). Muchos Estados de Europa oriental aprovecharon durante los años noventa esta conexión entre la OTAN y la UE y, así, la relación entre ambas se solidificó.

Hoy en día, este frente es desafiado por la potencial salida de Grecia del euro y de la Unión Europea. La Europa actual es un continente diversificado y ampliamente diferente si lo comparamos con la Europa de los años cincuenta. A diferencia de los tiempos de la Guerra Fría, los niveles de “euroescepticismo” son altos. Asimismo, el continente está dividido entre aquellos países que apoyan políticas de derecha (Reino Unido y Alemania) y aquellos que patrocinan políticas socialistas (Francia). Además, la política europea se encuentra repartida entre dos corrientes sobre el tema de seguridad. La atlantista, conformada por el Reino Unido y los países de Europa oriental, busca fortalecer su relación de seguridad con Estados Unidos. La continentalista, conformada por países como Francia y Alemania, busca un camino más independiente para Europa en materia de seguridad. Estas discrepancias han creado problemas dentro de la OTAN. Igualmente, la expansión de esta hacia Europa oriental ha creado un sistema clasista dentro de la organización (entre los primeros miembros y los más recientes) que ha levantado dudas sobre la disposición de Inglaterra a defender a un país como Estonia si Rusia llegara a invadirlo.

La crisis griega y las diferentes posturas que se han tomado en torno a ella también han acentuado las presiones y divisiones mencionadas, las cuales aumentarían aún más con la partida de Grecia. Si Grecia decide salirse, Europa sufrirá su propia crisis existencial. Esa salida podría contagiar a otros países miembros que actualmente sufren problemas económicos, como Italia, España, Portugal e Irlanda. La partida de Grecia también aumentaría las dudas preeminentes del Reino Unido con respecto a su membresía en la Unión Europea, pues es un país que, desde un principio, entró a la UE con cautela y sin someterse al euro; su personalidad atlantista solo necesita un pequeño detonador para que decida salirse. Una situación así podría significar el fin de la Unión.

También vale la pena mencionar que a través de Europa persisten actitudes comprensivas y compasivas hacia los griegos: Mariano Rajoy y Alexis Tsipras, primeros mandatarios de España y Grecia, respectivamente, han participado juntos en manifestaciones españolas, y líderes izquierdistas como François Hollande (de Francia) han mostrado solidaridad hacia el pueblo griego.

En una contribución anterior para esta revista analicé la política de agresión por parte de Putin hacia Ucrania y argumenté que precisamente cuando Europa debe mostrar un frente unido contra el presidente ruso, sucede lo contrario. Putin se está aprovechando de la indecisión europea, de la distracción que implica la crisis griega y de la oportunidad de intensificar las divisiones en el continente para debilitar la posición geopolítica de Europa. Además, el mandatario ha realizado un esfuerzo especial para acentuar las tensiones entre Bruselas y Atenas: ha acogido a Tsipras en San Petersburgo y hasta ha llegado a ofrecer cubrir la deuda griega.

Si Grecia abandonara la Unión Europea, el golpe a su economía podría rebajarla a la condición de Estado fallido, lo que, junto con una Ucrania fracturada y una Europa débil, le abriría las puertas a Putin. Lamentablemente, todo esto sería la consecuencia de la incapacidad de un pequeño país con una población de 10 millones de habitantes, grandiosas playas y suntuosos sitios arqueológicos, de liquidar su deuda a tiempo.

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Athanasios Hristoulas es profesor-investigador en el Instituto Tecnológico Autónomo de México.

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