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Un libro tiene que estar vivo

Entrevista con Gabriela Velásquez Robinson

Angélica Abelleyra | 01.04.2018
Un libro tiene que estar vivo

Gabriela Velásquez Robinson es historiadora del arte. Tiene quince años en la dirección de Fomento Cultural de la Fundación bbva Bancomer. Luego de haber trabajado brevemente en el Museo Tamayo durante la gestión de Osvaldo Sánchez, afianzó sus pasos en la institución bancaria, los cuales primero la llevaron a sistematizar la información sobre artistas mexicanos que participaban en el llamado “Salón de Arte Bancomer”, y tres lustros después a comandar el área de Fomento Cultural, donde se concentran las labores editoriales del corporativo. Este País platicó con ella sobre los retos de continuar una labor de veintisiete años de publicar volúmenes en los que se aborda la vida del país no sólo desde el pasado y el presente de la producción artística mexicana, sus monumentos históricos y las variadas identidades que nos conforman, sino también analizando la problemática del presente nacional: la migración, el cambio climático y las nuevas formas comunicativas que los jóvenes utilizan en su diario vivir, que son otras de las temáticas con las que la fundación se renueva y busca tener un público más amplio y trascender esa naturaleza acotada a publi- car libros de regalo para clientes y amigos que muchas veces acabarán de adorno en la mesa de la sala. AA

 

ANGÉLICA ABELLEYRA: ¿Qué papel juega la labor editorial del ban- co dentro del área de Fomento Cultural?
GABRIELA VELÁSQUEZ ROBINSON: Es realmente una parte me- dular de lo que hacemos en Fomento Cultural. Los últimos años nos hemos dado a la tarea de generar una serie de actividades paralelas a nuestras publicaciones, con el ánimo de que las podamos compartir con un mayor número de personas. Hemos organizado simposios e hicimos una página web del último libro de la Torre BBVA Bancomer. La intención es ver cómo podemos tener un mayor alcance.

 

Los bancos tienen una tradición de editar libros de arte que es criticada porque mu- chos de ellos quedan en manos de socios y amigos, mientras que la mayor parte del público ni se entera de que existen. ¿Por qué se ha mantenido esa “tradición”?

En Bancomer tenemos una tradición en la difusión cultural de más de veinticinco años, y ha sido una labor que nunca ha ce- sado. Nuestras publicaciones han dado luz a muchas investigaciones que se quedarían guardadas si no fuera por este tipo de pro- yectos. Es el caso de La Catedral de México, volumen en el que participaron veinticinco expertos. Cada libro tiene una dinámica y una posibilidad de generar colaboración con especialistas de distintas disciplinas. La gestión de Fomento Cultural Bancomer se distingue de otras fundaciones porque nosotros trabajamos directamente con la comunidad de autores, fotógrafos y artistas, lo que se refleja en nuestras publi- caciones.

 

¿Cómo se da la selección de temas y parti- cipantes en cada volumen? ¿Cuentan con un comité editorial?
Tenemos un comité editorial que sesio- na una vez al año, encabezado por el presidente del banco. Invitamos a varias editoriales a participar, las cuales mandan sus propuestas y, a través de una sesión en donde participan funcionarios de la fun- dación y del banco, se toma una decisión colegiada. No hay una asignación directa, aunque todo depende de cada título. Cuando celebramos los setenta y cinco años de Bancomer quisimos hacer una pu- blicación exclusivamente sobre esa trayec- toria del grupo. En el caso del libro Torre BBVA Bancomer quisimos más bien celebrar el espíritu del banco en una obra que no sólo hablara de la arquitectura del lugar, sino también del entusiasmo de ser pione- ros, de ir a la vanguardia y poder compartir en un texto —cuya narrativa fotográfica es fenomenal— lo que está pasando aquí: có- mo, en este banco, la tecnología ha sido ya un factor fundamental para nuestra labor cotidiana.

Como dije antes, la dinámica y el nivel de intervención que tendremos dependen del proyecto de cada libro. En todos los casos tratamos de tener siempre una propuesta de temas, colaboradores, quién nos gusta- ría más que participara, pero los expertos son los editores. En algunos títulos, como el de la Catedral (editado en 2014), fueron unas joyas las investigaciones sobre las escaleras, los órganos, el incendio, los campanarios. Era una lástima que esto no hubiera salido a la luz antes. Así que cada libro habla mucho de lo que hacemos, de la mexicanidad e identidad del país, de cómo nos hemos ido representando a lo largo de la historia.

Por ejemplo, nuestra publicación más reciente, Los mexicanos: 2500 años de retrato, es un libro apropiado para estos momentos de reflexión, de ver cómo a lo largo de la historia se ha ido representando al mexicano, en la época prehispánica, en la virreinal, todos los artistas que nos han retratado, desde Hermenegildo Bustos, para darle la justa medida a él y a cada creador en su contexto, la intervención de la fotografía, las vanguardias europeas que inspiraron a muchos de nuestros creado- res, la academia y la ruptura, hasta el arte contemporáneo. Para mí este libro fue un regalo. Se hizo una investigación seria y acuciosa.

Un libro es para disfrutarse. Además, calculamos que cada volumen que obse- quiamos será leído por entre cuatro y cinco personas, y tenemos un tiraje de entre diez mil y doce mil ejemplares al año. Y lo bue- no de nuestros libros es que ofrecen diver- sos niveles de lectura: puedes escoger leer sobre un periodo histórico que te interese y así no es necesario que leas el volumen completo, o bien puede ser que lo tengas sólo para verlo.

 

El libro Torre BBVA Bancomer es un claro ejemplo de celebración de la propia institu- ción, pero hay otros temas reiterados en su colección: la historia, el arte de la Colonia, monumentos. ¿Qué otros temas les intere- sa abordar?

Nos interesa muchísimo el arte. Tenemos varios años promoviendo a artistas vivos en el país. En el Salón de Arte Bancomer participaron más de trescientos creado- res y actualmente tenemos un programa formativo con el Museo de Arte Carrillo Gil en el que hemos becado a cerca de cincuenta artistas visuales. El tema del arte siempre ha estado presente. Repertorio de artistas en México es una publicación en tres tomos en los que tenemos la presencia de artistas desde el siglo XVI hasta el XX, un recorrido de cuatrocientos años de autores no sólo mexicanos, sino también extranjeros que vinieron a trabajar al país.

Nuestro proyecto ha ido evolucionan- do con el tiempo. Al principio tenía un corte histórico y artístico, pero cuando lanzamos “Por los que se quedan” qui- simos meternos más de lleno en el tema del fenómeno migratorio y publicamos algunos libros como Migración humana y cambio climático, Raíces y Los que se quedan, este último acompañado por un documental dirigido por Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman. Además, se hizo una exposición fotográfica que se presentó en muchas ciudades de la frontera y en la Ciudad de México. Dependiendo de cada título llevamos a cabo una serie de activi- dades para potenciar los contenidos.

 

¿Qué otros temas te parece que sería im- portante abordar?
Me gustan los temas de actualidad. Dado el perfil de lo que hacemos, plasmar  lo que está sucediendo. En proyectos independientes relacionados con la rama editorial tenemos uno con Vivian Abenshushan llamado “Permanente. Obra negra”. Al final del día es el cómo pode- mos, a través de ejercicios editoriales, involucrarnos todos y hacer que sea un lenguaje vivo. Abenshushan va a hacer una serie de acciones relacionadas con cómo va recorriendo las ciudades y cómo va nombrando las cosas. Tenemos tam- bién a otros artistas con esas inquietudes. Por otro lado está el tema de cómo se ha ido transformando el lenguaje a través  de las redes sociales, que es algo que podríamos abordar en el futuro.

 

Entiendo que hay una futura edición ligada a la música.
Lanzamos un nuevo programa que se lla- ma “Proyecto Bi”, con el que impulsamos iniciativas de arte de autores de cierta trayectoria probada. El proyecto de Carlos Prieto Acevedo fue beneficiario de lo que antes era la Beca Bancomer de Apoyo a las Artes. Se trata de una exposición que pre- sentó durante el año dual México-Alemania llamada “Constelaciones críticas de la audio-máquina”, en la que tomó como

hilo conductor el sonido y la música para acercarse a distintas disciplinas haciendo una crítica histórica de la modernidad a través de cuatro núcleos, empezando por el muralismo, la poética visual, la escultura, la danza, el cine, hasta llegar al México contemporáneo; se trata de una pieza don- de la música y el sonido tienen una signi- ficación particular. La exposición de Prieto Acevedo fue apoyada con la beca para su presentación en Alemania.

Ahora, con Proyecto Bi, Jorge Munguía Matute ganó un estímulo y es él quien hará el proyecto editorial de toda esta iniciativa que se ha ido expandiendo con actividades paralelas que formarán parte de una publi- cación que va a hacerse, precisamente, a manera de constelaciones.

 

¿Cómo han evolucionado en veintisiete años de tradición editorial?
Quienes dieron un gran impulso a las publicaciones fueron doña Eva Gonda de Garza, con Fundación Cultural Bancomer, y don Manuel Espinosa Yglesias. Con la fundación tenemos una trayectoria de vein- tisiete años, durante los cuales ha habido un enorme compromiso para que nuestras publicaciones lleguen a más personas. Estamos generando una serie de estrate- gias, haciendo cápsulas en video incluso para que los empleados conozcan más estos trabajos.

Cada libro implica una estrategia. Cuando editamos El mestizaje mexicano (2010) hicimos un simposio en el que, por ejemplo, participaron el premio Nobel, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Miguel León-Portilla y Enrique Krauze. Y además del libro que resultó de toda la investiga- ción están los videos y una memoria de dicha conferencia. La difusión de todo ello fue vía streaming; lo mismo se hizo con Migración humana y cambio climático (2012). Realmente tratamos de aprovechar las nuevas tecnologías al máximo para que haya un mayor alcance.

 

¿Crees que hay manera de revertir la idea de que nadie o muy pocos conocen los libros publicados por bancos? ¿Cómo hacerlo?

Hay muchas herramientas que podemos aprovechar. Nuestros libros se venden en la cadena Educal en todo el país a un costo bastante razonable (setecientos pesos en promedio). Además, contamos con un catálogo en nuestra página web, donde se puede hacer pedidos y nosotros enviamos los ejemplares solicitados. Los precios van de cuatrocientos cincuenta a mil trescien- tos cincuenta pesos el más caro, que es El mestizaje mexicano porque incluye videos y la memoria del simposio. Hacer una versión digital es complicado porque el tema de derechos de reproducción a veces nos impide que podamos hacer más. En Los mexicanos: 2500 años de retrato, por ejemplo, se reproducen más de quinientas imágenes. Si lees los agradecimientos a las instituciones que nos las facilitaron, éstas suman más de cien, así que poder tener los derechos para páginas web resulta difícil y los permisos son temporales, por lo que hay que estar renovándolos.

En el caso de Torre BBVA Bancomer quisimos que la gente pudiera ver lo que hay detrás de la producción de un libro, la cantidad de personas que participan y los trabajos que generan diseñadores, inves- tigadores —entre ellos el iconográfico—, autores y fotógrafos. Para hacer este volu- men fue muy bonito entrevistar a quienes están “detrás de las cámaras” para que nos platicaran su experiencia. No es sólo un texto, sino que son seres humanos con una serie de inquietudes y reflexiones que nos aportan conocimiento y nos hacen vibrar. Es parte de un mundo vivo. Y un libro tiene que estar vivo.

 

Sobre todo en un país donde se reitera que no se lee. ¿Tú qué opinas?
Yo creo que sí se lee. El libro tiene una magia, una intimidad deliciosa que per- mite estar con uno mismo. El tacto que te proporciona cada ejemplar —que no es una pantalla— lo hace especial. He sido siempre una entusiasta de que todas las exposiciones tengan un catálogo, pues si no, se pierden. Acabamos de inaugurar una exhibición en el Carrillo Gil y editamos un catálogo con todos los procesos de investi- gación y con los asesores que participaron. Para los jóvenes es importantísimo llegar a otro país y mostrar su catálogo impreso, no electrónico. Pero con esto no digo que no los hagamos electrónicos; hace poco hicimos una selección de la colección del banco y elaboramos una versión impresa y una en e-book. Esto contribuye y suma. Aunque yo soy más del libro impreso.

 

¿Además del Carrillo Gil, piensan ampliar hacia otros espacios su coparticipación?

Estamos empezando un año increíble. El 20 de febrero se lanzó un nuevo programa con el Centro de Cultura Digital (CCD): el Laboratorio de Inmersión Bancomer-CCD, que convoca a cuatro o cinco artistas a quienes se les dará tutorías para que durante un año tengan acompañamiento, mismos que luego serán parte de un festi- val en el ccd con la posibilidad de interac- tuar con creadores que están trabajando en los nuevos medios de realidad aumentada y mixta.

 

Como historiadora del arte ¿observas la- gunas a cubrir en sus publicaciones, algún periodo del arte mexicano poco atendido? Ciertos pintores, como los de la generación de Gabriel Macotela, Roberto Turnbull y Gustavo Monroy, entre otros, se sienten poco atendidos por instituciones, libros, galerías. ¿Ustedes se están olvidando de cierta parte de la historia?
A ellos les tocó un momento complejo en el que cambiaron las estrategias y ya no fue el Estado el único responsable de darles impulso. Los jóvenes lo entendieron antes, pero a quienes aludes les ha tomado más tiempo moverse. Antes ni siquiera existía el tema del curador, quien permite establecer el diálogo entre los artistas y el público. Quizás eso ha fallado. Me acaban de contar de un museo privado que se va a inaugurar pronto con el interés de impulsar a ciertos artistas que mencionas.

 

Al ver su lista de libros, temas y escritores, encuentro cierta repetición de historiadores y editoriales.

La inclusión depende de la temática de cada título. Y sí, no vamos a negar que
Clío ha hecho un gran trabajo y que tiene un archivo enorme y valioso. A veces es difícil elegir, pero estamos impulsando a nuevos autores, algunos de ellos periodis- tas. Para Torre BBVA Bancomer invitamos a escribir a personas que no son escritores. Escogimos palabras que tuvieran que ver con la construcción del libro; por ejemplo, la chef Elena Reygadas habló del vocablo “miscelánea”, y a Guillermo Osorno le
tocó “México”. En fin, convocamos a pe- riodistas, entrenadores de futbol, un poco de todo. De este modo hacemos ver a la gente que estamos a un clic de distancia, que tenemos grandes oportunidades y que cada proyecto genera grandes oportuni- dades. EP

 

 

Angélica Abelleyra es periodista cultural y es auto- ra de los libros Se busca un alma, retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza & Janés, 2001) y Mujeres insumisas (UANL, 2007).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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