Ayuujk: Las lingüistas y el lenguaje incluyente
Blog de la semana
Me da la impresión de que los lingüistas, las lingüistas, establecemos una relación compleja con el lenguaje incluyente, para ser más precisos, con la marca morfológica que indica el género gramatical en sustantivos, artículos y adjetivos. No está por demás aclarar que el lenguaje incluyente incluye, valga la redundancia, más que enunciar siempre los sustantivos con terminación o y a. Por un lado, algunas lingüistas tratamos de explicar que la división genérica de los sustantivos del castellano no es lo mismo que la división por género de las personas en el mundo. Es más, creemos que es bastante desafortunado que el género gramatical se llame género, preferimos llamarle “clases” de sustantivos para evitar la polémica en las clases de gramática. Peor aún que las dos clases se llamen masculino y femenino. Otras personas, como la lingüista Concepción Company que ocupa una silla en la Academia Mexicana de la Lengua dijo en una entrevista que el adjetivo “sexista” no puede aplicarse a la gramática, pero sí al lenguaje y al discurso. A estas alturas, muchas de las personas con las que establecemos una interlocución sobre el tema nos miran con desesperación mientras tratamos mal que bien describir las diferencias entre gramática, lengua, lenguaje y discurso. Una amiga me decía que tenía la impresión de que muchas lingüistas negábamos el sexismo en el lenguaje y de alguna manera dábamos la espalda a la lucha de otras mujeres.
Guillermo de León, un literato y lingüista, comentaba una vez que las incomodidades, fricciones y quejas de quienes nos desempeñamos como lingüistas sobre el lenguaje incluyente tenían que ver con el hecho de que muchos lingüistas, me incluyo, no conocíamos suficiente sobre estudios de género y, por otro lado, muchas de las que conocen más sobre esos temas no conocían las distinciones técnicas con las que explicamos por qué la división por géneros gramaticales no se puede equiparar a la división por género en el mundo. Muchas veces no nos entendíamos y las discusiones se volvían una retahíla de intentos por conectar hablando de cosas muy distintas. Pero a veces ni sabíamos que no estábamos hablando de lo mismo.
Yo misma, hace algún tiempo publiqué sobre cómo la gramática no podía ser sexista (pueden verlo aquí http://archivo.estepais.com/site/2012/la-gramatica-va-en-femenino-%C2%BFlenguas-sexistas-o-hablantes-sexistas/ ) y aunque sostengo lo dicho sobre la manera en la que en diversas lenguas dividen los sustantivos en distintas clases arbitrarias (dos en castellano, 5 en alguna variedades de mixteco, tres en latín o todos en una sola clase como en mixe), no puedo decir lo mismo sobre mis conclusiones y sobre la bonita exhibición de ignorancia sobre estudios de género en ese escrito. También creo que tenemos que ampliar la discusión del lenguaje incluyente en amplio sentido en distintas lenguas del mundo y no solo en las hegemónicas. Por fortuna, Ana Paulina Gutiérrez, especialista en el tema fue muy paciente conmigo y comenzamos una serie de intercambios sobre el tema que me fueron mostrando puntos que no estaba tomando en consideración. No es que ahora sea experta, pero creo que estoy más abierta a escuchar y considerar distintos factores.
Por un lado, entendí que, si bien el número de sustantivos con un referente sexuado en el mundo son muy pocos dentro del universo de sustantivos del castellano, las experiencias que las personas tienen con estas palabras y sus marcas de clase, o género, son muy potentes. La palabra “niño” tiene un referente sexuado en el mundo, pero “idea” no, la palabra “persona” designa a un conjunto de entes de ambos sexos en el mundo, aunque como palabra siempre sólo tenga un género gramatical: el llamado género femenino. Una vez presencié como una niña se quejaba de que se le había excluido de unas instrucciones porque su profesora había comenzado diciendo: “a ver niños…”. En ese momento pensé que, independientemente de la gramática, había experiencias concretas que no podía invalidar y que esas experiencias concretas y sociales estaban impactando de algún modo en el sistema gramatical del castellano. No hay nada que pueda explicar gramaticalmente que invalide la experiencia de esa niña. Ella está teniendo una experiencia e interpretación concreta con el uso de unos morfemas. Como lingüista, creo que es un fenómeno normal de interacción entre la lengua y los fenómenos sociales que no podía quedar en sólo un juicio de valor, ameritaba una explicación. La diferencia en la terminación o/a, que es apenas una pequeña manifestación del género gramatical, se está politizando y eso potencialmente puede crear un cambio en el sistema gramatical mismo.
Resulta curioso que como lingüistas en muchas ocasiones hemos privilegiado una especie de superioridad experta tratando de explicar que la gramática no puede ser sexista mientras nos perdemos de analizar las causas y consecuencias del lenguaje incluyente en cuanto a las marcas morfológicas del género. Es más, sabemos que como lingüistas no somos prescriptivos sino descriptivos, pero en esto muchas veces expresamos juicios prescriptivos que terminan con una frase como “el lenguaje incluyente es una tontería”. Esto es más preocupante en medida que como lingüistas, sobre todo en puestos de poder o desde la autoridad de los títulos, podemos tener cierta influencia prescriptiva de la que tanto nos advierten y apartan en el primer día del curso “Introducción a la lingüística”. ¿Por qué en muchas ocasiones somos prescriptivistas con el lenguaje incluyente?
Por otro lado, para las personas que piensan que decir “las niñas y los niños” está acabando con la economía y la elegancia del castellano tal vez les tranquilice saber que luego de una breve revisión al fenómeno me doy cuenta de que afecta sólo a un pequeño número de sustantivos de la lengua, que además es generalmente inconsistente y casi siempre se presenta en vocativos y que la división gramatical de los sustantivos del español sigue tan igual que siempre. Por otro lado, es un fenómeno sobre todo concentrado en la lengua escrita (usar @, x, o terminación en e), así que sus preocupaciones por la elegancia de la lengua, lo que sea que eso sea, me parecen ahora desproporcionadas además de absurdas. Sin embargo, ese pequeño cambio en la marcación morfológica de los sustantivos ha cobrado una gran importancia política y eso me perece impresionante: son morfemas politizados. Así que, lingüistas descriptivistas, tenemos un fenómeno interesante que explicar y analizar; lingüistas prescriptivistas de la lengua y personas leales a la Real Academia de la Lengua: no se preocupen, ni es para tanto, el lenguaje incluyente no le está haciendo ni un rasguño a la clasificación de sustantivos del castellano. Calma.