¿Prosperidad urbana?
*Fotografía de Santiago Arau.
Definir una ciudad real, en lugar de una simple expresión administrativa, implica un proceso más imaginativo, un proceso de planeación. A veces parece que todos los complejos argumentos sobre cómo debemos comprender el futuro de las ciudades deberían reducirse a la resolución de dos únicas preguntas que representan dos polos opuestos: ¿nos sirven mejor las ciudades densas, o los barrios residenciales extensos? ¿Es el mercado la mejor guía para dar forma al desarrollo en lugar del Estado? En su más reciente publicación, El lenguaje de las ciudades (Ariel, 2017), Deyan Sudjic se cuestiona el panorama general de lo urbano, su ideal y sus consecuencia no deseadas.
El director del Design Museum londinense dedica un capítulo a la capital del país y describe con asombro lo que damos por sentado: “Antes se decía que la Ciudad de México estaba condenada a ser el mayor asentamiento humano del planeta. Probablemente fue la primera de las grandes megaciudades del siglo XX que causó una gran impresión en el resto del mundo, retratada como una imparable erupción de seres humanos que inundaban el paisaje hasta alcanzar el horizonte en todas direcciones. México tiene en sí misma los elementos de una ciudad global, tanto negativos como positivos”.
¿Cómo vislumbrar esa radiografía? El Índice de Ciudades Prósperas, disponible en el sitio de internet de Infonavit, reúne cifras y métricas sobre productividad, infraestructura, calidad de vida, equidad e inclusión social, sostenibilidad ambiental y gobernanza y legislación urbana. La suma de las partes apuntaría a identificar valores determinantes de los municipios y ciudades mexicanas para revigorizar la planeación y el diseño urbano, reforzar instituciones, leyes y normas, para fortalecer el desarrollo económico local. A continuación se reúnen voces de destacados investigadores y especialistas que enfilan tareas en prospectiva sobre la cuestión urbana de nuestro país.
Productividad
ALFONSO IRACHETA. Instrumentemos mecanismos eficaces para controlar la especulación sobre el suelo urbanizable. Lo anterior implica decisiones serias y profundas, con visión de largo plazo y ampliamente consensuadas con los actores sociales. De ahí que las políticas de suelo para incentivar o presionar la ocupación de vacíos urbanos y ordenar el crecimiento periurbano, donde se localizan los nuevos desarrollos y los asentamientos precarios e informales, son fundamentales para reducir los costos promedio de urbanización y de mantenimiento de la infraestructura, además de ser mecanismos de reducción de las disparidades socioespaciales y de ordenación física y ambiental de la ciudad. Estas políticas deben ser de aplicación general al espacio urbano y urbanizable de las ciudades y las metrópolis. La política urbana es ahora estratégica, como lo son las de seguridad nacional o la macroeconomía; implica un cambio esencial en las prioridades gubernamentales, ya que lo que ocurra en las ciudades afecta directamente el desarrollo nacional y conforme observamos que nuestras ciudades y metrópolis se descontrolan y tienden al desorden y lo insostenible, más compromisos debemos asumir para enfrentar estos retos, antes de que no haya vuelta atrás.
Infraestructura
PATRICIA RAMÍREZ KURI. Las grandes ciudades y regiones metropolitanas mundiales son el locus estratégico del orden económico y de la urbanización neoliberal. En ellas, los programas políticos han creado nuevas instituciones, políticas y estrategias urbanas que han priorizado el mercado en la gestión del desarrollo urbano, comprometiendo enormes inversiones de capital en el suelo urbano, edificando macroproyectos con elevadas plusvalías que benefician sobre todo a los agentes privados —comerciales, financieros e inmobiliarios— que los promueven, apropiándose de recursos sociales, abusando del territorio y de la naturaleza, subordinando la riqueza colectiva al interés de los grandes capitales. La reconstrucción de la ciudad desde el espacio público requiere de políticas y acciones articuladas que atiendan distintas dimensiones de la problemática urbana desde lo social, lo económico, lo laboral, lo cultural, lo ambiental, lo estético y lo patrimonial.
RODRIGO DÍAZ. Las políticas de desarrollo urbano y transporte deberían ir siempre de la mano. Finalmente, la localización de actividades es la que determina el patrón de viajes en una ciudad. Sin embargo, rara vez ocurre esto. Si hay una certeza en las ciudades mexicanas es la de saber que los programas de desarrollo urbano, débiles, básicos, carentes de visión y recursos, usualmente se plantean y manejan sin pensar en cómo se ocupa el territorio. No sólo es voracidad inmobiliaria: también hay mucho de adopción incompleta y fragmentada de modelos urbanos que no son implementados con el grado de coordinación y detalle que la escala y complejidad de la ciudad contemporánea demanda. Así, de un tiempo a esta parte, el dogma de la densificación por la densificación se tomó el discurso del urbanismo local (asumiendo que hay algo parecido a un discurso). Esto no es necesariamente malo, más bien responde a una necesidad real.
Calidad de vida
CARLOS ZEDILLO. Si las ciudades fuesen un organismo vivo seguramente no tendrían una estructura unicelular como las bacterias, sino que su composición sería pluricelular. Si así fuera, resulta interesante identificar que, en su mayoría, el territorio construido es vivienda y, por tanto, el territorio modificado (rural o urbano) funciona como sistema vivo. De igual manera, la célula es la transformación de las moléculas inorgánicas u orgánicas en condiciones ambientales adecuadas para dar origen a la vida; noción por demás interesante cuando la arquitectura es la profesión que transforma materia en construcción y que sólo es orgánica cuando es sensible al espacio y al tiempo en que se desarrolla. Los elementos del programa de cada vivienda (techo, piso, paredes, ventanas y puertas), los materiales, los sistemas constructivos y los esquemas de composición y relación que representan el 70% de las edificaciones que tocan el territorio no asumen este compromiso intrínseco. La vivienda va más allá de los cuatro muros de su área construida. Lo escribió Frank Lloyd Wright en El futuro de la arquitectura (1953): “Toda casa es una imitación del cuerpo humano demasiado complicada, burda, recargada y mecánica. Los cables eléctricos hacen las veces de sistema nervioso, las cañerías representan los intestinos, el sistema de calefacción y las chimeneas son como las arterias y el corazón, y generalmente las ventanas hacen de nariz y pulmones”.
Equidad e inclusión social
MARÍA CRISTINA CRAVINO. En la actualidad, en la gestión de las ciudades se plantean concepciones de gobernanza que, se supone, parten de una equidad de poder en todos los actores sociales. Esta es la forma discursiva predominante —obviamente no la única— con que se presenta la administración urbana. Esta imagen de eficiencia y de apoliticidad es justamente una forma de mostrarse y legitimarse de los gobiernos locales. Lo político se ha instalado como negativo, como motivado por el interés. En esos lineamientos neoliberales se ha apelado recurrentemente a la “participación” como un dispositivo de eficiencia, y quienes participan deben hacerlo en su condición de “habitante” o de “vecino” y no de ciudadano. Mientras se consolida una tendencia a buscar la despolitización como mecanismo de gestión, se produce una repolitización de las demandas urbanas, que pueden sintetizarse en la lucha por el derecho a la ciudad.
Sostenibilidad ambiental
ALBERTO KALACH. La ciudad, o la arquitectura, está asentada en un entorno geográfico, natural. El diálogo con el lugar es primordial. La relación con el entorno es el principio de la arquitectura. Todos los problemas urbanos de alguna manera también se relacionan con el entorno: la sobreexplotación de los mantos acuíferos, el hundimiento de toda la ciudad, el costo de ese hundimiento en términos de afectaciones a estructuras... Alguien, o más bien todos, tenemos que ver los problemas y tratar de dar soluciones. Siempre estamos esperando que alguien más resuelva las cosas, eso es un síntoma grave de nuestras sociedades modernas.
LORETA CASTRO. La arquitectura del agua ha quedado paulatinamente olvidada. El desarrollo de tecnologías de distribución y drenado ha facilitado el acceso al líquido, cosa que ha traído consecuencias importantes: la mayor parte de los seres humanos con acceso al agua y alcantarillado a través de sistemas hidráulicos desconocen la dificultad y el esfuerzo necesarios para su funcionamiento. La forma de la ciudad ya no habla sobre la complejidad o facilidad para acceder y drenar el líquido. Al contrario, las urbes contemporáneas están diseñadas para ocultar los sistemas que hacen posible obtenerla y desecharla. En gran medida, esta situación ha provocado la ignorancia sobre las causas por las que, en el caso particular de la cuenca de México, se vive una paradoja de exceso a través de inundaciones y escasez de agua potable. Nuestra cuenca merece la transformación de espacios públicos en infraestructuras hídricas capaces de retener, infiltrar y almacenar agua pluvial, así como de tratar y distribuir agua residual.
Gobernanza y legislación urbana
ROBERTO EIBENSCHUTZ. La comprensión de la complejidad de los fenómenos relacionados con el territorio y la indispensable adopción de una estrategia nacional de ordenamiento territorial de largo plazo requieren una amplia diversidad de profesionistas para resolver las contradicciones que se originan en la multiplicidad de visiones, correspondientes tanto a las políticas públicas que surgen de los distintos sectores de la administración, como a los intereses particulares que orientan las inversiones y acciones en el territorio nacional. Contamos con un marco jurídico renovado que incorpora nuevos elementos y precisa los existentes, sin embargo, persiste la presencia de sistemas institucionales de planeación independientes y en buena medida contradictorios. Una visión integrada del territorio en que las decisiones, inversiones y prioridades se desprendan de planes bien fundamentados en diagnósticos rigurosos validados por la participación responsable y permanente de la población representa un reto que requiere organización, información y capacitación de todos los actores que intervienen en el proceso.
Las zonas metropolitanas concentran el mayor potencial para el desarrollo del país; no es mediante los exiguos recursos del Fondo Metropolitano que se resolverán sus problemas. Se trata de un tema fundamental de gobernanza que sólo tendrá solución a través de una gestión coordinada entre todas las instancias involucradas, como base para la orientación y localización de las inversiones en los planes de ordenamiento correspondientes. La especulación con el suelo ha sido el motor fundamental de la expansión de nuestras ciudades, generando la atomización periférica que afecta a la población no sólo por la distancia de los desarrollos habitacionales, sino también por la carencia de elementos básicos para garantizar la sobrevivencia de los pobladores: empleo, comercio, servicios y equipamiento. Es indispensable recuperar las plusvalías generadas por la vivienda para atender sus carencias y evitar que la desigualdad se agudice.
*
La prosperidad urbana se puede medir, el aforismo de “lo que no es medible no es mejorable” adquiere un avatar fundamental para el desarrollo urbano. Las 10 tendencias emergentes para 2020 en materia de planeación e infraestructura (con base en el Foresight 2017 de KPMG International) resaltan la puesta en operación de los proyectos, las capacidades técnicas, la volatilidad de los mercados, la optimización de la gestión ambiental, la visión social compartida, la tecnología para la disminución de riesgo, la rehabilitación y reutilización de infraestructura existente, las alianzas público privadas, los fondos de inversión y las cadenas de producción. El porvenir parece distópico —o por lo menos contradictorio— en vísperas de la autodenominada cuarta transformación. Habrá que promover el uso de estos índices y formas de “planeación con planeación”. Leamos las Pistas falsas (Sexto Piso, 2018) que nos arroja Néstor García Canclini en su primera novela de ficción:
El desorden atraía tanto por su complejidad oscura como por los imaginarios que incita. Algunos equipos reúnen a técnicos y políticos para proyectar cambios en las ciudades divagando sobre lo que podrían ser en 2050; otros, formados por antropólogos y arquitectos, exploran las fantasías de los ciudadanos, que oscilan entre sospechar catástrofes y registrar los olores y colores, los paisajes y el grafiti, que distinguirán la marca de cada urbe. No me atrae tanto cómo se narran ahora esas ciudades por sus habitantes y sus turistas, sino comprender las intenciones originarias y los desacuerdos con los que se observan años después. Veo en las ciudades zonas donde averiguar cómo se estropean las utopías, qué dramaturgia del desastre las reemplaza. No pretendo dar soluciones, sino comprender los imaginarios.
Es necesario mirar cómo y cuándo se viaja, qué experiencias impulsan a habitar en una zona u otra zona de la metrópoli: según dónde pueden escoger mejor el horario para hacer compras, la escuela en la que inscribirán a sus hijos si los van a llevar en su propio coche y luego irán al trabajo en transporte público o compartido. Las experiencias de ciudad corren entre túneles de metro, comer parado en el puesto de alguna esquina, esperar el metrobús hasta que llegue uno con lugares libres, contestar mensajes, quizá leer o escuchar música en la red sociotécnica. Como contó una arquitecta mexicana, antes los vecinos se encontraban en el patio; ahora en el elevador y el estacionamiento.
¿Ruinas con porvenir? EP
________
Juan José Kochen, es maestro en Arquitectura por la UNAM, con estudios de Periodismo en la escuela Carlos Septién García. Es editor, autor de La utopía como modelo y actualmente es gerente general de Fundación ICA.