Boca de lobo: Galilea, Cuarón y las enchiladas suizas
De la pantalla nace la belleza: recostados en la azotea, Cleo y Pepe juegan a hacerse los muertos bajo el sol. La escena de Roma entra por los ojos y se instala en el alma, quizá para siempre: cuando la necesitemos, la mente volverá a la imagen donde una empleada doméstica y el pequeño que protege se dicen tantas cosas casi sin hablar.
Pero esta semana de una pantalla distinta surgió otra escena donde cada gesto, palabra, parecían armonizados por un director celestial para que el canal Las Estrellas TV trazara pulcramente el otro México. Uno doloroso, demoledor.
Volvamos al acto televisivo que divulgaron las redes y pongamos pausa si es preciso, para sorbito a sorbo interpretar al otro México.
Al aire en el programa Hoy, Galilea Montijo destacaba los siete minutos de aplausos que recibió en Italia la cinta de Cuarón. “Un mexicano hablando de Rrrroma”, alargó la r para marcar que esa ciudad de la que él tuvo el valor de crear una historia no es mexicana. Es obvia la acotación del desastre: la ciudad de Roma no tiene nada que ver con la película.
Enseguida, Galilea destacó que “en mismo Italia le estén dando esa ovación”. Sea cierto o no que Roma trata sobre la ciudad de Roma, su frase reveló un atavismo usual en algunos compatriotas (ojo, no todos). Por la tendencia a sentirse (sentirnos) poco, enfatizamos hasta la náusea la conquista planetaria: “Chicharito fue figura en In-gla-te-rra”. “Iñárritu ganó un Óscar en Ho-lly-wood”. “Enrique Olvera es el mejor chef del mun-do”. Son tantas ya las victorias internacionales de mexicanos que es hora de desterrar la idea implícita de que este lugar de nacimiento te vuelve menos y que por eso, duro y dale, hay que insistir: “un mexicano pudo”, “un mexicano conquistó”, “la hazaña de un mexicano”. Los individuos son lo que son, creativos, osados, inteligentes, y no por su pasaporte.
Cuando ella dijo que a un mexicano lo ovacionaron en el país del que la película trata, “El Burro” Van Rankin aplaudió genuinamente. ¿Aplaudió que a Cuarón le alabaran su película “italiana” en Italia o la perspicacia de Galilea que halló ese “valor” en el éxito del cineasta? Qué misterio.
Galilea luego sugirió “hay que ver la película”. Ella no la vio y opinó. Igual a lo que hoy sucede: ni idea cómo el gobierno ataca el huachicoleo pero opino en Twitter. Ni idea si es legal que el presidente firme un documento contra el gobierno de Venezuela pero opino en Twitter. Total, opinar es gratis.
Indignada, Andrea Legarreta le aclaró: “la película de Cuarón habla de México”. ¡Eureka!
-¿Y por qué se llama Roma, entonces?-, se molestó Galilea.
-Por la colonia Roma-, le contestaron varios en una suerte de penosísimo “me llamo Galileaaa”, como hacíamos en la Secun pero durante una emisión de rating descomunal.
Galilea prosigue: “¡Le hubiera puesto ‘Colonia Roma’, a lo mejor le entiendo!”. O sea, el problema es de Cuarón, que por su torpeza de no llamar a su obra “Colonia Roma” nos lleva a soltar disparates ante millones. Además, ¿si comemos enchiladas suizas es porque las traen de Suiza, no?
Al rato apareció otro video. Fuera del aire, Galilea repartía palos a la producción: “¡El prompter no decía que habla de México!”. Su mente es el teleprompter.
¿Qué filtros imponen la televisoras a personajes del entretenimiento que (lloremos) forman a los mexicanos? ¿Por qué esa televisión masiva continúa violentando obscenamente a una sociedad que lucha por otra mirada de sí misma, profunda, sensible, creativa, como la que Roma ofrece, y que además da frutos comerciales?
México no merece esta denigración: sería la gloría que, al fin, la televisión popular emprendiera su Primera Transformación.
Pero quizá exagero y debamos seguir igual, porque como explica Galilea: la culpa de todo es mitad del teleprompter, mitad de Cuarón.