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El costo humano de las nuevas tecnologías

Entrevista con Federico Reyes Heroles

Gerardo Ochoa Sandy | 01.05.2015
El costo humano de las nuevas tecnologías
¿Qué tipo de interacción social queremos? Esta es la interrogante que subyace en Alterados: Preguntas para el siglo XXI, ensayo de largo aliento donde Reyes Heroles reflexiona sobre los efectos que las nuevas tecnologías tienen en las personas y la forma en que han modificado las relaciones humanas, particularmente entre los jóvenes.

GERARDO OCHOA SANDY: ¿Cómo nace Alterados?

FEDERICO REYES HEROLES: Existen olas de lectura. Ante la aparición de un fenómeno, llegan mareas de textos que apuntan en esa dirección. En el caso de Alterados fue al contrario: hubo primero una serie de acontecimientos tecnológicos que nos rebasaron y traté de advertir acerca de sus consecuencias, deseadas y no deseadas. Es por eso que en su momento comenté que es un libro que nació a destiempo. En ese entonces, algunas personas me dijeron que era algo ludita —en alusión a los obreros textiles que a principios del siglo XIX se oponían a la implantación de las nuevas maquinarias—, pues parecía estar en contra de las tecnologías. Pero al contrario, mi computadora, mi iPod y mi iPhone son parte de mi vida cotidiana. Solo creo que debemos aprender a usar las nuevas herramientas y no que ellas nos usen.

El oficio marcó al libro. Soy escritor, escribo mis artículos y libros en computadora pero sigo corrigiendo a mano sobre el papel, pues debe haber una distancia ante el texto que no se logra con la pantalla. He notado también en mis alumnos de la Facultad que las computadoras, en lugar de ayudarlos a mejorar su prosa, más bien la han achatado y le han restado momentos de brillo.

Veo también que, por las dinámicas de trabajo en las oficinas, los documentos y discursos que se preparan no son leídos en voz alta y acaban siendo unas piezas pésimas desde el punto de vista de la retórica. Evoco al expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti quien, ante el estrado y sin una sola nota, era capaz de lanzar un discurso convincente que la gente celebraba con aplausos. Los uruguayos tienen una importante tradición retórica en su vida política. En alguna ocasión se lo comenté a Sanguinetti y él me contestó: “Para nosotros, si un político sube con una hoja de papel es que no sabe lo que quiere decir”. El salto de la pluma y el papel al teclado acarreó las mejorías derivadas no solamente de la facilidad de borrar y corregir sino también de cambiar la ubicación de un párrafo, sacar o meter información. Alterados es entonces un intento de revisión de lo que nos sucede, con una actitud crítica.

 

Alterados inicia con la noción de velocidad. ¿Por qué?

Experimentamos la velocidad por gozo. Uno no tiene que justificar el galope de un caballo, un acto bello en sí, como esa fracción del instante durante la cual los dos cuerpos, el del jinete y el del animal, se suspenden en el aire, en hermandad. Lo mismo sucede con la motocicleta. Algunos la utilizan para llegar más rápido a su destino, pero no es el objetivo fundamental de muchos motociclistas. El atractivo está en la estética, en el disfrute, en la destreza, en la tecnología. Si en cambio nos reunimos con amigos en un almuerzo, la velocidad no necesariamente es un ingrediente deseable, pues lo que buscamos es el placer de los alimentos, la compañía y la conversación. La velocidad en la poesía, en la literatura, en el amor, tampoco tiene sentido. Velocidad, pues, ¿para qué?

Incluso la velocidad aplicada con la intención de ahorrar tiempo ha tenido secuelas. El Concorde salió del mercado no solo por problemas de ineficiencia sino porque era contraproducente que el viajero llegase a su destino hecho pedazos luego de, digamos, un viaje París-Nueva York. Los grandes corporativos han comenzado a imponer limitaciones a sus ejecutivos para la toma de decisiones. Tras un vuelo intercontinental, no están autorizados a tomar decisiones durante las próximas 24 horas, pues no se encuentran en las condiciones óptimas. Hay, en este caso, lo que los economistas llamarían “rendimientos decrecientes”, los cuales debemos tener en cuenta. El eje debe ser el ser humano, y en función del ser humano debemos hacer uso de las tecnologías.

 

¿Por qué en Alterados se pregunta con frecuencia sobre la felicidad?

En Alterados recurro a Frankl, un autor al que no había regresado en años, para revisar esa noción. Me preguntaba qué diría acerca de la producción masiva de textos de autoayuda. Mi libro trata de compartirle al lector que Frankl asoció la felicidad con encontrarle un sentido a la vida, así como las condiciones para alcanzarlo: estar con el otro, que solo con el otro vas a ser feliz. Lo cual, estadísticamente, lo comprueba la Encuesta Mundial de Valores. No se puede, por más dinero que tengas, ser feliz en Haití, porque en el contexto general hay miseria, sufrimiento, dolor. En cambio, un noruego de clase media tiene más posibilidades de ser feliz porque su contexto es distinto. Eso nos permite sustentar una búsqueda más racional de objetivos como la felicidad.

 

¿Las nuevas tecnologías modifican las relaciones interpersonales y grupales?

Celebramos la aparición del correo electrónico porque nos pareció que de esa manera estaríamos en contacto con amigos en Londres o Vancouver, es decir, que estaríamos más unidos. Poco después nos dimos cuenta de que a la par que aumentaban nuestros contactos virtuales disminuían nuestros contactos reales. Una persona que ha pasado ocho horas en Twitter o Facebook no quiere saber de la gente real porque ya vio mucha gente a través de las redes. En Corea se han identificado casos de personas que no tienen un solo contacto real en el transcurso de un día. Desayunan solos, comen solos y cenan solos. ¿Eso es deseable?

Se partía también de un supuesto: a mayor información, más conocimiento; pero tampoco es así. El libro de Nicholas Carr, Superficiales, apunta precisamente a lo que internet está haciendo con nuestras mentes. Carr, un doctor en literatura, preguntó a sus colegas qué novela extensa habían leído últimamente, pues se acercaban las vacaciones y deseaba dedicarlas a la lectura. Recibió sugerencias basadas en críticas literarias pero notó que la mayoría no había leído recientemente una novela de largo aliento. Ese es el inicio de su investigación. El centro de su tesis es que lo que se gana en un nivel se pierde en otro, y la suma es cero. Esto lo demuestra también un estudio sobre la actividad cerebral de los taxistas en Londres. Es notable su crecimiento en la actividad de las áreas asociadas a la ubicación espacial pero hay una drástica disminución en otras áreas.

 

Alterados aborda el impacto en asuntos asociados con la salud.

Una profesora de preparatoria en Los Ángeles identificó cambios en el comportamiento de sus alumnos. Se dio cuenta de que los que dedicaban unas dos horas a su iPhone o iPod no se veían afectados mayormente; al contrario, parecía haber en ellos una ampliación de lo que Gilles Lipovetsky llamó la “extensión de las individualidades”: la riqueza de poder construir una vida individual. Pero si aumentaban las horas de uso, los alumnos comenzaban a tener comportamientos autistas y disminuía su interés por los otros. Me parece fantástico que podamos llevar en el iPod las sinfonías de Sibelius, pero cuando eso ocasiona que desatendamos la conversación con los otros, sustituyéndolos por nuestra propia individualidad, hay un costo humano. Es la “iGeneration”: el iPhone, iPod, iPad y lo que se agregue a esta lista. La iGeneration puede ser muy egoísta, y el egoísmo, vuelvo a Frankl, no es una alternativa para la felicidad. El argumento de Frankl es que hay un gozo íntimo, profundo y sólido en aquellos que viven en sociedad y para su sociedad. Él aclara que el interés por los otros no es un sacrificio que deba hacerse porque así lo dictamina una religión o una ideología, sino algo que nos conviene porque así tenemos más posibilidades de ser felices. El sentido de la vida y la felicidad pasan por los otros.

Durante el siglo XXI, en las sociedades desarrolladas el ser humano tendrá más tiempo libre, debido a la aplicación de los avances tecnológicos. En teoría, ese tiempo lo dedicaremos a ser felices. Se ha descubierto que los programas de televisión con más demanda son los deportivos, pues lo que nos gusta son los juegos, pero ha crecido también la demanda de libros de autoayuda. Eso indica que los filósofos, los escritores y los académicos no estamos atendiendo las interrogantes humanas.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la depresión será la segunda causa de inhabilidad laboral para 2025. Algunas depresiones serán muy crueles, como en el caso de los adultos mayores. La era digital puede ayudarnos muchísimo. Para un adulto mayor, que pierde movilidad física, ir de compras a través de la pantalla, ver las películas que están viendo sus nietos, conversar con sus amigos vía Skype o contar con un espacio virtual donde se comparta información sobre padecimientos comunes, lo mantiene vivo. Debemos desarrollar aplicaciones tecnológicas para este tipo de realidades. Los adultos mayores deberían ser hiperdigitales.

 

¿Qué impactos negativos tienen las redes en el ámbito social?

En México, las redes sociales están permitiendo que aflore un antisemitismo que es vergonzoso. Un comentario que, por un mínimo de civilidad, no te atreverías a decir en público, lo dices desde el anonimato. Varios comentaristas de radio —incluyo a Leonardo Curzio— hemos comenzado a señalar que ciertos rasgos de las redes sociales son éticamente condenables porque, a través del anonimato, alientan lo que autores en Estados Unidos han llamado las “sociedades del odio”. Una sociedad del odio es aquella que en su interior acepta que la muerte puede estar incluida entre sus actividades, formas de organización clandestinas que contravienen nuestros avances civilizatorios. En Estados Unidos están registradas más de mil de esta índole.

 

¿Deben tipificarse estos como “delitos virtuales”?

Algunos lo verían como un atentado a la libertad de expresión, y yo, como liberal, me andaría con mucho cuidado, pero todos los códigos penales establecen el crimen como delito.

¿Qué otros riesgos enfrentamos?

Si tenemos una comisión nacional para el combate a la discriminación, ¿cómo es posible que ocurra en las redes? Encuestas que hemos realizado entre maestros, padres de familia y población abierta lo reflejan. Lo recordaba hace poco Lorenzo Córdova: somos un país profundamente racista. A la pregunta: ¿usted aceptaría que un indígena viviera en su hogar?, el 50% de la población contestó que no.

 

Entonces, redes sociales ¿para qué?

Junto a los claroscuros, un aspecto que me parece fantástico es su impacto en la vida política. En una conferencia sobre filantropía en Madrid un colega me dijo algo que me impresionó: “¿Te das cuenta de que avanzamos hacia la organización sin organizaciones?”. Antes, cuando querías incidir en el tratamiento de, digamos, los niños con parálisis cerebral, tenías que crear una asociación civil, fundar un patronato, conseguir recursos, la ruta tradicional. Hoy puedes tener una organización que los atienda sin necesidad de haberte visto a los ojos con los integrantes porque compartes una problemática en el hogar y te sumas. Es un acuerdo entre ciudadanos. Las redes sociales fijan agenda, aglutinan temporalmente a los ciudadanos, pueden lograr un alto engagement y crean comunidades que no se congregarían en otras circunstancias. Lo mismo sucede con la mayoría de los ciudadanos en México que no pertenecen a un partido político —solo el dos por ciento—, pero a la vez existen casi 50 millones de cuentas en la red social de Facebook y más de 100 millones de teléfonos celulares. En este aspecto, los teléfonos inteligentes pueden constituirse como una herramienta de reporte ciudadano. Si en un Verificentro me están extorsionado, si en el imss no hay medicinas o si en el cruce de Observatorio y Periférico ocurrió un asalto, puedo hacérselo saber a la autoridad en tiempo real. Esto inspiró el programa No te calles que creamos en su oportunidad.

 

¿Qué sucede en México con quienes no tienen acceso a la realidad digital?

Siguiendo la línea de Lipovetsky, sostengo que estamos ante una nueva oportunidad de justicia social. El sociólogo desarrolla la teoría de los “objetos igualadores”. Vas a correr al parque con unos tenis que pueden costar 30 o cientos de dólares, o llegas un domingo a un restaurante en mezclilla, lo mismo que otros comensales, y eso ocasiona una hermandad en la apariencia que hace más grata la convivencia. Yo celebro que el Gobierno del Distrito Federal aliente el uso de la bicicleta: familias de distintos niveles sociales, bicicletas muy sencillas y bicicletas carísimas, y sin embargo el Paseo de la Reforma es de todos. Hace poco le dimos un paseo a unos alemanes que se quedaron asombrados. Ellos tienen carriles para bicicleta en sus ciudades pero nunca destinan las avenidas principales solo a estos vehículos. Lo mismo sucede con los celulares, que usan plomeros, carpinteros, estudiantes o profesionistas. Por otra parte, como sabemos, uno de los programas del Gobierno federal es la entrega de laptops a estudiantes. Transparencia Mexicana ha estado involucrada en el asunto, y ahí va.

Pero hay un punto de inflexión: la conectividad. Si no se generan condiciones de conectividad más o menos iguales para todos, veremos que los muchachos en Monterrey saldrán disparados por su acceso a la red y los de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, los que ya sabemos, van a quedarse otra vez rezagados, mucho más rezagados. El instrumento funcionaría como un disparador de las desigualdades. Ese tipo de programas debe tener un criterio de justicia social y acelerar la conectividad, o al menos entregar laptops que vayan cargadas, y aun así seguirá habiendo diferencias. Grosso modo, tenemos conectividad en el 30% del país y, al ritmo que vamos, podría tomar una década para que se generalice. Es cierto que la geografía del país es difícil pero necesitamos un programa emergente —que lo hay y está en muy buenas manos— e invertir más dinero.

 

Las empresas mexicanas de telecomunicaciones, ¿deben involucrarse también?

Es un gran mercado y por llana lógica empresarial deberíamos esperar que todas ellas invirtieran recursos.

 

¿Repercute la red digital en la toma de decisiones?

Lo noto en la clase gobernante, política y empresarial. Pocos problemas resisten una discusión seria y sin distracciones, sin que se le encuentre una solución. Si luego de dos horas no la encuentras, realmente estamos ante un problema serio. No obstante, llegas a reuniones con políticos y empresarios y no pueden concentrarse. Es cada vez menos frecuente una conversación larga, de 45 minutos a una hora, sin que alguien se levante de la sala de juntas y sin que los participantes dejen el celular sobre la mesa, dando a entender que, en cualquier momento, puede entrar un mensaje que es más importante que lo que se está discutiendo. La pérdida de concentración es un efecto colateral de las nuevas tecnologías. Está demostrado que las tareas múltiples, o el multitasking, acarrean rendimientos negativos de calidad. Hemingway decía que no había peor enemigo para la escritura que las visitas inesperadas y las llamadas telefónicas. Las visitas inesperadas de personas ya no son frecuentes pero las visitas inesperadas digitales son una invasión. Debemos tener la herramienta en la mano, saber para qué sirve, controlarla, hacerla nuestra, para que no afecte la vida personal, la vida intelectual, la vida profesional: para que no afecte la vida.

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GERARDO OCHOA SANDY fue agregado cultural en Praga, Lima y Toronto. Es autor de la novela cuadrama, La palabra dicha: Entrevistas con escritores mexicanos, Política cultural: ¿Qué hacer? y 80 años: Las batallas culturales del Fondo ([email protected]; Twitter: @OchoaSandy; Facebook: Gerardo Ochoa Sandy).

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