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Somos lo que decimos: Zapatero, a tus zapatos

Denominaciones de oficios

Ricardo Ancira | 01.11.2015
Somos lo que decimos: Zapatero, a tus zapatos

En la cosmovisión católica el trabajo es un castigo divino. Dios condenó al hombre a ganarse el pan con el sudor de su frente. A diario lamentamos semejante maldición. Considerando seguramente que la mujer no trabajaba, su sanción consistió en algo igual de terrible: parir con dolor.

Como es lógico, la mayoría de los nombres de las profesiones proviene del latín o del griego, como sastre, arquitecto, profesor, forense, prostituto, proxeneta; diputado, senador; político y policía (de polis). Sacerdote en latín quiere decir ‘sagrado’ mientras que los curas —se asume— curan el alma. Monje, del griego ??????? significa ‘solo’ porque así se supone que vive. Otras lenguas incrementan el léxico: chamán (del tungús šaman, lengua hablada en Siberia Oriental); albañil, alfarero (del árabe), payaso del italiano, chofer y marchante del francés, top model y barman del inglés. Nana es una voz infantil.

Hay que distinguir los oficios que aluden a la materia del trabajo de aquellos que se refieren a los instrumentos utilizados.1 Entre los primeros están: herrero, astrónomo, biólogo, químico, hojalatero, plomero y los relacionados con animales: vaquero, carnicero, apicultor, torero, ballenero; o bien con plantas (verdulero, cañero, yerbero/hierbero). En otros casos la materia son personas o partes de sus cuerpos: enfermero, pediatra, dermatólogo, neumólogo, cardiólogo, psicólogo, dentista (si se prefiere la voz latina a la griega: odontólogo), así como otras especialidades médicas; también disciplinas como lingüista, grafólogo, matemático, geógrafo, biólogo. A veces el referente es un término genérico (empleado, obrero, agricultor, empresario, ganadero). El modisto crea algo abstracto: moda. Los mecánicos, en cambio, arreglan lo tangible. El físico, a pesar de lo concreto del término, parecería que se encarga primordialmente de lo inmaterial.

Por su parte, algunos quehaceres toman su nombre de las herramientas y enseres necesarios para llevarlos a cabo (fresador, timonel, banderillero, tornero, yesero, trapecista, bombero, machetero, tablajero, violinista, pianista y otras disciplinas musicales).2 Los voceadores venden con su voz.

Otras ocupaciones ponen el acento en el lugar donde se desarrollan: campesino, aduanero, astronauta/cosmonauta, minero, granjero, marino, banquero, cantinero, cirquero, tendero. Nuestros recamareros —casi siempre mujeres— en España se llaman camareros, quienes también atienden en los restoranes.

Entre las labores nombradas por la función de sus ejecutores destacan: dama de compañía,3 médium, valet parking, acomodador (en teatros), ejecutivo (en las empresas), extras en el cine.

Vecinas son las que cuentan con el verbo correspondiente porque se refieren a acciones acotadas. Así, los labriegos labran, los pescadores pescan, los contadores cuentan, los conductores conducen, los reparadores reparan y los escritores escriben.4 Son varios los que implican un receptor de la acción: vendedor, luchador, comerciante, administrador, reportero, domador, actor, guía, pintor, escultor, compositor, sirviente, cazador, arriero, director. Pastores vigilan a los rebaños que pastan y también a la grey protestante. En otras ocasiones se actúa para sí mismo: lector, nadador, corredor, saltador, lanzador. Terrateniente y rentista más que ocupaciones son lucrativos estatus.

Otros empleos no se relacionan con los instrumentos, materia, funciones ni verbos sino con los resultados del trabajo. Así, hay calculistas, leñadores, panaderos, columnistas, literatos, articulistas, pulqueros, escenógrafos y joyeros. Las producciones de tortilleros y taqueros son complementarias; estos últimos serían inconcebibles sin los primeros.5

Algunos vehículos nombran a sus operarios: taxista, trailero, ferrocarrilero. La pericia, la locución y la magia dan lugar a especialidades. En los deportes, de un sustantivo proviene el del practicante (futbolista, remero…). Es de suponer que los ingenieros destacan por su ingenio y los secretarios por su secrecía, pero es probable que haya excepciones.

Los nombres de ciertas tareas tienen varios orígenes: verbo y resultado (limpiabotas, anestesiólogo, curtidor, curandero,6 sepulturero, adivinador) o lugar y herramienta (mesero), lugar y verbo (cocinero), materia y resultado (carterista, asegurador).

Son mexicanismos bolero, cerillo, el merolico y sus patiños,7 el charro (¿por lo abigarrado de su atuendo?) y varios despectivos: achichincle, canchanchán, chalán.8 Algunos, como los organilleros, tienden a desaparecer. A los pregoneros los desplazan grabaciones que publicitan chillonamente tamales oaxaqueños9 o la compra de fierro viejo.10 Es útil el pinche en la cocina, pero como adjetivo significa despreciable y se construye con ser y a veces con estar.

Un estereotipo dicta que en las regiones cálidas se trabaja menos que en las frías. “Por ello en estas últimas hay más suicidios”, decimos los del trópico para consolarnos. En estos países tercermundistas y en el ámbito de la administración pública pululan los todólogos que, como reza el dicho, “son aprendices de todo y oficiales de nada”.

 

 

1 Con objeto de aligerar este apunte solo se citará el masculino a pesar de que casi todas las actividades cuentan con femenino, lo que muestra que nuestra lengua es relativamente igualitaria, en todo caso más que nuestras prácticas.

2 Músico, en cambio, se refiere al producto del trabajo y no a un instrumento en particular.

3 No existen aún los *caballeros de compañía.

4 En cambio, novelistas, poetas, guionistas y ensayistas se nombran por los resultados de sus actividades.

5 En algunas zonas dialectales se pretende estigmatizar a las lesbianas llamándolas tortilleras.

6 No confundir con el curador, que monta exposiciones.

7 También los tiene el comediante.

8 O sea subordinado, subalterno. La sujeción del peón se ve materializada en el ajedrez.

9 Los cuales, sin excepción, son ricos y están calientitos.

10 Veremos en otro apunte que estas forman parte de la contaminación discursiva, que a su vez contribuye a la acústica (campanas de iglesia y de barrendero, cumbias en el transporte público, arpegios de afiladores, camoteros, globeros…).

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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “...y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa (Samsara, 2014).

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