Ciudadanos y políticos: la falsa distinción
Entrevista con María Marván Laborde
EMILIANO BALERINI CASAL: ¿Cuál es el balance que usted hace de las elecciones del pasado 7 de junio?
MARÍA MARVÁN LABORDE: Estas elecciones se dieron en un contexto de violencia y de presión política inédita. Tenemos, incluso, muchos delitos electorales, y las amenazas de grupos específicos
—no solo de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)— contra el proceso electoral. Ese es un fenómeno que tenemos que distinguir. Cuando pensamos en el pasado de urnas quemadas, normalmente estas ya estaban llenas y eran robabas por el partido perdedor para evitar que se contaran los votos. Ahora se trató de urnas que se robaron antes de que empezaran las elecciones, para evitar que la población votara. Es un fenómeno nuevo que generó mucha tensión, sobre todo en las dos semanas previas a las elecciones. Afortunadamente, el mismo proceso contradijo lo sucedido antes. Se instaló la gran mayoría de las casillas, más de 99%. La gente pudo ir a votar sin violencia. Esto no minimiza los actos que mencioné anteriormente, pero hay que separarlos porque la violencia que precedió a las elecciones contrasta con la jornada electoral, incluso con la aceptación de resultados. Siempre que hablamos de lo que la gente hizo en las elecciones, interpretamos hechos múltiples que no necesariamente conocemos. Sin embargo, podemos aventurar dos hipótesis: una es que, frente al escenario de violencia, buena parte de los mexicanos prefiere ir a las urnas para buscar un cambio por la vía institucional; otra, que sí hay un voto de castigo a los tres partidos grandes. Si vemos el resultado del Congreso parecería que no, que la gente, a pesar del rechazo que tiene contra el PRI, lo favoreció; pero si vamos a los porcentajes, estos fueron bajos tanto para el PRI como para el PAN y el PRD. Lo que pasa es que en términos proporcionales el PRI va a lograr, junto con el Partido Verde y Nueva Alianza, la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Sin embargo, si vamos propiamente a los votos que gana cada partido, los más castigados son los tres grandes; y los dos “ganones”, sin duda, son Morena y Movimiento Ciudadano. Hay dos gobernantes perdedores (y digo gobernantes y no gobernadores porque uno es gobernador y el otro es jefe de Gobierno); son Aristóteles Sandoval en Jalisco y Miguel Ángel Mancera en el Distrito Federal.
¿Por qué son los dos grandes perdedores?
Por la reubicación de las fuerzas locales. El PRI en Jalisco tendrá que voltear a ver a Movimiento Ciudadano y, en concreto, a Enrique Alfaro y todo el liderazgo que este tiene, para seguir gobernando. Desde luego, Alfaro tendrá que voltear a ver al gobernador: no puede dejar de hacerlo. Aristóteles Sandoval gobernará estos últimos tres años bajo la amenaza de que el siguiente gobernador no van a ser de su partido, y eso es una novedad. En el Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera pierde frente a Morena, pero también frente al PAN y el PRI. El PRD va a gobernar en condiciones en las que nunca lo había hecho. La posibilidad que el jefe de Gobierno había planteado de tener una Constitución propia para la Ciudad de México se desvaneció, pues no hay condiciones para pensar que Mancera ponga el borrador de esa Constitución sobre la mesa.
En ese contexto, ¿cómo explicamos el fenómeno de las candidaturas independientes?
Las candidaturas independientes estaban francamente prohibidas. No había una norma expresa que las prohibiera, pero había una serie de normas que las hacían imposibles. La única manera de poderse presentar a elecciones era con el refrendo de un partido político. Había muchos candidatos independientes, o tránsfugas de algún partido que conseguían la franquicia de un instituto político para poderse presentar a las elecciones. Esto lo vimos mucho en gubernaturas, incluso en diputaciones, porque el sistema en México obligaba a que se compitiera desde algún partido. Tenemos un sistema muy cerrado. La cantidad de requisitos para fundar un partido es impresionante, y se incrementó en 2003 y 2006. La posibilidad de crear un partido se limitó a una vez cada seis años, después de la reforma de 2007. En 2014, la posibilidad de mantener el registro se subió a tres por ciento. El sistema se vio obligado, por el caso de Jorge Castañeda, en gran medida, y por el alto voto nulo en 2009, a aceptar las candidaturas independientes. Ahora se aceptan en la Constitución, pero en la legislación secundaria se ponen muchas trabas, requisitos sumamente altos con el cálculo de que nadie llegue. La sorpresa fue que llegaron muchos. Nos pueden parecer pocos en términos del número de candidaturas en el país, pero también hay que reconocer que aun en países donde hay menos trabas, normalmente las candidaturas independientes no superan el uno o dos por ciento. Paradójicamente, los que alcanzaron a llegar, como tuvieron que superar tantas trabas, se vieron muy fortalecidos. El beneficio que podrían traer las candidaturas independientes al sistema de partidos es el de una fuerza exógena que inyectará un poco de oxígeno. En términos generales, no me he confesado como abiertamente simpatizante de las candidaturas independientes porque me parece una falacia absoluta decir que estas son para los ciudadanos y no para los políticos. No creo en esa división maniquea entre ciudadanos y políticos. Los ciudadanos que van como candidatos independientes están haciendo política, se convierten en políticos y están incidiendo en el sistema de partidos porque quieren jugar con él, sin lugar a dudas. Especialmente la candidatura en Nuevo León de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” —nos acordamos más de su apodo que de su nombre— llevará a los partidos a revisar su proceso de nominación de candidatos.
¿El triunfo de los candidatos independientes se debe, en buena medida, a que las cúpulas de los partidos políticos se han alejado de la gente?
Sí. Este sistema cerrado de partidos, construido por ellos mismos, ha generado una distancia muy grande entre los políticos y la vida cotidiana. Insisto en que a mí no me gusta la división entre ciudadanos y políticos. Lo que pasa es que estos últimos estaban muy confiados en que para poder ganar era suficiente el estar bien con la cúpula partidista y tener una clientela suficientemente aceitada. Lo que está diciendo ahora el proceso electoral es: “Los ciudadanos, que no necesariamente militan en un partido, que no pertenecen a una clientela fija, tienen posibilidad de ser candidatos”.
¿Cuál de los fenómenos de candidatos independientes es el más atractivo?
A mí el fenómeno que más me atrae es el del chico Pedro Kumamoto en Jalisco. Es un estudiante de 25 años que se lanza a hacer campaña, que vía redes sociales consigue las firmas necesarias y arrasa en el Distrito 10 de Zapopan, un distrito, además, profundamente panista. Él dice haber gastado 18 mil pesos en su campaña. Hemos de reconocer que recibe apoyo social gratuito, que genera tanta simpatía que hay gente que se le acerca a ofrecerle asesoría, a ofrecerle apoyo sin cobrarle, en términos de pesos y centavos, porque empieza a haber toda una apuesta de decir, “nos gusta el fenómeno Kumamoto y tiene que salir adelante”. Él es el más independiente de todos los candidatos que conozco hasta ahora. De “El Bronco” se ha dicho mucho; después de todo, trae 30 años de militancia atrás y el apoyo innegable del grupo de poder económico de Nuevo León, el cual no vio con simpatía la candidatura de Ivonne Álvarez en el PRI, ni la de Felipe de Jesús Cantú en el PAN, por lo que buscó una tercera opción. Legalizada la figura de los candidatos independientes, ese grupo apoyó a “El Bronco”, consiguiendo, curiosamente, votos de gente que nunca votaba y que ahora vio en Rodríguez una opción más allá del bipartidismo.
¿Y Alfaro?
Enrique Alfaro es un fenómeno peculiar, interesante, que da una gran lección a la soberbia del PRI, el PAN y el PRD. Alfaro fue presidente municipal de Tlajomulco con mucho éxito, como candidato del PRD. Cuando buscó la candidatura a la gubernatura, el PRD le cerró las puertas. Lo que se dice es que hubo un acuerdo entre el PRI y el PRD para que el PRI regresara a la gubernatura del estado. El PRD siempre ha sido una franquicia que existe en Jalisco gracias a que los partidos nacionales tienen la obligación de ser reconocidos por los estados. El PRD pactó con el PRI, con Aristóteles Sandoval, para poner una figura de papel que no le restara votos al PRI. Evidentemente no sacó nada de votos en 2012, y Alfaro, por su cuenta, y Aristóteles Sandoval quedaron muy cerca. A partir de ahí, Alfaro trabajó estos tres años en construir su candidatura para Guadalajara, en extenderse como un movimiento social y político propio de Jalisco, lo que le dio resultados que ni ellos mismos esperaban. Sí esperaban ganar: las encuestas les decían que lo iban a conseguir, pero ni en los pronósticos más optimistas esperaban un resultado así. Ahora se enfrenta Movimiento Ciudadano, que tiene una fuerza muy importante en Jalisco, a un partido nacional con el que tiene poco que ver; es decir, habrá que ver ahora cuál es la relación entre Dante Delgado y Alfaro, y de esa relación dependerá mucho el futuro…
Pero Alfaro no es un candidato, digamos, independiente…
En el sentido estricto y legal no. Él confiesa no estar afiliado a Movimiento Ciudadano y maneja un discurso anti-establishment y antipartidista muy importante. No es el caso, por ejemplo, de Kumamoto. Él no está en Movimiento Ciudadano; tal vez puede simpatizar con Alfaro pero es independiente. Kumamoto quizá puede vivir como candidato independiente. ¿Cuál será su futuro? Todavía no aplicará para él la reelección, así que no podrá volver a presentar su candidatura en 2018. Habrá que ver si le alcanza su popularidad para ser candidato a la alcaldía, si le interesa o no le interesa, si a partir de ahí construye una candidatura independiente para venir al Congreso federal, en fin. Pero Enrique Alfaro no va a tener otra opción que organizar un partido —se llame o no así— dentro o fuera de Movimiento Ciudadano. Lo cierto es que Movimiento Ciudadano va a tener 23 o 25 diputados federales que fundamentalmente vendrán de la fuerza de Alfaro.
¿El presupuesto que utilizan los candidatos independientes es similar al que tienen los partidos políticos?
Aquí se presenta una contradicción que es importante resolver para 2018. Tenemos dos reglas separadas que, en el caso de los candidatos independientes, provocan crisis; dos reglas distintas pensadas para partidos políticos (en la reforma de 2014 no se previó lo qué sucedería con los candidatos independientes porque, insisto, los partidos políticos estaban seguros de que nadie llegaría y por tanto no prestaron atención). Primero, tenemos una regla que impone topes de campaña: dependiendo de la campaña, puede uno gastar determinada cantidad de dinero; además, se establece que el financiamiento público debe ser predominante, y se limita la cantidad de dinero privado que uno puede conseguir. Segundo, al conjunto de candidatos independientes se les da dinero como si fueran un partido político. No recuerdo cuántos candidatos hubo a nivel federal, creo que 22. En este caso, se repartió entre 22 candidatos lo mismo que se dio a Morena, al Partido Encuentro Social y al Partido Humanista. Como eran 22, les tocó bastante dinero para hacer campaña. Si hubieran sido 500, no les toca nada, que fue el caso de “El Bronco”. El financiamiento público que él recibió era muy limitado; fue muchísimo menos de lo que permitía el tope de campaña. ¿Qué regla aplica en este caso? ¿Debía prevalecer la regulación del financiamiento privado y, por lo tanto, solo podía conseguir 10% más, o la regulación de topes de campaña, que lo autorizaba a conseguir tanto dinero como pudiera hasta llegar al máximo? La resolución que se tomó ahora tendrá que ajustarse. Esto será de suma relevancia para la elección presidencial de 2018.
Actualmente, ¿el presupuesto privado puede completar el tope de campaña?
La resolución del tribunal electoral en Nuevo León fue esa. ¿Lo vamos a permitir para la elección presidencial? El candidato independiente se puede convertir, en el mejor de los casos, en una expresión clara de la plutocracia y, en el peor de los casos, en una expresión clara del dinero sucio. Conseguir esa cantidad de dinero y no decir de qué fuente viene nos haría pensar que la delincuencia organizada puede estar atrás de un candidato independiente; es una contradicción difícil de resolver.
¿Hacia dónde cree que vaya a ir esa discusión?
Como son los que van a hacer la ley, los partidos buscarán —y más con los triunfos de 2015— el escenario más restrictivo para los candidatos independientes.
¿Usted cree que para la elección de 2018 el número de candidatos independientes aumente, por ese mismo cansancio de la gente?
Por ese cansancio y por la ilusión de los que ya ganaron. Hoy sabemos dos cosas: una, que es posible vencer los obstáculos puestos por los partidos, y dos, que el electorado ve con gran simpatía las candidaturas independientes. Para el electorado, son una alternativa posible. Habrá muchos que lo van a intentar, sin lugar a dudas; no obstante, es imposible saber cuántos lo van a lograr y si quienes lo consigan generarán alguna simpatía.
¿Cómo se pueden explicar las candidaturas independientes respecto a otros países de América Latina?
La gran mayoría de los países de América Latina aceptan las candidaturas independientes y tienen restricciones menores de las que tenemos en México. Sin embargo, nunca se presentan tantos candidatos independientes como para generar un contrapeso o constituir la mitad de las candidaturas. Lo que sucede es que ahora el fenómeno es nuevo y el hecho de que “El Bronco” se haya llevado una gubernatura nos hace pensar que las candidaturas son un éxito, aunque también haya muchos que perdieron.
¿Se tiene que mirar con ojos aparte lo de “El Bronco”? ¿Eso quería decir usted cuando mencionó que tiene al empresariado local a su espalda y 30 años de militancia?
Hay que ver cada candidatura independiente como un fenómeno aparte y después tratar de entender el fenómeno global. Tenemos el lastimosísimo caso de “Lagrimita”, en Guadalajara; una candidatura que, a decir de los tapatíos, fue claramente impulsada por la gubernatura justamente con la idea de restarle votos a Enrique Alfaro, y que incluso llega al Tribunal para tratar de convencer de que casi haber conseguido las firmas debería significar la posibilidad de competir. El Tribunal falla a favor y valida una candidatura que aparentemente estaba fuera de la contienda, y lo que “Lagrimita” obtiene es, verdaderamente, pírrico, ridículo. Los ciudadanos son menos idiotas de lo que los partidos creen. Tenemos un electorado mucho más estratégico, que se da cuenta de las trampas que hacen los partidos, algunas claramente ilegales y otras que podemos llamar “mañas”, por no decirles “trampas”. A mí no me parece que se deban prohibir las campañas sucias; con toda honestidad le digo que “ni siquiera me disgusta”.
¿No se deberían prohibir?
No. Porque las mismas campañas sucias tienen un límite y si los partidos no se dan cuenta de ello, pagan el precio. Los casos de Claudia Pavlovich en Sonora, de Enrique Alfaro en Guadalajara y de Xóchitl Gálvez y Ricardo Monreal en el Distrito Federal son un ejemplo de que estas campañas sucias pueden revertirse. Las campañas sucias pueden ser efectivas si se usan con cuidado y precisión, pero cuando se abusa de ellas el propio electorado las rechaza, y ahí están los resultados.
¿Llegaron tarde las candidaturas independientes?
En comparación con otros países, sí. En muchos otros lugares no están prohibidas, ni tampoco están reglamentadas y, por lo tanto, se permiten desde siempre.
Pareciera que el miedo es el que priva en el caso mexicano: miedo de los partidos políticos a perder, a alternar políticamente con gente que no está en el circuito.
Sin lugar a dudas. Después de todo, somos un país al que le encantan los monopolios, y teníamos un partido absolutamente monopólico. Cuando el monopolio dejó de ser funcional y se vino la crisis de los setenta, hubo necesidad de fragmentar, y a lo más que llegamos fue a la construcción de un oligopolio bastante cerrado, porque de 1977 a 2015 teníamos tres partidos grandes y la chiquillada, con muchos de estos minipartidos claramente afiliados a uno de los grandes. Ahora, ¿Movimiento Ciudadano tiene algún incentivo para pegarse al PRD? No lo veo. El PRD, en cambio, sí va a tener muchos incentivos para pegarse a Movimiento Ciudadano, pero también Morena, así que ya veremos quién de los dos gana. El Verde está claramente afiliado al PRI, sin lugar a dudas. Si analizamos sus votaciones en el Congreso, el partido Nueva Alianza también muestra una vocación priista, pero los otros partidos… Encuentro Social está ahora a disposición, a ver quién lo capta y si él se deja captar. El Partido del Trabajo está un poco abandonado a su suerte: se encuentra en la rayita. Estos días van a ser cruciales para ver si consigue las dos décimas que aparentemente le faltan.
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EMILIANO BALERINI CASAL estudió la licenciatura en Periodismo en la Escuela Carlos Septién y la maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Ha colaborado en las revistas Cambio, Fernanda, Etcétera, Playboy y Soho. Actualmente es reportero de la sección cultural de Milenio.