Identidades subterráneas: Las letras en la era digital I
La era digital ha traído consigo una gama de nuevos soportes que han magnificado la distribución de múltiples formas de arte y creación, particularmente la música, el cine y las letras —desde las novelas y textos académicos, hasta la prensa escrita. El séptimo arte, aunque mantiene como su espacio fundamental las salas de cine, pasa lentamente de los dvd al streaming como su hogar una vez que ha pasado su exhibición en las salas. La música pasó del CD al MP3 y ahora también al streaming.
La destrucción de la industria de la música como la conocíamos fue veloz y avasalladora, pero el surgimiento del nuevo modelo ha sido igualmente rápido; además, la era digital no transformó tan radicalmente el formato de la música como lo hicieran sus primeros soportes físicos —los discos—, que casi obligaron a los intérpretes a limitar sus canciones a la duración de tres minutos. El cine, por su parte, no ha sufrido prácticamente ninguna modificación en su formato y contenido.
En el ámbito de las letras, la cuestión es más compleja: las novelas han sufrido pocos cambios. Se han transformado de acuerdo a los tiempos, pero sin que la era digital haya ejercido una influencia distinta a la que pudo ejercer, por ejemplo, la Revolución industrial. El soporte digital, el e-book, ha cobrado auge, pero posiblemente un lector buscará tener una edición en papel de su novela favorita. A diferencia de un casete o un cd, el cual simplemente deja de ser leído por los reproductores de música modernos, una novela se podrá leer ya sea que las letras aparezcan en la pantalla del libro digital, la tablet, la computadora, o estén impresas sobre una hoja de papel. En el ámbito académico, la digitalización ha traído grandes beneficios, principalmente una mayor difusión y acceso al conocimiento científico en todo el mundo. Las versiones digitales de los artículos contienen en muchas ocasiones elementos multimedia que enriquecen el estudio.
La prensa sí ha sufrido. Ha ganado inmensidad de lectores en el ámbito digital, pero sus ganancias económicas han caído estrepitosamente. A diferencia de la música, donde las ganancias que se esfumaron fueron las de los ejecutivos y no tanto las de los músicos, en los medios sí ha hecho mella en el ala creativa: escritores, diseñadores, editores y reporteros. Poca gente está dispuesta a pagar en un sitio por información a la que puede acceder gratuitamente en otro lado. La prensa se lee en múltiples soportes: desde el papel, la computadora y la tablet, hasta la sui géneris plataforma de las redes sociales. Cuando una noticia se desata, no son los sitios web de los medios donde las noticias se leen: es en las redes y en los servicios de mensajería, como lo ha analizado Emily Bell. En este sentido, la autora destaca al sitio BuzzFeed como un ejemplo: le imprime pocos recursos al diseño de su sitio, pero se enfoca en que existan las mejores formas para que sea compartido en redes sociales.
Pero en las redes también se comparten y se hacen virales textos que no son necesariamente los mejores: cuando acaeció recientemente la muerte de Prince, varios textos atribuían a factores diversos las causas del deceso —que no estaban esclarecidas— dándolas por hecho; sin embargo, en la mayoría de los casos estaban muy alejados de la verdad, caían en el ámbito del chisme y rumor, y no en la información fidedigna. El chisme de la cuadra de pronto se magnifica a proporciones globales.
Pero el futuro no es tan negro: el aumento de los rumores falsos que se dan por hecho ha llevado a que se abra la puerta a la colaboración entre sitios de redes sociales y medios específicos para que eventualmente se llegue a una difusión de información fidedigna. Aunque, claro, hay que hacerlo con cautela, pues esto puede acarrear enormes problemas de censura, control y antidemocracia. También, como en el caso de la música, el cine y la televisión, la industria está mutando y tan solo nos está tocando sufrir los estragos de la transformación. Cuando se consoliden los soportes para las letras, se volverá a traducir económicamente el valor de la información de alta calidad, de las crónicas e investigaciones periodísticas de fondo. Parte del secreto radica en los seguidores o followers: las cuentas en Twitter de The New York Times, El País y El Universal tienen, respectivamente, veintisiete, cinco y cuatro millones de seguidores. A mis ojos —y sobre todo a ojos de los anunciantes— eso es un equivalente al tiraje.
Pero eso no es todo: también existen estadísticas a profundidad respecto a qué porcentaje de los seguidores interactúa realmente con los medios y sus publicaciones, y la ubicación geográfica de estos. Esa es la información que finalmente define el costo de los anuncios digitales que, además, comenzará a incrementarse conforme el impacto de los anuncios sea mayor.
En el mundo de las revistas el modelo es similar, aunque también se está en un periodo de búsqueda y adaptación. La relación entre “tiraje” digital y anunciantes es semejante, y la necesidad de adaptarse al modelo de las redes sociales es el mismo. Aquí existe la ventaja de que una revista puede ser en muchas ocasiones un artículo de colección, sobre todo los números especiales y de aniversario, y en ese momento los lectores digitales pueden salir a la búsqueda del ejemplar físico. Así como la lectura digital trae enormes ventajas en cuanto a inmediatez y espacio, la tecnología de la impresión en papel tiene singularidades que de vez en cuando pueden hacer del ejemplar físico de una revista un objeto de colección.
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Escritor, sociólogo y DJ, BRUNO BARTRA ejerce desde 2000 el periodismo en medios como Reforma y Replicante. Es miembro fundador del grupo musical La Internacional Sonora Balkanera.
Twitter @brunobartra.