TRAVESÍAS: Sugerencias de un viajero
Ubicar la bibliografía de un viajero al estilo del inglés Richard Cavendish (1930) resulta por demás fascinante. Este hombre que ha escrito tanto sobre la magia, los fantasmas y lo sobrenatural, también se trasladó por una infinidad de lugares del globo terrestre a lo largo de otra buena cantidad de años. El hecho es que el volumen 1001 lugares históricos que hay que ver antes de morir, publicado por Grijalbo en 2013, es la labor de un humanista que observa con atención lo que desea compartirnos. Además, así como el resto de la obra del escritor, este libro tiene el objetivo de llegar a un público masivo y, aun así, resulta interesante por todo lo que rescata en su paso por el mundo.
Cavendish anota en la introducción del vasto ejemplar (de 960 páginas) que:
Si se pidiese a dos personas que hiciesen una lista de 1001 lugares históricos dignos de visitar, no coincidirían totalmente, aunque sin duda, habría muchos sitios elegidos por ambas. Resulta difícil dejar fuera Roma, Atenas o Jerusalén, ignorar la Estatua de la Libertad, la estatua del Cristo Redentor en Río de Janeiro, la Torre inclinada de Pisa o las ruinas de Pompeya, así como dar la espalda al Taj Mahal en la India, la Gran Muralla en China, las pirámides de Egipto, la Gran Esfinge de Giza y la tumba de Tutankamon, Petra y Persépolis, el Machu Picchu o los templos mayas de México y América Central. En el presente libro consignamos casi cuatrocientos sitios que aparecen incluidos en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la unesco, que nos ha sido de incalculable valor.
Desde luego que en otras manos habría otros sitios; el hecho es que Cavendish hizo un libro que está amparado por una serie de fotografías que ilustran los lugares que eligió señalarnos.
Claro está que la lista podría cambiar de acuerdo con la edad del autor o con las tendencias viajeras de otros que quisieran vivir una experiencia semejante. Lo principal es que el trabajo de este guía proyecta lo que quiso darnos a sus lectores. En el libro aparecen sitios de los cinco continentes y todos ellos son lugares que tienen un interés turístico y que, efectivamente, deberíamos ver antes de dejar este mundo y convertirnos en cadáveres. Por ejemplo, Cavendish menciona dentro de sus preferencias la Fábrica Guinness que está en Dublín, Irlanda, un espacio industrial gigantesco que produce una de las cervezas de mayor prestigio internacional. También incluye las trincheras de la Primera Guerra Mundial que se ubican en Ypres, Bélgica, adonde habría que ir en un itinerario por esos parajes. ¿Qué decir del estudio de Cézanne? Un sitio que tiene todos los atributos para que uno quiera conocerlo, sobre todo si se está en Aix-en-Provence, Francia, donde casi en todos los lugares puede aspirarse el olor de la planta de lavanda. He aquí un taller donde se produjeron varias de las pinturas fundamentales que presagiaron algunas de las vanguardias del siglo xx.
Cavendish, profundo conocedor de cuestiones religiosas, menciona la Catedral de Turín como otro de los lugares que deben conocerse. En este sitio se encuentra una de las mayores trampas del catolicismo: el Santo Sudario, en el que, según los curas, aparece la imagen de Cristo. El mismo historiador escribe que “en 1988 se efectuó una prueba de datación por radiocarbono que situó esta reliquia entre 1260 y 1390. La Iglesia católica aceptó los resultados, pero siguió considerándolo un objeto de veneración”. ¡Un auténtico fraude!
De entre las cosas de África que destaca el autor está el Arco Triunfal de Volubilis, Marruecos, las ruinas mejor conservadas de ese país y las cuales son algo cercano a un prodigio de la antigua Roma en sus ciudades al norte del continente negro. Otro gran momento de las antiguas civilizaciones: Cartago, un espacio que habitaron los hombres que tuvieron que librar una infinidad de batallas para lograr tener su civilización.
Cuando se trata de Asia, se habla de lugares como el Templo de Khajuraho en la India; el conjunto del Templo de Mahabodhi en Bodh Gaya, India; el Ferrocarril Darjeeling del Himalaya, también en la India; el Templo del Diente de Buda en Kandy, Sri Lanka, y el Fuerte Lalbagh en Dacca, Bangladés, entre muchos otros lugares que el viajero debería apreciar.
Entre las cosas que Cavendish coloca en su libro 1001 lugares históricos, decide que en América deben verse sitios como el Puente Viejo de Concord, Massachusetts, en Estados Unidos; la Casa de Pancho Villa en Chihuahua, México; el Parque Arqueológico Quiriguá en Izabal, Guatemala; la Catedral de Comayagua en Comayagua, Honduras, y la Colonia del Sacramento en Colonia, Uruguay. Estos son solo unos cuantos lugares de la extensa tierra americana entre los muchos que menciona.
Ahora bien, si el visitante parte rumbo a Oceanía la oferta puede ser la Casa de Moneda de Perth, en Perth, Australia; o un sitio donde los maoríes combatieron con gran fuerza a los conquistadores británicos: Ruapekapeka Pa en Whangarei, Nueva Zelanda, o la tumba de Robert Louis Stevenson en Monte Vaea, Samoa, un lugar en las lejanías de los mares del sur.
Todo esto lo concibió Richard Cavendish para tejer una cantidad de recorridos que desplacen al viajero a lo largo de un planeta cargado de belleza. Un libro apasionante.
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ANDRÉS DE LUNA es doctor en Ciencias Sociales por la UAM y profesor-investigador en la misma universidad. Entre sus libros están El bosque de la serpiente (1998), El rumor del fuego: Anotaciones sobre Eros (2004), Fascinación y vértigo: La pintura de Arturo Rivera (2011), Los rituales del deseo (2013) y su publicación más reciente: Cincuenta años de Shinzaburo Takeda en México (2015).