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Escala obligada

Héroes y villanos

Mario Guillermo Huacuja | 12.09.2016
Escala obligada

 

Julian Assange es un personaje inasible y contundente, como la fugacidad y el peso de sus revelaciones y denuncias. Al convertirse en el hacker más popular en internet, su figura ha crecido hasta alcanzar dimensiones de leyenda, y después de analizar sus acciones resulta imposible definirlo con los parámetros morales, políticos y jurídicos convencionales.

Un hombre cerebral, calculador, capaz de poner a temblar a las agencias de seguridad, a las grandes corporaciones, a las cadenas televisivas, a los estadistas de naciones minusválidas y a los candidatos a cargos cimeros para gobernar el mundo. Al sacar a la luz un conjunto de secretos políticos y militares de importancia mundial, Assange se convirtió en un delincuente virtual del espacio cibernético, y su figura ha sido blanco de persecuciones policíacas y campañas internacionales para ensuciar su nombre. Para muchos políticos de prestigio, como el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, Assange es un terrorista que debe ser juzgado y condenado; para otros, como el republicano Mike Huckabee, debe pagar sus crímenes de Estado con la pena de muerte.[1]

Pero no todo el mundo lo odia. Sus simpatizantes se reúnen periódicamente en círculos literarios para discutir las posibilidades de su liberación, y muchos acuden a los festivales de cine para admirarlo. Pablo Iglesias, líder del partido Podemos de España, y Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista inglés, le han manifestado su apoyo; la cantante Lady Gaga logró entrevistarlo en el interior de la embajada que le sirve de refugio para difundir su defensa ante los ojos del mundo, y el analista Noam Chomsky dice que merece una medalla por su contribución a la democracia. Recientemente se presentó en el Festival de Cannes un nuevo documental llamado Riesgo, que lo presenta como un héroe moderno y transnacional de la libertad de expresión.

Un joven estadounidense que siguió sus consejos y su ejemplo —Edward Snowden, antiguo colaborador de la Agencia Central de Inteligencia (cia, por sus siglas en inglés) y de la Agencia de Seguridad Nacional (nsa, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos— sacó a la luz pública el espionaje que las agencias de seguridad realizan sobre los mandatarios de naciones extranjeras y sobre sus propios ciudadanos, y ahora vive escondido en Rusia.

 

La incubadora

 

Julian Assange nació en un pequeño poblado al norte de Australia, y su infancia tuvo la atmósfera turbulenta de su región. Su madre era dibujante y fotógrafa. Sus padres se separaron antes de que él naciera, y en adelante, su vida fue azarosa, inestable y nómada. El segundo esposo de su madre —Richard Brett Assange, del cual Julian tomó el apellido— tenía una compañía errante de teatro, y montando obras de corta duración, la familia recorrió buena parte del norte de Australia. El pequeño Julian vivió en más de 30 poblados durante su infancia, estudió en varias escuelas, llegó a cursar materias de física, matemáticas y programación en la Universidad de Queensland y posteriormente en Melbourne, pero jamás se graduó.

En 1987, a la tierna edad de 16 años, Assange encontró su piedra filosofal: empezó a decodificar claves en internet para ingresar clandestinamente a las agencias de seguridad y otras empresas, con el fin de obtener información clasificada. Es decir, empezó a operar abiertamente como hacker. En ese terreno no se anduvo con minucias: se metió a los archivos del Pentágono, la nasa, la Marina de Estados Unidos y a firmas como Citibank, Motorola, Panasonic y Xerox. En 1991, la policía australiana intervino su teléfono y lo acusó de 31 delitos de hacking, pero lo perdonó después de que pagó una fianza debido a la ausencia de malicia delictiva y de que su infancia llena de conflictos fue analizada.

Dos años después, Assange tuvo un comportamiento de ciudadano ejemplar: se hizo consejero de la policía del estado de Victoria para el combate a la explotación infantil, y fundó uno de los primeros servicios de internet en Australia. Pero su afición por las filtraciones y la revelación de secretos nunca disminuyó. Antes del cambio de siglo registró un dominio llamado leaks.org, y adelantó sus futuras actividades declarando que “el internet, nuestra mayor herramienta de emancipación, se ha transformado en el facilitador más peligroso para el totalitarismo que hayamos conocido hasta ahora”.[2]

En 2006, con otros compañeros de viaje, Assange fundó WikiLeaks, la empresa más popular y poderosa de filtraciones de secretos de Estado y de una actividad que algunos analistas llaman, a falta de una mejor nomenclatura, el contraespionaje internacional. En 2010, WikiLeaks se hizo famosa con el lanzamiento de una secuencia donde aparecía un helicóptero estadounidense disparando sobre unos civiles en Irak, escena que cristalizó en un video de denuncia llamado Asesinato colateral, donde aparecen muertos, además, dos periodistas de Reuters.[3] Posteriormente, la empresa reveló los “Archivos de Guantánamo”, donde se presentaban casos de tortura muy sofisticados durante el Gobierno de George W. Bush, que llevó en el extremo de la isla de Cuba un ejemplo prístino de su guerra contra el islam.[4]

 

Big Brother

 

La guerra de Julian Assange, el cerebro de internet que ha sabido utilizar la red como el vehículo de espionaje más poderoso del mundo, es, paradójicamente, una guerra contra el internet. A sus ojos, éste es una herramienta gigantesca para difundir todo tipo de información y poner el conocimiento en manos de cualquiera que posea una computadora o un teléfono celular, pero también es un sistema de espionaje que almacena una enorme base de datos personales, un engranaje maquiavélico que manipula a grandes masas de incautos que creen dominar al mundo con sus celulares —como fue el caso de las manifestaciones exultantes durante la Primavera Árabe—, y, además, es un sistema cultural que difunde sutilmente los valores de las grandes corporaciones de Estados Unidos y que se disfraza de agencia filantrópica que propaga conocimientos de manera gratuita.

En uno de sus célebres libros, Cuando Google encontró a WikiLeaks (ensayo social), Assange narra sus encuentros con los principales directivos del consorcio más importante de internet, y concluye que Google es una empresa que oculta sus intereses empresariales tradicionales —sus enormes ganancias a través de Google AdSense— en aras de aparecer como una firma benefactora transnacional que ayuda a expandir el conocimiento de los usuarios con sus plataformas —Google Search, Google Ideas, Jigsaw, YouTube, Google Maps— y que busca romper todas las barreras que separan a los hombres con sus innovaciones. De esto surge una relación ambivalente: se ha comprobado que Google proporcionó a las agencias de inteligencia de Estados Unidos toda la información de Julian Assange y WikiLeaks para poder fincar sus acusaciones, mientras que el propio Assange y WikiLeaks utilizan las plataformas de Google —la página web de WikiLeaks y sobre todo YouTube— para difundir sus imágenes y filtraciones. El video de la cacería de civiles en Irak desde un helicóptero ha recibido por sí solo más de 15.6 millones de visitas.

Como es sabido, el creador de WikiLeaks fue acusado de violación y acoso sexual por dos mujeres suecas en 2010, y dos años más tarde buscó asilo en la embajada de Ecuador en Londres, donde permanece aislado como preso político desde junio de 2012. Su reclusorio es una antigua oficina equipada con una cama, teléfono, computadora, baño y cocineta. Y mientras un panel de las Naciones Unidas concluyó el pasado mes de febrero, después de analizar su caso, que su detención es arbitraria y que debe ser liberado e indemnizado, su leyenda se alimenta de textos, novelas, películas y condecoraciones. Assange fue la inspiración para uno de los personajes centrales de la novela Purity, del laureado Jonathan Franzen, y se llevó una ovación cuando la televisión australiana presentó un drama sobre su vida en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Sus premios y galardones incluyen la Persona del Año, de los lectores de la revista Time, la Medalla de Oro otorgada por la Fundación para la Paz de Sydney —sólo concedida antes a Nelson Mandela, al Dalái Lama y a Daisaku Ikeda—, el Premio Voltaire a la Libertad de Expresión y el Premio Internacional de Derechos Humanos del Global Exchange, entre otros.

La saga de Julian Assange dará mucho de qué hablar el resto del año. WikiLeaks tiene en la mira a Hillary Clinton, una antigua enemiga de Assange desde los meses de la entrevista con Google. Todo indica que habrá nuevas revelaciones. ¿Servirá WikiLeaks a la causa de Donald Trump? Es difícil saberlo. Por lo pronto, con un estilo entre clínico y sardónico, Assange ha declarado que “la elección entre Hillary Clinton y Donald Trump es como una elección entre el cólera y la gonorrea. Personalmente, no prefiero ninguna”.[5]

 

Mario Guillermo Huacuja es autor de El viaje más largo y En el nombre del hijo, entre otras novelas. Ha sido profesor universitario, comentarista de radio, guionista de televisión y funcionario público.

 

 

[1] <https://www.theguardian.com/world/2010/dec/01/us-embassy-cables-executed-mike-huckabee>.

[2] Julian Assange, Jacob Appelbaum, Andy Müller-Maguhn y Jérémie Zimmermann, Cypherpunks: Freedom and the Future of the Internet, Nueva York y Londres, OR Books, 2012.

[3] <https://www.youtube.com/watch?v=5rXPrfnU3G0>.

[4] <https://www.theguardian.com/world/2015/jan/18/-sp-guantanamo-diary-the-torture-squad-was-so-well-trained-that-they-were-performing-almost-perfect-crimes-peter-serafinowicz>.

[5] <http://www.politico.com/story/2016/07/julian-assange-us-election-2016-226281>.

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