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Somos lo que decimos: Un lecho de rosas. Mitologías mexicanas

Ricardo Ancira | 14.11.2016
Somos lo que decimos: Un lecho de rosas. Mitologías mexicanas

Para Luis González de Alba, in memoriam

 

“Mátenlo y después viriguan”, solía ordenar Villa, uno de los prohombres nacionales, aprovechando que no podía leer la decimonónica Convención de Ginebra y que en sus tiempos no se estilaban las comisiones de derechos humanos.1

Con la misma “capacidad de improvisación y espontaneidad” de Neil Armstrong al pisar la superficie lunar en 1969 (“Un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad”), los héroes patrios han emitido frases grandiosas, aun en las situaciones más comprometidas. Sus palabras están grabadas en la memoria colectiva.

Los lunes se honra en las escuelas públicas a la bandera y al himno nacionales. Este tomó prestado lo sanguinolento de La Marsellesa además de que nació cucho, como —con palabras más apropiadas— mostró Celorio: la letra de González Bocanegra la integran versos de diez sílabas, mientras que la música de Jaime Nunó se concibió para endecasílabos, por ello al cantar nos vemos obligados a añadir una vocal parásita: Y-re-tiem-ble-en-sus-cen-tros-la-tie-e-rra. Ni voraces comecuras como Calles y Obregón,2 por otro lado, osaron borrar del texto “el dedo de Dios”, escritor del eterno destino de México.3 La llamada “familia revolucionaria” desechó estrofas que ensalzaban a Iturbide, especie de anticristo mexicano aunque participó hasta el final en la guerra de Independencia.4

Por décadas, el Estado mexicano, es decir el pri, inculcó en la niñez mitologías que entre otras simplificaciones glorificaban a los nuestros frente a los otros, “extraños enemigos” potenciales: alumnos de primaria sometidos a altas dosis de hechos históricos mezclados con leyendas e inexactitudes, ingredientes de todo discurso ultranacionalista. Así, el Niño Artillero encarna al soldado que en cada hijo se dio; El Pípila tenía poderes de superhéroe; La Malinche, jovencita nahua comercializada dos veces como esclava por individuos mayas y luego “regalada” a Cortés, traicionó a su pueblo (¿qué, no fue ella traicionada por él?). Josefa Ortiz, al delatar al pobre señor Domínguez, se convirtió en heroína; parecen míticos la edad y los actos de los Niños Héroes. Asimismo, la historia oficial oculta hasta donde puede la antropofagia prehispánica y la naturaleza eclesiástica de Hidalgo y Morelos.5

Lo controversial del apotegma que Juárez expresó en julio de 1867 no estriba en si se trata de una paráfrasis de textos similares de Kant y Constant, sino en qué tanto respetó el Benemérito de las Américas el derecho de los ciudadanos a elegir gobernantes.

“Levanten las armas, los valientes no asesinan”, frase que inmortalizó a Guillermo Prieto, es un homenaje a la hombría: no esgrime argumentos racionales y da a entender que sólo los cobardes matan, lo que les quitaría lo macho a los machos. Con una visión cortoplacista, el general Zaragoza escribió un 5 de mayo: Las armas nacionales se han cubierto de gloria. “Si hubiera parque6 no estaría usted aquí”, dijo el general Anaya al rendirse ante el invasor yanqui en Churubusco. Ello significaba: “mis hombres son más aguerridos que los suyos, pero tienen menos recursos”. “La Patria es primero”, exclamó Vicente Guerrero. La expresión tuvo tan buena acogida que preside, en letras de oro, las sesiones de los legisladores mexicanos (¿o la pusieron ahí como irónico recordatorio?).

Se atribuye a Díaz la máxima: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, situación que ya entonces nos envidiaban decenas de países productores de mercancías. Del discurso de Zapata ha trascendido que la tierra debía ser de quien la trabajara y que era preferible morir siendo esclavo de los principios que de los hombres.7

Nos enseñaron a sentir orgullo de la diplomacia mexicana: “la no intervención” y “la autodeterminación de los pueblos”. En los hechos, ello consistía en acordar tácitamente: “no te criticaré por violar derechos humanos en tu país si tú no te inmiscuyes en los que yo violo en México”. Con el castrismo, en cambio, sí nos entrometíamos, pero el pacto tenía otro matiz: “alabaré tu revolución para que no promuevas una en mi territorio”. En los setenta y ochenta apoyamos por la misma razón a guerrilleros en Centroamérica al tiempo que en nuestra nación “desaparecían” los opositores.

Menos gloriosas pero igual de significativas son las ocurrencias que han marcado sexenios: “Ni nos perjudica ni nos beneficia, sino todo lo contrario” (Echeverría); “Hay que acostumbrarnos a administrar la abundancia” (López Portillo); “La ‘renovación moral’ de la sociedad” (de la Madrid); “Ni los veo ni los oigo” (Salinas); “No traigo cash” (Zedillo); “Comes y te vas” (Fox); “Haiga sido como haiga sido” (Calderón), y “Te lo firmo y te lo cumplo” (Peña Nieto).

El eslogan del neozapatismo: “Para todos, todo; para nosotros, nada”, viniendo de una guerrilla indígena es una zoncera que solamente puede entenderse como: “Para todos los mestizos, todo; para nosotros, los indios, nada” (mejor ya no les ayudes, compadre).

De otras épocas y naciones provienen: “Vine, vi, vencí”; “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”; “Después de mí, el diluvio”; “¿Tú también, Bruto?”; “Y sin embargo se mueve”…

A veces las proclamas grandilocuentes se convierten en maleficios: “¡Tierra y libertad!”, de Ricardo Flores Magón, se materializó en miniparcelas secas e improductivas y recluyó a nuestros campesinos, cientos de miles, en las mazmorras del American way of life.  ~

 

NOTAS

1. También asesinaba en caliente.

2. Este último ilustró con una sola constatación lo sistémico y añoso de la corrupción: “Nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos”.

3. El himno de este país oficialmente laico admite de manera explícita el creacionismo.

4. Maniobra semejante al “photoshop” avant la lettre ordenado por Stalin para borrar de cientos de fotografías a varios de sus antiguos camaradas, entre ellos Trotsky.

5. Fragmentos de los Sentimientos de la Nación de este último, por su humanismo y actualidad, sí deberían aparecer en los libros de texto, como lo ha señalado Krauze.

6. Es decir municiones.

7. Parece ser que de él es también la consigna de “morir de pie en vez de vivir de rodillas”, que mucho después se atribuyó al Che Guevara.

 

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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “...y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa (El tapiz del unicornio, 2015).

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