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Colofón

Claudia Benítez | 01.03.2017
Colofón

Hay quienes escriben desde su escritorio y hay quienes lo hacen desde el más allá, según autores que aseveran que sus obras fueron dictadas por espíritus a través de la güija. En 1913, Pearl Lenore Curran y Emily Grant Hutchings afirmaron que Patience Worth, supuestamente fallecida en 1694, se comunicaba con ellas para escribir libros. De ahí surgieron obras como The Sorry Tale y Hope Trueblood. Agnes Repplier señaló que las obras eran “tan tontas como aburridas”. Unos años después, Hutchings aseguró que el espíritu de Mark Twain la había contactado para pedirle que le ayudara a escribir su última novela, lo que le permitiría descansar en paz. Pero al parecer el talento del escritor se había apagado tras su muerte, pues el resultado, Jap Herron, fue decepcionante. The New York Times declaró que si eso era lo mejor que “Twain” podía hacer comunicándose desde el otro mundo, sus admiradores desearían que en lo sucesivo respetara la frontera entre la vida y la muerte. Clara Clemens, hija de Twain y albacea de su patrimonio, asestó un golpe más al espiritismo literario, presentando una demanda y consiguiendo que Hutchings dejara de imprimir el libro y que se destruyeran los ejemplares restantes.1

 

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Muchas escritoras han usado alias masculinos o seudónimos de género ambiguo o neutro con tal de ser tomadas en serio. Las hermanas Brontë, Charlotte, Emily y Anne, publicaron sus primeras obras con nombres de varón (Currer, Ellis y Acton Bell, respectivamente). Según Charlotte no querían decir que eran mujeres “porque —sin que en aquella época sospecháramos que nuestra forma de escribir y pensar no era lo que se llamaba femenina— teníamos una vaga impresión de que las autoras son vulnerables a que se les lea con prejuicio”. El asunto no es una reliquia del siglo XIX. Las iniciales con que J. K. Rowling firma sus libros se deben a que su editor, Barry Cunningham, pensó que el joven público masculino al que estaría dirigida la venta de los libros de Harry Potter podría no sentirse atraído por un libro escrito por una mujer.2

 

Al menos una editorial ha mostrado interés en publicar una edición crítica (no podría ser de otra forma) de los diarios de Karime Macías, esposa de Javier Duarte.

 

 

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Circula en librerías de México, y en la redacción de Este País, el libro de Gonzalo Celorio titulado Del esplendor de la lengua española (Tusquets, 2016), que reúne veintiún retratos de escritores que han dado lustre a nuestra lengua. Lleva esta dedicatoria: “A José G. Moreno de Alba, In memoriam”. Como recordarán los lectores de esta revista, Moreno de Alba fue uno de nuestros colaboradores más asiduos. Aquí publicaba sus “Minucias del lenguaje”, que después fueron reunidas por el Fondo de Cultura Económica. Celorio dedica varias páginas al recuerdo y elogio de Moreno de Alba; tales páginas fueron escritas a pocos días de su fallecimiento y concluyen con estas palabras: “Con su muerte, se me traba la lengua, enmudezco. Soy yo, que estoy de luto. Pero también ella, la lengua, está de luto. Se traba y enmudece”.

 

 

 

NOTAS

1. <http://mentalfloss.com/article/12938/5-books-dictated-beyond-grave>

2. <https://theculturetrip.com/north-america/usa/articles/12-female-writers-who-wrote-under-male-pseudonyms/>

 

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