#Norteando: EPN y los periodistas asesinados
Una de las responsabilidades implícitas de cualquier presidente es ofrecer los pésames nacionales cuando fallece una figura notable. Por lo mismo, si uno teclea las palabras “Peña Nieto lamenta” en un buscador de Google, le salen un sinfín de expresiones de condolencia del presidente actual; entre los primeros 100 resultados, aparecen sus comentarios sobre la muerte del diputado Carlos Hermosillo, del autor y político Jesús Silva-Herzog Flores, del ex-secretario de Sedena Antonio Riviello Bazán, del filósofo Giovanni Sartori, de la ex-esposa de Eruviel Ávila, Grimy Muñoz, del escritor Eusebio Ruvalcaba y de Chespirito, entre muchas personas más.
Llama la atención que no aparecen lamentos presidenciales por los periodistas asesinados en meses recientes, los cuales son un montón. Y no estamos hablando de un gran acto que requiera de mucho esfuerzo, sino de una pequeña declaración que se podría armar en unos diez minutos. Ni eso se puede encontrar.
No es un problema nuevo, pero tres reporteros asesinados y un periódico cerrado apenas durante el mes de marzo, representan un momento especialmente delicado en cuanto a los asesinatos de periodistas en México. Los peligros que enfrenta la prensa mexicana han despertado el interés en todo el mundo, pero desde Los Pinos no se ha dicho casi nada.
Sería menos ofensivo si el equipo de Peña Nieto estuviera trabajando día y noche para esclarecer estos crímenes, pero no hay muchas evidencias de eso. Hay muy poco movimiento gubernamental y, naturalmente, éstos crimines siguen impunes. Más bien parece que poco le importa al presidente la ola de violencia contra la prensa.
Las estadísticas relevantes ya se han repetido mucho y reflejan un problema que ha persistido durante décadas. Según un reporte que la Federación Internacional de Periodistas publicó hace un año, 120 reporteros mexicanos han muerto por homicidio desde 1990, la tercera cantidad más grande en el planeta, solamente por detrás de Filipinas e Irak. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, van 122 periodistas asesinados desde 2000. Una gran cantidad de estos casos sigue impune.
Familiares de Ricardo Monlui en su funeral, AP
Desde la administración de Vicente Fox, la PGR cuenta con la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra de la Libertad de Expresión (FEADLE). Además, la Secretaría de Gobernación opera un Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
Es decir, no le faltan al gobiernos las facultades para castigar estos crímenes, sino la voluntad. Desde la cima de la política mexicana, el mensaje es: si alguien tiene un problema con un reportero, se vale resolverlo con balazos. Y los criminales lo han entendido muy bien; por eso siguen apareciendo noticias así. Si el presidente quisiera usar su puesto para denunciar esta campaña de intimidación, para impulsar una investigación de fondo y encontrar a los que mataron a Ricardo Monlui y a Miroslava Breach, no hay duda de que tendría un efecto. De convertirse en hábito, en poco tiempo, los que contemplan una represalia contra un periodista se dirían: ¿vale la pena arriesgar la atención del máximo líder del gobierno federal?
Homenaje a Miroslava Breach Velducea días después de su asesinato, en la Cruz de Clavos en Chihuahua, Chih.
Laura Carrasco, Wikimedia Commons
Es normal que los políticos no simpaticen mucho con los reporteros, ya que la vocación periodística tiene entre sus objetivos hacer públicos los acontecimientos que algunos preferirían dejar ocultos, es decir que trabajan para garantizar la transparencia de nuestros líderes. Sin embargo, hay muchísima distancia entre el político que persigue a la prensa y el que se hace de la vista gorda mientras la exterminan. Es sumamente triste que a Peña Nieto —y a muchos otros políticos mexicanos— no les importe esta diferencia.
* Fotografías: Marcha por Rubén Espinosa, periodista asesinado de EneasMX, Wikimedia Commons y Regina Martínez, Gregorio Jiménez, Rubén Espinosa y Anabel Flores, algunos de los periodistas asesinados en Veracruz de Hugo Cruz, Proceso.