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Donald Trump, ¿ganará las elecciones?

Patrick Corcoran | 18.05.2016
Donald Trump, ¿ganará las elecciones?

Durante el año pasado, he escrito en varias ocasiones en este espacio que Donald Trump no tenía posibilidad de ganar la nominación republicana. Equivocadísimo, por supuesto, pero mi conclusión era lógica: el constructor y estrella de tele presentó una figura tan diferente a lo típico, y las diferencias, a mi parecer, no le eran favorables a Trump. No tiene ni una gota de experiencia relevante; varios comentarios suyos han sido abiertamente ofensivos contra las mujeres, los mexicanos, y otros grupos importantes del electorado estadounidense; y su ignorancia del proceso político y del mundo generalmente es más notable que su peinado.

Y no es que Trump esconde todo por debajo de un discurso suave. Desde la voz de un adulto, sus alardes mentirosos, sus gritos, sus amenazas, y sus promesas vacías le dan la imagen de un baboso.

Pero en el análisis final de la nominación republicana, pesó poco lo de arriba. ¿Por qué?

Hay varios factores relacionados que explican el auge de Trump pese a sus defectos manifiestos. La teoría del cisne negro, en que los humanos solemos subestimar la posibilidad de un acontecimiento que no se ha visto antes, es un ingrediente importante. Al mismo tiempo, el control de los líderes republicanos sobre el proceso de la nominación se ha mermado, y su capacidad de funcionar como filtro que separa los candidatos no serios ya no existe. Los contrincantes de Trump no tenían idea de cómo lidiar con un rival como él, con sus insultos crudos y sus mentiras constantes. En lugar de pelear y descalificarlo, trataron de ignorarlo durante meses, cosa que permitía a Trump consolidar su base de apoyo.

Pero la gran parte de la culpa la tienen los que apoyan a Trump. Desde que arrancó su campaña etiquetando a los inmigrantes como violadores, ha sido claro que Trump es el avatar del corazón negro de su país, pero nadie pudo imaginar que había tantas personas que buscan en su candidato un adolescente egocéntrico. Nadie pudo imaginar que tantas personas buscan darle voz a sus peores impulsos, a sus opiniones más retrógradas.

 Sería fácil concluir que si todo el mundo se equivocó en las elecciones primarias, también puede que Trump consiga otro triunfo sorpresivo contra Hillary Clinton en noviembre. Lo dudo mucho.

Hay varias diferencias importantes entre el proceso primario de los republicanos y la elección general. Primero, los que responden a los aspectos más sobresalientes de Trump son una minoría, y una gran parte del país aún no conoce los detalles más desagradables de su pasado. Cuando la mayor parte del electorado se entere de que su ex-esposa le acusó de violación, o cuando escuche las viejas entrevistas en que Trump se jacta del cuerpazo de su propia hija, pues son muchos que dirán que ese sujeto no debería entrar a la Casa Blanca ni de turista. Sobran ejemplos parecidos de los modales tan raros de Trump, y poco a poco, estos se irán diseminando entre el público durante los seis meses que vienen.

Y más importante aún, la gran mayoría de las encuestas le dan a Hillary Clinton una ventaja fuerte sobre Trump. Según la página Real Clear Politics, la ventaja promedio es de seis puntos. Asimismo, en la mayoría de los estados claves para los republicanos --Florida, Ohio, Virginia-- Hillary va de puntera. En cambio, Trump siempre encabezaba las encuestas de los republicanos desde que se concretó el grupo de precandidatos, así que es un entorno mucho menos favorable. Seis puntos no es un barrera insuperable casi seis meses antes de elección, pero Trump no tiene mucho margen de seguir haciendo las mismas idioteces, y parece que no sabe otra manera de hacer política.

 Así pues, lo más probable es que se evite una presidencia Trump, un catástrofe que podría amenazar las bases democráticas del país. Que bueno, y que alivio será saber que no tenemos que preocuparnos que semejante payaso tenga acceso a un arsenal nuclear.

Sin embargo, en cierto sentido, el daño ya está hecho. Él ha llevado la política de su país al basurero, y su éxito hasta el momento envía el mensaje de que está bien provocar los peores impulsos del electorado, está bien basar una campaña en mentiras obvias, y está bien utilizar la misoginia y el racismo como herramienta de campaña. Como Trump no es el único sinvergüenza en el país, me preocupa que él habrá inspirado otras candidaturas iguales.

 

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