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#Norteando: Partidos

Patrick Corcoran | 28.06.2017
#Norteando: Partidos

Los resultados de las elecciones del 4 de junio dejan a cada uno de los partidos en una posición muy particular en cuanto a la competencia para Los Pinos en 2018. Es una situación extraña, ya que contradice la máxima de que la política es una competencia de suma cero. Lógicamente, en cualquier momento, al menos un partido debe ir a la alza, si no por sus propios méritos entonces por los desaciertos de los demás.

Sin embargo, México enfrenta la curiosa circunstancia en la que los errores y los desafíos de todos los partidos se han balanceado mutuamente, a tal grado que parece que cada uno de ellos sale del proceso electoral reciente gravemente herido.

Vayamos por partido:

 

  • Partido Revolucionario Institucional (PRI): Ganó dos de las tres gubernaturas en juego, evitando así una debacle total, aunque los márgenes del triunfo en Coahuila y el Estado de México (Edomex) fueron muy estrechos. En ambos casos, candidatos poco inspiradores vieron sus ventajas en las encuestas mermarse a lo largo de la campaña. La figura de Enrique Peña Nieto, el presidente más desdeñado en las últimas décadas, pesará aún más en las elecciones de 2018, una carga que probablemente arrastre al candidato del PRI.

 

  • Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA): No ganó ni una gubernatura, y quedó a cargo de muy pocos municipios de Veracruz. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) volvió a mostrar su cara más nefasta durante la campaña, y después de la elección tomó la decisión peculiar de cerrar la puerta a una posible alianza con el PRD en 2018. De seguir así, una izquierda dividida irá por la presidencia, lo cual complica el camino a ambas fuerzas.

 

  • Partido de la Revolución Democrática (PRD): Ganó en Nayarit junto con el Partido Acción Nacional (PAN), y llegó a sorprender con Juan Zepeda en Edomex, que acabó en tercer lugar después de hacer una campaña dinámica. Tras el rechazo de la alianza para 2018 con AMLO, el partido tiene dos opciones (ambas complejas): ir solo y perder, o aliarse con el PAN, en contra de su supuesta ideología.

 

  • PAN: Ganó con una alianza con el PRD en Nayarit, mientras quedó cortó en Coahuila y sufrió una humillación en Edomex, el estado más importante del país. La campaña arrancó la venda que tapaba la herida abierta del partido, el pleito entre Margarita Zavala y Ricardo Anaya. El rencor entre ambas corrientes es profundo, y lo más probable es que se empeore al realizar el proceso para escoger al abanderado/a presidencial. Y si bien el PAN teóricamente ocupa toda la derecha mexicana, el voto ideológico no será suficiente para llevar al partido de regreso a Los Pinos. Tendrá que hacerse más atractivo para la mayoría que no vote exclusivamente por sus creencias ideológicas.

 

Llama la atención que los problemas mencionados no son exclusivamente producto de un resultado desfavorable; al contrario, serán obstáculos para el proceso de 2018 y más allá. Son problemas de fondo que reflejan una clase de líderes y una lista de agendas políticas que no logran convencer más que a una pequeña parte del electorado. La baja simultanea de todas las fuerzas principales tiene que ver con los resultados específicos del 4 de junio, claro, pero también representa el deterioro en el tejido que debe unir a los gobernantes con los gobernados.

México no es el único país donde prevalece la desconfianza hacia los partidos tradicionales. La creciente brecha entre el electorado y la clase política ha abierto espacio para la entrada de figuras previamente marginales en Grecia, Inglaterra, Francia, y, el ejemplo más peligroso, Estados Unidos. Esta tendencia representa uno de los desafíos globales más importantes del momento.

En México, el triunfo el año que entra de un candidato que no viene de estas cuatro fuerzas es casi impensable. Aunque todos estén en una posición inusual hoy, uno va a tener que levantar la mano como ganador el año que entra.

Por un lado es un alivio, ya que minimiza la posibilidad de un Trump mexicano, pero al mismo tiempo, quiere decir que en 2018 no habrá la posibilidad de una expresión sana de este profundo sentido de frustración. Le va a tocar al próximo presidente de Los Pinos aliviar el desengaño popular con el sistema político y tejer nuevamente los lazos que lo conectan con la sociedad.

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