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#Norteando: Humillación

Patrick Corcoran | 11.07.2017
#Norteando: Humillación

Donald Trump sumó otra entrada memorable a su catálogo de penas hace unos jueves, cuando subió a su cuenta de Twitter un ataque contra Mika Brzezinski y Joe Scarborough, los presentadores de un noticiero mañanero. Traducir fielmente el inglés torcido de Trump al español representa un obstáculo casi insuperable, pero sus comentarios efectivamente decían lo siguiente:

 

Me dicen (ya no lo veo) que @Morning_Joe, que tiene pocos espectadores, habla mal de mí. ¿Entonces por qué la loca y poco inteligente Mika, junta con Joe el sicópata, vinieron a Mar-a-Lago tres noches seguidas en Año Nuevo, insistiendo en acompañarme? Mika estaba sangrando horriblemente por un estiramiento facial. ¡Dije que no!

 

Los blancos de sus insultos respondieron con un artículo en The Washington Post en el que, aparte de desmentir varias acusaciones de Trump, ofrecieron una conclusión casi indiscutible: parece que el presidente estadounidense padece de algún tipo de trastorno mental.

 Por lo menos, lo que reflejan estos tuits es a un hombre que simplemente no tiene ni una gota de clase ni decencia humana. ¿Cómo es posible que a un presidente se le ocurra insultar de forma tan infantil a sus críticos? ¿Cómo es posible que invente circunstancias sabiendo que hay fotos que desmienten su versión? ¿Cómo es posible que se imagine que burlarse de las complicaciones de una cirugía le harán lucir bien?

No podemos decir que es una sorpresa, 16 meses de campaña presidencial nos dejó una radiografía detallada de los defectos personales de Trump: etiquetó a Alicia Machado como “asquerosa” cuando ella habló del mal trato que había recibido de Trump como Miss Universo; presumió del tamaño de su pene en pleno debate con sus contrincantes republicanos; atacó a la periodista Megyn Kelly por sus preguntas agresivas, diciendo que ella tenía “sangre saliendo de los ojos, saliendo de su quién sabe dónde” (evidentemente, la idea de una mujer sangrando perturba profundamente a Trump, es una lástima que Freud no siga con nosotros para explicar este trastorno peculiarísimo).

Desde luego, no es normal que una figura pública, ni mucho menos un presidente, hable así. Estos incidentes no solamente convierten a Trump en un hazmerreír que obviamente sí logra ese propósito, sino que también rebajan la vida pública y nos quitan la dignidad a todos los que tenemos la mala fortuna de poner atención. Este blog es un buen ejemplo; francamente, se me hace un poco vergonzoso tener que escribir sobre el pene del presidente, pero es a donde nos ha llevado este hombre. No solamente se humilla a sí mismo; nos humilla a todos por ser testigos.

En muchos aspectos, el daño de la presidencia de Trump es visible, a veces conspicuamente. La prohibición de la entrada al país de ciudadanos de países musulmanes provocó caos en los aeropuertos y dejó un record de gente afectada, en algunos casos, gravemente. Asimismo, sus esfuerzos por vaciar el Departamento de Estado están dejando un costo visible. Si Trump logra revocar la reforma al sistema de salud pública de Obama, el efecto se verá en los millones de personas que perderán su seguro. En estos y otros ejemplos vemos con horror el impacto de lo que hace Trump.

Pero en otros sentidos, el daño no se mide tan fácilmente o no se manifestará de inmediato. Por ejemplo: no existe una línea directa entre la misoginia del presidente y su efecto tangible. Asimismo, no se sabe precisamente cómo el odio que expresa hacia la prensa afectará al país. No sabemos cuáles serán los efectos de su comportamiento singular, pero él está sembrando veneno en el sistema político del país que liderea.

Hace unas semanas, escribí en este espacio cómo su presidencia está aniquilando el tabú contra políticos que mezclan sus puestos y sus negocios particulares, creando así un espacio para la corrupción impune. Algo parecido está pasando con la falta de clase y decencia que caracterizan a Trump.

El legado que está construyendo es de un país en donde prevalecen atributos lamentables: el narcisismo, la xenofobia, la mendacidad, el rencor, la crueldad. Temo decir que el carácter del país está cambiando, volviéndose menos admirable por la presencia de Trump, un logro perverso al cual suma nuevas aportaciones casi a diario.

 

Sorry Europe... de Tim O'Brien

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