Poco después de la elección presidencial en Estados Unidos, el comediante Jon Stewart mencionó en una entrevista que, tras dos años de campaña, nadie le preguntó a Donald Trump qué hacía a la nación un país tan grande. Paterson no es una respuesta a esa pregunta, pero sí una sugerencia. También es la antítesis, al menos aparente, del conflicto dramático, venga éste por intuición de la audiencia o tras décadas de estudio al respecto. Paterson trata, fundamentalmente, sobre la vida de Paterson, un conductor de autobús (Adam Driver) y la relación tranquila que lleva con su esposa (Golshifteh Farahani), no mucho más. No hay una amenaza local o extranjera que los obligue a cambiar su estilo de vida, o una gran decisión que determine si esa tranquilidad podrá seguir o no. Aquellos escenarios conflictivos e indudablemente reales pertenecen al mundo fuera de la cinta. Al no presentarlo en la tradición dramática, Paterson parece sugerir que el conflicto está en todo (y todos), menos en la ficción.

La relevancia de algunas obras de arte depende de la época y contexto en el que existieron, de otras, no tanto. Todavía es muy temprano para saber en qué escenario vivirá Paterson, aunque ahora es imposible separarla de la realidad actual. En la cinta se ve a Paterson despertando junto a su esposa de piel morena, intercambiando besos y relatos oníricos de la noche anterior. La clientela de su autobús es caucásica y afroamericana. Lo mismo ocurre con los parroquianos del bar en donde Paterson pasa sus noches, antes de regresar a casa. Esta distinción del color de piel es relevante al recordar el racismo en la actualidad estadounidense y europea. La "harmonía" social en Paterson ejemplifica el respeto y tolerancia de un sector social (ocasionalmente señalado por su antítesis como "liberal", y ese es el término más amable) hacia la diversidad racial, sexual, y de cualquier otro tipo que, le guste a todos o no, ha permeado y continuará permeando a la sociedad reciente. Pero todo está bien, porque todos son seres humanos, y Paterson lo ejemplifica.

Aquel reconocimiento implícito de diversidad es una característica fundamental de los personajes en Paterson, y el fragmento de una condición atenta y reflexiva hacia el otro. Los personajes escuchan, y su drama egoísta o en relación al otro sólo se convierte en risa. En cuanto a la reflexión, Paterson es también un poeta, en un contexto donde la poesía podría definirse como la observación puesta en papel. A lo largo de la cinta, Paterson señala detalles y objetos de su casa, como un paquete de cerillos que parece recién salido de la última cinta de Wes Anderson. Aquello no es una exhaltación capitalista ni un comercial, sólo una mención. Los sueños de su esposa, primero una experta en la realización de cup cakes, y más adelante, una cantante de country en potencia, no están asociados a ningún producto, como si el deseo dependiera de ello. Son una intención, expresada y reflexiva.

Paterson no es una utopía. No lo es a nivel argumentativo, ni a nivel estético, y ciertamente, no lo es a nivel geográfico: la cinta ocurre en la ciudad de Paterson, en Nueva Jersey (un estado que, irónicamente, no es harmonioso y reflexivo con su actual gobernador). Quizás es lo que muchos ciudadanos estadounidenses asociarían con pertenecer a una "gran nación", si tuvieran que responder a la pregunta de Jon Stewart. ¿Pero cómo se llega o se regresa a aquel estilo de vida? ¿Tiene que ver con la renuncia de Paterson a un objeto indudablemente representativo de la última década? Quizás. Quizás Paterson leyó este artículo y decidió no asociarse a ese objeto. O quizás leyó este artículo y decidió pasar el resto de sus días en absoluta tranquilidad, antes de que el mundo como todos lo conocemos literalmente se acabe. No es posible saberlo, y tampoco es pertinente. Quizás Paterson sólo cree que ser bueno con el otro equivale a ser mejor consigo mismo.

Aquellas palabras no riman, pero si conviven.

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