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#LosJuevesAlSol: Traffic

Manuel Cruz | 30.11.2017
#LosJuevesAlSol: Traffic

Las drogas no suelen verse como un ciclo, sino como una serie de factores con creciente dificultad. Al revisar Traffic, cinta del 2000 que lanzó a Benicio Del Toro al estrellato (y le dio la oportunidad de interpretar a un personaje similar en Sicario, de Denis Villeneuve) esta progresión se transforma en una serpiente que se come a sí misma. Todos sus personajes, divididos entre dos países y cuatro narrativas, son consumidores de al menos una droga. Bob Wakefield (Michael Douglas) bebe whisky, y menciona que su esposa (Amy Irving) tiene una historia problemática con la automedicación. Su hija (Erika Christensen) asciende del consumo de marihuana al crack,  para huir de una expectativa social que no cree cumplir (la de una chica de clase alta y contexto educativo que debería, teóricamente, alejarla de las drogas que consume). Dos agentes de la DEA (Luis Guzmán) y (Don Cheadle) fuman cigarrillos mientras vigilan a la esposa (Catherine Zeta-Jones) de un narcotraficante en prisión. Ella presume de poder beber vino rojo a pesar de sus seis meses de embarazo. ¿Por qué el consumo de estos productos es aceptado y el otro no? Esa pregunta no se resuelve ni en la ficción ni en la realidad, pese a las consecuencias de la no muy antigua ley seca en Estados Unidos.

Pero la cinta también explora adicciones internas: avaricia, desesperación y un sentido de justicia individual en una jungla de intereses propios. En México, un general (Tomas Milian) quiere deshacerse de un poderoso cartel, aunque su intención no sea beneficiar a la población que sufre bajo el crimen y la ilegalidad . Los agentes que emplea para el trabajo (Del Toro) y (Jacob Vargas) pierden sus buenas intenciones en medio de una conspiración. Uno de los informantes protegidos por la DEA, a pesar de obtener inmunidad a cambio de su testimonio contra personas de mayor peso, protesta e insulta a sus guardianes: su trabajo es inútil, y siempre habrá un nuevo enemigo. Un discurso así, en una época previa de ficción (y quizás, de realidad) habría sido desmentido, otra excusa para motivar a los héroes en su misión. Pero la guerra contra las drogas es más una masacre sin fin que una estrategia clara, donde los buenos son peones y los malos son versiones maquiavélicas de los bufones medievales. Llevan la razón, la han tenido todo el tiempo. Y lejos de la ficción, la realidad los respalda.

Traffic es una negación del principio creado por la política y repetido hasta el cansancio en ciertos sectores sociales de que las drogas son causa de grandes problemas. Pero esta negación tampoco aplaude el consumo de drogas. La verdad se queda en el consumidor, y en los impulsos que éste sigue para sobrevivir en un mundo donde la droga sólo es el accesorio de esa necesidad. Los agentes de la DEA estarán en guerra contra un enemigo enorme e irónicamente ambiguo, pero antes de eso, tienen que salvar su pellejo. La esposa del narcotraficante encarcelado podrá estar en desacuerdo, e incluso horrorizada con la profesión de su marido, pero su indignación y conflictos éticos son secundarios a su seguridad y la de su hijo. Y Wakefield, la versión ficticia de una figura quizás menos verosímil en la realidad, la del cruzado antidrogas, encuentra que el verdadero problema con su trabajo no involucra a las redes de criminales, sino a la burocracia global que le impide detenerlos. Cerca del final de la cinta, Wakefield da a entender  que en la guerra contra las drogas, la familia es el enemigo. Pero él no puede pelear contra su familia.

Así como no se puede luchar contra la adicción más fundamental: la de uno a sí mismo.

Traffic está disponible en Mixup

 

 

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