Letras completas de Bob Dylan
La canción es una ventana alta.
Da a la calle, también da al cielo.
Yannis Ritsos (traducción de Selma Ancira)
Robert Allen Zimmerman publicó Tarántula por primera vez en 1966, una novela fragmentaria que tuvo en su momento la festiva aceptación simultánea al contrastante rechazo que este polémico poeta de nuestro tiempo ha provocado desde sus primeros escritos. Un segundo libro escrito por Dylan es Crónicas I. Memorias, editado en 1994, donde el camino de las canciones es la vida misma. Letras completas, de 2016, reunió textos que van de 1962 a 2012, cincuenta años ni más ni menos, medio siglo de trabajo poético. Los tres libros, publicados recientemente por Malpaso Ediciones, serán leídos al menos durante los próximos cincuenta años.
Las Letras completas, además de poner a disposición de un amplio público los textos en su lengua original, ofrecen traducciones realizadas por José Moreno, Miquel Izquierdo y Bernardo Domínguez Reyes, versiones que amplían las posibilidades de lectura de los lectores de Hispanoamérica y en buena medida ponen la primera piedra para futuras propuestas de traducción. Hablando de piedras, el canto que rueda podría ser en otras traducciones, digo yo, un guijarro vagabundo tanto como es una piedra rodante: Like a Rolling Stone. Esa tarea de traducción, siempre difícil de realizar, se topará además, en el vasto territorio hispanoamericano, con las variedades lingüísticas que zigzaguean por el castellano de cada una de nuestras regiones. Tengo para mí que la propuesta de este volumen podrá ser continuamente utilizada, comparada, cotejada o reescrita por cada lector de acuerdo con su propia formación no sólo en la lengua inglesa, sino aportando su información generacional y su lectura diversa de cada contexto social que las canciones recrean.
Me parece que el valor de Letras completas no está en que reúna la obra de un premio Nobel, asunto que ya dejó atrás la reciente nominación de un nuevo ganador —a quien le tocará ser el objetivo actualizado de la crítica—, sino en que presenta compilada la obra lírica de Bob Dylan, un autor necesario de nuestro tiempo.
En la oralidad resiste la poesía. La voz nos ofrece un primer discernimiento poético de la realidad. Es en la infancia cuando tenemos ese contacto inicial con la voz y lo poético; mantener ese vínculo es un supremo acto de resistencia. Sin duda alguna, la canción es un producto estético soberano de su propio espacio: no está a medio camino entre la música y la literatura. Si bien es cierto que el poema, como estructura literaria, busca contener poesía y comunicarla, la letra de una canción puede, por supuesto, ofrecer una percepción poética de la realidad, despertar la percepción de lo poético en quien la lee o la escucha para revelar otros sentidos posibles del mundo, no sólo los directos e inmediatos, sino también los que al transformar y abrir los significados de las palabras expanden el pensamiento. En eso hay un símil con el poema. Por otra parte, podemos sentir que muchas canciones tienen poesía y reconocer también que muchos poemas no la tienen. El poema es una estructura literaria; la letra de la canción también lo es, aunque necesite de una melodía para completar su propósito. El poema es, pues, autotélico: la etimología griega indica su significado: autos, ‘por sí, en sí mismo’, y telos, ‘fin, finalidad’; autotélica es entonces toda acción que lleva en sí misma la justificación de su propio fin. La canción es heterotélica: hetero- es ‘otro’, ‘desigual’, ‘diferente’, y otra vez aparece telos. Una acción que tiene como propósito reunir dos cosas distintas, diferentes: letra y música.
Como ya sabemos, la palabra poesía se generó en el concepto de creación: el poeta, los poetas, como creadores, se proponen encontrar y expresar la poesía en algunas de sus formas y posibilidades y ofrecerla a Los Otros que completen esa percepción. El poeta es un creador que puede ejercer el oficio de hacer canciones o escribir poemas, pero también de pintar, escribir música para orquesta sinfónica o hacer filmes o realizar coreografías o danzar, entre tantas otras cosas. Dice Dylan: “Cualquier cosa que puedo cantar, la llamo canción. Cualquier cosa que no puedo cantar, la llamo poema. Cualquier cosa que no puedo cantar y es demasiado larga para ser poema, la llamo novela”.
Después de todo, los tiempos están cambiando, las aguas han crecido rápidamente, no critiquemos lo que no entendemos… Eso anotaba Bob Dylan a la mitad de los sesenta.
Hace pocas semanas falleció Ultiminio Ramos, el magnífico boxeador nacido en Cuba, campeón del mundo en los años sesenta, que fue cantado por Dylan en el poema “Quién mató a Davey Moore”, del que aventuro una versión salida de la traducción que aparece en Letras completas:
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Qué es lo que pasó?
“Yo no, —dice el réferi—,
no apunten su dedo contra mí.
Pude haber detenido todo en el octavo
y quizás hubiera evadido su destino,
pero estoy seguro que la multitud me [habría abucheado
argumentando una estafa.
Es una lástima que haya muerto,
pero ustedes saben que yo también [estaba muy presionado.
Además, no fui yo quien lo hizo caer.
No pueden culparme de nada”.
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Cuál fue la razón?
“Nosotros no —dice la multitud furiosa,
cuyos alaridos atiborraron el recinto—.
Es muy triste que muriera aquella noche,
pero nosotros sólo queríamos ver una [pelea.
No queríamos que muriera,
sólo queríamos ver un poco de esfuerzo, [de sudor,
en eso no hay nada malo.
No fuimos nosotros los que lo [derribamos.
No pueden culparnos de nada”.
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Qué es lo que pasó?
“Yo no —dice su mánager
dando aspiradas a su gran puro—.
Es duro tener que decirlo,
siempre pensé que él estaba en buenas [condiciones.
Para su mujer y sus hijos es una pena [que haya muerto,
pero si estaba enfermo debió decirlo,
no fui yo quien lo tiró.
No pueden culparme de nada”.
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Cuál fue la razón?
“Yo no —dice el apostador
todavía con el boleto en sus manos—.
No fui yo quien lo noqueó,
mis manos nunca lo tocaron.
No cometí ningún pecado.
De todos modos, yo había apostado mi [dinero a su victoria.
No fui yo quien lo tumbó al suelo.
No pueden culparme de nada”.
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Qué es lo que pasó?
“Yo no” —dice el cronista de boxeo,
golpeando las teclas de su vieja máquina,
donde ha escrito “el boxeo no tiene la [culpa,
hay el mismo peligro en un partido de [futbol”,
y agrega: “las peleas a puñetazos [seguirán,
es una vieja costumbre americana.
No fui yo quien lo noqueó,
no pueden culparme de nada”.
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Cuál fue la razón?
“Yo no” —dice el hombre cuyos puños
lo dejaron tendido en una nube de [tinieblas,
él vino desde la puerta de Cuba
donde el boxeo ya no está permitido.
“Le golpeé, es verdad,
pero para eso me pagaron.
No digan asesinato, no digan crimen,
fue el destino, fue la voluntad de Dios”.
¿Quién mató a Davey Moore?
¿Qué es lo que pasó?
Eso es Dylan, autor de una novela como Tarántula, que tal vez ahora, cuando se usan diversos recursos electrónicos, a veces en fragmentación, con límite de caracteres, tiene una posibilidad de ser leída y valorada con luces nuevas. Eso es Dylan, escritor de una crónica autobiográfica que conversa con nosotros y nos obsequia ideas y emociones, pero también una larga lista de músicos, cantantes, intérpretes que aunque poco conocidos en nuestro entorno son una luz de las generaciones precedentes. Pero Bob Dylan es, principalmente, el poeta, autor de cientos de letras de canciones con propuestas poéticas que resuenan en los lugares más insospechados y que hoy podemos tener a la mano en un solo libro. EP
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Eduardo Langagne es director general de la FLM. En 1994 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, y en 2016 el Premio de Poesía José Lezama Lima. Es autor de Tiempo ganado y No todas las cosas: Antología personal 1980-2015. Recientemente aparecieron sus traducciones de Resurrección, la primera novela de Machado de Assis, y de los Primeros cuentos del mismo autor brasileño.