#LoboConCaperuza: Ver, hablar y pensar
¿Cómo aprende un niño que habita en una ciudad separada por 290 kilómetros de la playa más cercana que existe el mar? ¿Cómo delinea la diferencia entre arriba y abajo? ¿Cómo comienza a comprender que a veces está triste y a veces contento? ¿Cómo forma su imaginario con los sonidos de animales que no viven en su entorno inmediato? Todo se trata de una operación cuya complejidad soslayamos por la forma cotidiana y, aparentemente, espontánea en que sucede: el lenguaje.
El bebé comienza a reconocer signos sonoros y visuales, se le señala al gallo que aparece en la caja de cereal y se acompaña la seña con un “mira al gallito, ¿cómo hace? kikirikí”, lo mismo con el perro de los vecinos o con el avión que surca el cielo del parque. Hasta que un día, sin necesidad de mostrarle al objeto o una imagen que lo represente, le preguntamos al niño “¿cómo hace el elefante?” y aquel emite un intento de barrido que es celebrado por los adulos que lo rodean. ¿Qué vitorean los adultos? ¿Acaso se congratulan de que el niño ha descubierto que el lenguaje puede nombrar aquello que no está cerca? Muy probablemente, no. Sin embargo, así es como poco a poco, nos independizamos del objeto o de una imagen que lo represente para referirnos a él y nuestro lenguaje se va complejizando.
A mediados del siglo XVII, en 1658 para ser exactos, el pedagogo checo Jan Amos Comenius publicó el Orbis sensualium pictus (El mundo en imágenes), libro que según la mayoría de los historiadores de la literatura infantil y juvenil es la primera obra pensada y realizada exprofeso para el público infantil. En sus páginas aparecen conceptos acompañados de una imagen que los represente y le permitan al lector reconocerlos y comprenderlos.
Comenius conocía la importancia de la imagen en el proceso de aprendizaje de los niños, en su libro, además de mostrar vocabulario sobre obviedades como los animales y crustáceos del mar o de la granja, aparecen también conceptos como la monarquía o Dios. La verdad es que puestos en un esquema tan sencillo se entienden sin mayor dificultad retórica.
Casi cuatrocientos años después de publicado el Orbis sensualium pictus persiste la idea de Comenius, cada año son publicados decenas de libros de vocabulario y conceptos para niños pequeños. Muchos de ellos son muy básicos y no duran en el gusto del lector más allá de una primera impresión. Pero, por fortuna, también se publican libros a la altura de los niños, les proponen conceptos complejos o presentan conceptos sencillos de una forma tan ingeniosa que, además de mostrarles el mundo en imágenes, logran divertirlos y brindarles una experiencia estética que los hace volver al libro una y otra vez.
En 2004 bajo el sello de Los libros del zorro rojo, Sebastián García Schnetzer publicó Los opuestoros, un jovial inventario de opuestos que repasa ideas tan cándidas como arriba y abajo, pequeño y grande; o tan complicadas y dignas de charla como moderno y antiguo, natural y artificial o violento y pacifista. Todo esto utilizando las imágenes de dos toros que se oponen en la página y cuyos detalles los hacen totalmente diferentes a excepción, de nativo y extranjero, en donde se presenta a dos toros totalmente iguales. Se trata de un libro (después se publicó Los opuestoros 2) que utiliza la vieja, mas no gastada, fórmula de presentar una imagen acompañada de la palabra a la que representa para exponer un concepto y de paso proponer una charla entre los lectores, que incluso toma una posición política cuando aparece “alegre y triste”, al ilustrar como “alegre” a un toro con el que dos niños juegan y como “triste” al mismo toro en medio de una corrida de tauromaquia.
Y si se trata de jugar, de decir las onomatopeyas de los animales, está De paseo de Estrella Ortiz y Paloma Valdivia, publicado por Amanuta. Un libro cartoné, para que los niños lo traigan de arriba para abajo y les sea fácil pasar sus hojas, que expone un desfile de fauna de todos los lugares, ilustrada con gran ternura pero sin caer en la cursilería rosa y preciosista. La taxonomía que propone está basada en la longitud y frecuencia de los pasos de los seres que aparecen: los que caminan paso a paso, los que van al trote, los que van a galope…
Han pasado casi cuatro siglos desde que Comenius publicó su Orbis sensualium... y tanto la idea de mostrar a los niños los conceptos a través de imágenes, como la manera que encontró para presentar esta relación, siguen vigentes e inspirando las más divertidas variaciones, “nada nuevo bajo el sol”, dirían los pesimistas, yo creo que siempre hay pasos nuevos para los ritmos que siempre hemos bailado.