#LosJuevesAlSol: Exit Through the Gift Shop
Cuando Exit Through the Gift Shop estrenó en 2010, corrían rumores de que la cinta de Banksy era un sofisticado engaño del artista inglés. Thierry Guetta, personaje principal y camarógrafo francés transformado en documentalista y súper estrella del arte callejero para los últimos 30 minutos de la historia, ejemplificaba la veloz y escalofriante conquista del absurdo en la seriedad.
Han pasado varios años, y la idea de Thierry (con el nombre de Mr. Brainswash en el mundo artístico), como una burla, es potencialmente más creíble ante la abundancia de ridiculeces que reciben una cierta atención socio-cultural: Kanye West oculta su mediocridad en una guerra contra Taylor Swift que tiene a Twitter (una vez considerado primordial en el surgimiento de la Primavera Árabe) en casi eterna tensión; Werner Herzog se pregunta si los jugadores de Pokemon Go podrían asesinarse mutuamente (eso debería ser trending topic); y un sector de Estados Unidos coquetea con entregarle la Casa Blanca a un personaje cuya inteligencia y tolerancia —por no hablar de su falta absoluta de humanidad— es tan inexistente como su conocimiento en el diseño y construcción de un muro.
Si alguna vez existió la línea de separación entre la seriedad y el absurdo, ahora vive en turbulencia y se expande culturalmente: para desmantelar las furibundas afirmaciones de una generación que observa al grafiti como lo más alejado del arte, sólo hay que recordar la vida del ahora legendario Van Gogh. The Get Down, el último experimento mágico-musical de Baz Luhrmann, es una crónica de la lenta y difícil aceptación del hip-hop como algo digno en una época controlada por la música disco, aunque al final, el tiempo indica cómo ambos géneros ganaron un reconocimiento cultural. Pero hoy existe una diferencia más importante —e irónicamente, más inmediata— que el tiempo en sí: la potencial doble navaja de la accesibilidad. Casi cualquier teléfono puede producir contenido técnicamente proyectable en una gran pantalla. Las tocadas de bandas nuevas pueden ocurrir en playlists de Spotify o sencillos de iTunes. Las nuevas galerías de arte visual pueden usar tumblr.com como apellido. Porque en términos estrictamente prácticos, cualquiera puede hacer cualquier cosa.
Mr. Brainwash hace casi cualquier cosa, y su predicción de la actualidad llega entre risas y escalofríos. Las aventuras del francés residente en Los Ángeles, obsesionado con registrar todo en la era dorada del home video es, en el mejor de los casos, evidencia del brutal avance tecnológico en poco más de una década. En el peor, es la aparición prehistórica de un hipster. Su involucramiento en los orígenes del arte callejero (o al menos, en el nacimiento de su comercialización, con artistas como Space Invader, Shepard Fairey y Banksy, entre otros) demuestra la velocidad con la que un acto de rebelión se convierte en otro elemento para la economía y sociedad que estaba criticando en un inicio. En palabras de Banksy, aquel movimiento artístico “nunca se trató del dinero”. Pero las consecuencias de su obra y la de sus colegas los convierten de “criminales” a súper estrellas de una nueva “alta sociedad”, donde la pérdida —o la importancia— de una justificación detrás de la obra se vuelve irrelevante. Tal es la esencia de Mr. Brainwash.
Si Exit Through The Gift Shop narra las aventuras del rey de la ridiculez, ¿qué dice la cinta hoy, cuando ese término —y sus ejemplos— parecen multiplicarse a cada minuto? Para un sector del público es otro ejemplo de la comedia como un acto reflexivo, oculto entre toneladas de sarcasmo y metáfora: la vida de Mr. Brainwash es parecida a la vida de otras personas, más de lo que ellas querrían reconocerlo. Banksy no es el único en realizar este tipo de análisis (la obra de George Carlin ha producido una generación de voces como la de Jon Stewart, Stephen Colbert, John Oliver y Samantha Bee, entre otras), pero su visión del mundo artístico es acertada, ingeniosa y potencialmente terapéutica. Falso o no, las herramientas que dieron vida a Mr. Brainwash están entre muchos de nosotros: la facilidad para registrar cualquier cosa porque sí, y ganarse una creciente audiencia tras hacerlo, la arrogancia que puede venir tras encontrar a aquella audiencia y la facilidad para decir nada diciendo mucho, y que aún suene importante. Si hoy Trump es presidente, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar para la primera galería de selfies en el Guggenheim?
Pero lo que Mr Brainwash aparenta carecer, según la interpretación de Banksy, puede ser la clave para las generaciones que sí están grabando con iPhone, subiendo canciones a Spotify o fotografías a Tumblr. ¿Si todo el mundo lo está haciendo, ¿quién se va a distinguir? ¿Quién va a ganar la competencia por los siguientes 24 bits (o likes, o retweets) de atención? ¿Tiene sentido pensar en la actualidad artística de esa forma?
Exit Through the Gift Shop, finalmente, cuenta una historia. La historia del ascenso de Mr. Brainwash, la historia del nacimiento del arte callejero, la historia de Banksy y las consecuencias de ser una mosca en la pared[1] sin plan de aterrizaje. Registrar será fácil. Contar, no tanto. Y la gloria de Exit Through The Gift Shop, así como la gloria de Banksy y el misterio alrededor de Mr. Brainwash, nace en la narrativa, quizás el misterio más grande de todos, pero evidente al existir. Quizás, entre los cientos y cientos de personas capaces de registrar, haya una línea responsable de examinar, cuestionar y narrar lo visto. Y ante la presencia de nuevas celebridades como Mr. Brainwash, quizás se dirijan a sus aparentes colegas artísticos con la gran frase de Casablanca cargada de escepticismo y con ganas de remojarse en el sarcasmo, si no hay verdad detrás de sus ojos: “Here’s looking at you, kid.”
[1] Término para referirse a documentales que se basan en la observación de sus sujetos para empujar la narrativa. Ejemplos: Grey Gardens, The War Room, Gimmie Shelter, etc