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#LoboConCaperuza: Elogio a la sencillez

Luis Téllez-Tejeda | 28.05.2018
#LoboConCaperuza: Elogio a la sencillez
#LoboConCaperuza es el blog de Luis Téllez-Tejeda y forma parte de los #BlogsEP

La producción de libros para niños goza de un boom que no cede desde hace un par de décadas. En nuestro país los altibajos económicos y las políticas públicas de dotación bibliográfica a las escuelas de educación básica mantienen como una veleta a la industria dedicada editorial dedicada a los infantes, más allá del texto escolar. Las editoriales recurren a diversas artimañas para sobrevivir y, como en todo cuento en el que las tretas salgan a relucir, a veces es para mal y, venturosamente, a veces es para bien.

Desafortunadamente bullen los ejemplos de las malas mañas: libros para abordar tal o cual tema, libros que aprovechan modas sobre determinado tipo de personajes y locaciones, libros para acompañar el lanzamiento de una película o una serie televisiva, libros para ensalzar a una figura pública, libros para que los niños comprendan determinado fenómeno social -disfrazados, claro, de novelas o cuentos-, libros para…

El móvil de dichas obras es su función y no su propuesta estética por lo tanto, su elaboración precisa recurrir a una serie de trucos discursivos que las pueden colocar en dos extremos: un disfraz complejo e imbricado que esconde un argumento simple, o el recurso de la sobre explicación del mismo argumento simple porque al lector hay que explicarle el mensaje que se le quiere transmitir y no debe caber la duda o la interpretación.

Entonces, la proliferación de libros para niños tampoco es el viaje al País de las Maravillas que supondría ser. No. Y, aunque es difícil encontrar el mapa que nos lleve al cofre lleno de alhajas y monedas de incalculable valor, la lectura atenta y la suspicacia pueden acercarnos al “vivieron felices y comieron perdices” en la historia de acercar los libros a los niños de nuestro entorno.

“Diversión” es una palabra que causa escozor entre quienes quieren que todo lo que se realiza sobre la faz de la tierra tenga un uso práctico y productivo, incluso lo que hacen los niños. Toda actividad infantil debería tener una finalidad didáctica, un aprendizaje esperado y medible, esperan. Ahí tenemos ya una pista de aquellos libros que puedan perdurar en la experiencia y la memoria de los lectores jóvenes: obras que los diviertan, que no sean productivas en cuanto aprendizajes específicos, que los hagan reír.

Hay una serie de obras para niños que se siguen publicando porque han alcanzado la categoría de “clásicos” o “clásicos contemporáneos”, pero que no aguantarían el tamiz actual de la pragmática y la utilidad. Se trata de libros que se escribieron e ilustraron con la sencilla intención de divertir al público. Propósito nada simple, puesto que no sólo se trata de entretener, sino realmente de llegar a la profundidad de la consciencia del lector y señalar alguna contradicción del mundo para generar risa; a veces, esta diversión perturba, pero no deja de recrear, debido a que logra transmitir no un mensaje explícito sino una idea latente en el lector y que se descubre cuando una palabra resuena o una situación aparece para recordar alguna vivencia previa.

A la legión de autores de tales obras pertenece Tomi Ungerer, un autor francés nacido en 1931, quien ha dedicado gran parte de sus libros al solaz de los lectores más pequeños. Las historias que escribe e ilustra nos llevan al más elemental cine mudo, elemental no por fútil, sino por la forma en que explota los mínimos dispositivos para crear ambientes y estructuras narrativas que presentan situaciones en las que la contradicción humana aparece para que el humor reine y que el lector piense, lo que quiera, pero piense.

Quizá sea Los tres bandidos su libro más conocido, una historia de enredos en la que tres ladrones confunden hasta sus intenciones. Pero en cualquiera de sus obras para niños se encontrará la gracia de quien ha encontrado una fisura en la realidad y quiere descubrírsela con sutileza a los demás: Emil es la historia de un pulpo que salva a un barco del asalto de una pandilla de piratas, sin quererlo, el pulpo se vuelve un súper héroe y el libro se torna a una cómica crítica a esa figura tan común la cultura popular a través del cine y el cómic.

El boom del libro para niños es una ola que nos puede revolcar, pero también es la oportunidad de llegar a buen puerto, porque nos permite mirar el camino que ya se ha recorrido y hallar que hace varias décadas ya se habían publicado los libros que pueden gozar quienes están aprendiendo a leer en tablets y celulares. Las obras de Tomi Ungerer son un gran pretexto para volver a aquel no tan lejano pasado.

 

 

 

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