Norteando: Shutdown
Donald Trump ha iniciado su 2019 tal como ha vivido todos sus años como figura pública: siendo un monumento humano a la ignorancia, la incompetencia, y la crueldad.
Por el momento, estas tres características se desvelan más claramente en el manejo del paro gubernamental. En diciembre, horas antes de la fecha limite para un acuerdo, los republicanos y demócratas llegaron a un acuerdo para aprobar un nuevo presupuesto, que teóricamente contaba con el respaldo de la Casa Blanca. Pero el presupuesto no incluía los fondos para un muro a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, y después de ser duramente criticado por algunos medios conservadores, Trump retiró su asentimiento. Por lo tanto, el 22 de diciembre, se inició el paro. Desde ese día, los empleados federales clasificados como no esenciales—que son la gran mayoría—están trabajando sin recibir pago o no están trabajando.
Es una situación en que sobresale la ignorancia del presidente, porque el muro no es un factor clave para frenar ni la inmigración generalmente ni las caravanas que se juntan en el norte de México. Como bien demuestra milenios de historia, la gente determinada encuentra las maneras de superar un muro que les estorba. En las barreras fronterizas que sí existen hoy (que cubren 700 millas de zonas estratégicas), miles de huecos aparecen anualmente, producto de la gente que intenta cruzar o del mismo clima de la región. Y eso ni contempla los túneles o las escaleras que vencen el muro sin dejar rastro.
Además, una gran proporción de los indocumentados entraron al país utilizando una visa legal, y nada más se quedan después de que la visa se venza. Asimismo, las multitudes de centroamericanos que tanto fastidian a Trump suelen solicitar asilo en Estados Unidos, cosa que les garantiza un proceso legal ante un juez estadounidense. Es decir, el muro no haría nada para frenar estos flujos de gente. Peor aún desde una perspectiva anti-migración, gracias al paro, se ha suspendido E Verify, el programa federal de averiguar el estado migratorio de un empleado. Por lo mismo, los activistas que más han estudiado las maneras de reducir la migración no favorecen el muro.
El muro, pues, es poco más que un juguete. Pero ya que el presidente tiene la mente de un niño de siete años, y sí quiere jugar con su juguete favorito, todo el país está obligado a vivir esta pesadilla.
La incompetencia se demuestra en la poca preparación realizada por la Casa Blanca antes de iniciar el paro. Según reportes en The Washington Post, Trump no sabía que la suspensión de un programa que otorga asistencia para la compra de comida puede afectar a 38 millones de estadounidenses. Para ellos, el hambre amenaza. De la misma forma, ignoraba que se suspende un programa para ayudar a los pobres con sus pagos de renta, de la cual dependen miles de estadounidenses. Para ellos, se asoma una posible orden de desalojo, y luego la calle. Tampoco sabía que los reembolsos de las declaraciones impositivas—que suman unos 150 mil millones de dólares a nivel nacional, y son un gran motor para el consumo cada primavera—se suspenderían junto con las funciones de hacienda estadounidense. Una recesión se acerca.
La crueldad de Trump—y de los que le rodean—se manifiesta en la falta de interés que tiene en el bienestar físico y material de tantas personas, desde los trabajadores federales a los ciudadanos normales que dependen de programas federales. Trump ha rechazado ofertas de negociar después de abrir el gobierno, argumentando abiertamente que no puede conseguir las concesiones que quiere sin esta presión. Aparentemente, en una junta para negociar un fin del paro, Trump descartó los peligros financieros que enfrentan los empleados federales con la idea de que ellos pidan prestado a sus papás, como si fuera una opción viable para más que un puño de gente. Próximamente, un gran número de los que han dedicado sus vidas profesionales al gobierno federal no podrán seguir con los pagos de sus casas y sus carros.
Todo este horror se debe finalmente al berrinche del presidente. Lamentablemente, el bienestar de millones está subordinado a los caprichos de un niñote.