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Boca de lobo: La risa de la homofobia

Aníbal Santiago | 06.03.2019
Boca de lobo: La risa de la homofobia
Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

La mujer que el presidente propuso para ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no pudo aguantar la risa cuando dijo: “Tendrían que demostrarme en un expediente que tienen toda esa capacidad y que el niño puede vencer todas esas cuestiones con las que se va a enfrentar”.

Salpicada por el sarcasmo, la subestimación, la incredulidad, la risa de Celia Maya desestimó el derecho de una pareja homosexual a adoptar un niño o una niña. ¿Por? “Los compañeritos” lo insultarán, ofenderán, segregarán, acaso golpearán, al saber que sus padres son del mismo sexo. Y ante la tempestad esos papás estarían indefensos.

Y entonces a su comparecencia para demostrar al país que –como piensa Andrés Manuel- debe ocupar el trono de la justicia, añadió: “¿Sus papás podrán quererlo tanto y ayudarlo a superar lo que pasa en el entorno?”. Hizo un silencio y se contestó “no lo sé”, aunque en vez de usar esas tres palabritas pudo decir “no podrán, no chinguen”. Es decir, a su postura le integró homofobia. Según Celia, en este país rebosante de madres solteras y papás violadores jamás dudemos del amor de padres heterosexuales hacia sus hijos, pero cuando son homosexuales claro que hay que dudar, quizá porque la considera paternidad a medias, peligrosa, de baja calaña.

Todos damos opiniones y ellas importan a los cuates y la familia, pero si aspiras a instalarte en el pináculo de la justicia de un país históricamente injusto, cuyo gobierno insiste en que encabeza una batalla revolucionaria por la justicia, habría que apostar por una opinión con mesura y raciocinio; no opacada por las burradas y el prejuicio.

“¡La mayoría de sus compañeritos o todos (…) tienen papá y mamá de diferente sexo, y él va a tener un papá y mamá del mismo sexo!”, exclamó Celia, y esta vez pudo cerrar con un “¡qué escandalo!”. Evitó hacerlo para no inmolarse ante el Senado, pero sí sembró esa frase obvia (en efecto, los niños suelen ser hijos de mujer y hombre) pero inyectándole el veneno del trasfondo: Miren qué anormal la vida de ese niño. Ergo, qué anormal ese niño.

Celia advirtió con ínfulas de encumbrada burócrata que analizaría con ex-pe-dien-te si los futuros padres poseían un amor capaz de ganarle al bullying. Pero, por lo que salió de su boca las pruebas importan poco. “Tenemos que pensar en el menor, ¿cómo le vamos a afectar?”. En definitiva: señores, que un niño tenga dos padres hombres o dos mamás mujeres A-FEC-TA.

Por cierto, su discurso contradice la ley. En 2016 la SCJN emitió la tesis de jurisprudencia P./J.9/2016 (10ª): “El interés superior del menor se basa en la idoneidad de los adoptantes, dentro de la cual son irrelevantes su orientación sexual, estado civil y el tipo de familia al que el niño será integrado”.

Salvo que pensara “México debe enterarse que voy contra lo que la SCJN ya dictaminó”, Celia no tenía idea que la ley exige no inmiscuir la genitalidad ni las opciones sexuales en la adopción.

O sea, al plato un ingrediente más: la ignorancia.

¿El presidente conocía a la joya de la corona de su terna femenina para la Corte? ¿Tenía idea o no de su pobreza de pensamiento y homofobia disfrazada? ¿Consciente de eso la promovió?

Pongamos pausa al castigo a Celia. Dijo, probablemente, una verdad: la sociedad, o parte de ella, puede reaccionar con furia ante un hijo de padres homosexuales. “En la idiosincrasia nuestra todavía es difícil”, explicó.

Si es así y la idiosincrasia ataca con odio a los nuevos tiempos, que el gobierno luche contra el viejo demonio de la idiosincrasia mediante una nueva educación, en vez castigar a niños que necesitan padres y madres del sexo que sea, y a mujeres y hombres que buscan ser esos padres.

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