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Coahuila prohibe las corridas de toros

Patrick Corcoran | 03.09.2015
Coahuila prohibe las corridas de toros

Vista desde cierta perspectiva, la historia de la civilización humana es la historia de la expansión de la empatía. Como ha escrito Steven Pinker, muchos de los avances morales que hemos dado como especie se deben fundamentalmente a la habilidad de aproximarnos al punto de vista de otro ser y aceptar sus necesidades e intereses como legítimos. No somos guerreros eternos, como en la antigüedad, cuando los Estados utilizaban la violencia como un primer recurso. No tenemos varias industrias o hasta economías nacionales basadas en la esclavitud, como teníamos hace menos de dos siglos. Los poderes del mundo ya no buscan aniquilar a sus enemigos después de un conflicto, como, para dar un solo ejemplo entre muchísimos, hicieron los romanos después de ganar a las fuerzas de Cartago hace unos milenios.

Claro, no es una obra completa y sobran ejemplos actuales y recientes de actores importantes que no demuestran empatía. Pero el punto no es que la empatía nos falle muchas veces sino que exista como concepto que nos influya. Aunque la palabra le suene banal, la idea es una clave de nuestra esencia y de nuestra evolución de animales inteligentes a los creadores de la civilización. Y, naturalmente, mucha gente ha llegado a sentir empatía no solo para otros humanos, también para otros seres del reino animal. Es un acontecimiento loable que ofrece una vista de una futura evolución en nuestro marco moral.

El debate sobre la tauromaquia en México no se ha dado en estos términos, pero los que abogan por su prohibición son los representantes de la empatía y, por lo mismo, reflejan lo mejor de la naturaleza humana.

Después de la decisión de prohibir la tauromaquia en Coahuila hace unas semanas, los seguidores del mundo de los toros respondieron con varios argumentos: que es una tradición muy vieja o que se trata de una hipocresía, ya que muchos comen carne, o que hay prioridades más importantes que deberían ocupar la atención del gobierno. Claro que hay gente inteligente que por una razón o por otra no cree en la abolición de las corridas de toros —todos tenemos nuestros puntos ciegos— pero estos argumentos absurdos no representan un contrapunto coherente.

Las tradiciones sí son importantes para cualquier cultura; nos conectan con nuestra comunidad y nos dan un sentido de lugar y propósito. Pero muchas tradiciones son horribles y es responsabilidad de los que vivimos en el mundo actual identificar las ideas antiguas cuyo tiempo ha acabado. La evolución cultural depende de este proceso.

Hace unos siglos, la tradición de “prima nocta” reservaba para un noble el derecho de pasar la noche de bodas con la novia de cualquier hombre que vivía en sus tierras. Qué bueno que nuestros antecesores no pelaron la santidad de esta tradición cuando abolieron esa práctica tan horrorosa. Y cabe mencionar que en el sitio natal de los toros, España, la sociedad está dando la espalda a esta tradición tan antigua. Si ellos pueden, ¿por qué México debe seguir aferrado a las costumbres de generaciones anteriores?

En cuanto a las prioridades del gobierno, pues sí, hay otros retos que son más importantes para el bienestar de la sociedad pero, como argumento en contra de la legislación, esto es irrelevante. Los gobiernos, como las personas, son capaces de considerar varios asuntos al mismo tiempo. No fue por la legislación sobre la tauromaquia que el gobierno de Rubén Moreira no ha logrado acabar con el crimen organizado ni ha podido sanar las cuentas del estado ni ha concretado otras diez prioridades vitales; es porque no existe la voluntad o capacidad de hacerlo. Por eso en la política el progreso se da según las oportunidades que se presentan, no según un cálculo objetivo de lo más importante. De ser así, todos los gobiernos del mundo deberían parar sus actividades para enfocarse exclusivamente en el cambio climático y las armas nucleares, ya que no hay peligro mayor para el planeta.

Claro, hay un poco de hipocresía en quienes sentimos empatía por los toros durante las corridas pero los ignoramos cuando se nos antojan unos tacos de arrachera. Quizá seríamos más congruentes siendo veganos (aunque también hay los que sostienen que, caloría por caloría, un plato proveniente de la agricultura mata más animales que uno de carne). Pero hay una gran diferencia entre una persona que goza de la tortura y matanza ritual y la que satisface sus necesidades alimenticias. Es decir, los humanos estamos encima de la cadena alimenticia y para mantener a la población existente se necesita una dieta mundial basada en los animales. Este hecho puede ser incomodo y crea momentos de hipocresía, pero no justifica la crueldad generalizada; al contrario, moralmente nos obliga a mejorar nuestro trato hacia los animales.

Hay otros comentarios que son para tomar más en serio. Por ejemplo, antes de su muerte un toro de corridas vive mejor que uno de un rancho destinado al matadero. Pero eso es un argumento a favor para mejorar las condiciones de los animales que comemos, no para seguir con las corridas.

Llama la atención que nadie que está en contra de la nueva ley está ofreciendo una defensa de la práctica en sí, de su aportación a la sociedad. Están enfocados exclusivamente en los huecos de lógica del otro lado. Están diciendo efectivamente: “No está tan mal como parece”. Es el sello de un argumento débil.

Si la crueldad hacia los animales tiene significado alguno, entonces la tauromaquia es un claro ejemplo de ella. Coahuila hace bien en prohibirla.

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Foto:

Flickr.com/“Zezenketarik ez! - ¡No a las corridas de toros! - STOP Bullfighting!” by Ekinez Sortu

 

 

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