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Remar en la misma dirección

Los transportes en el habla

Ricardo Ancira | 01.10.2015

 

Jack Dykinga

Caminar fue, naturalmente, la primera forma de desplazarse de un sitio a otro. Después fueron surgiendo entre los humanos otras maneras de transportarse, como la tracción animal, los aparatos impulsados por vapor, los de combustión interna, los de energía nuclear. Así, se montaron y engancharon caballos y luego se construyeron barcos, trenes, automóviles, aviones, cohetes y naves espaciales. Andar a pie sigue siendo, no obstante, la manera que más utilizamos para ir de un punto A al B. Esa necesidad vital de movimiento ha nutrido, como se verá aquí, nuestro discurso.1

Los navíos pronto nos ayudaron a cruzar las aguas o a surcarlas con o sin carga.2 Se relacionan con esto los verbos abordar —de bordo, borde de un río, por ejemplo— y (más explícito) embarcar, los cuales aplicamos, por extensión, a muchos medios de transporte que no tienen relación con lo acuático. Por eso, cuando algo funciona bien va viento en popa; si va mal es que tiene viento en contra. De los globos aerostáticos, también de otras naves, vienen las expresiones ser un lastre y soltar lastre.

A veces la nave hace agua y hay que achicar y enderezarla; no soltar el timón, avanzar “contra viento y marea” y nunca abandonar el barco, entendiendo por él organizaciones o proyectos (como se sabe, las ratas son las primeras en hacerlo). Tampoco es conveniente echar por la borda lo logrado ni olvidar que “todos vamos/estamos en el mismo barco”. Hay que hacer los ajustes/las reformas de gran calado que sean necesarias antes de poner la proa hacia un objetivo asequible, levar anclas (sin olvidar cortar/quitar amarras) y navegar con velas desplegadas.3

Embarcar(se) es intervenir (o hacer que alguien intervenga) en una empresa arriesgada; dar alas, alentar; cerrar el paso, oponerse. Perder el último tren es lo mismo que la última oportunidad. “No dan paso sin huarache” los que planean calculadoramente todos sus movimientos. Dar el avión significa simular que se está atento o de acuerdo. Los proyectos, primero “se carburan”, luego “calientan motores” y después “arrancan”; lo ideal es que “vayan sobre ruedas” y evitar siempre acelerar con el freno de mano puesto.

“Pedalea mi bicicleta” quien me engaña con mi pareja, “va en caballo de hacienda” el seguro ganador, los “aviadores” tienen una “aviaduría” en el Gobierno, es decir que cobran sin tener que presentarse a trabajar. Por extraño que parezca, las iglesias tienen naves, algunos profesores son barcos y los helicópteros no son insectos.

Como cohete/bólido significa a gran velocidad; una carretada, gran cantidad de algo (por ejemplo de aplausos); estar acelerado(a) o serlo apunta a la agitación, la irreflexión.

Todos sabemos que al mal paso hay que darle prisa. Paso a paso implica cautela pero continuidad, así se evita dar un paso en falso. Da un mal paso aquel que comete un error. Los jefes y algunos cónyuges “traen marcando el paso” a subordinados o parejas: quieren que todo se haga a paso veloz. Tiene idéntico significado la locución hípica traer (a alguien) al trote. Los sabios saben que “más vale paso que dure y no trote que canse”. Lamentan andar en estos trotes los viejos involucrados en labores fatigosas o impropias de su edad. Estamos acostumbrados al concepto silla de montar (pero cerremos los ojos por un momento e imaginemos una del comedor sobre los lomos de un caballo). De lo campirano sobreviven locuciones como estar cincho (que significa estar seguro/asegurado, en especial de un triunfo) y tomar/echarse la del estribo, o la caminera, es decir —al menos esa es la intención— la última copa antes de partir.4

Jack Dykinga

El que los capitalinos llamemos camión (que por definición sirve para transportar cosas) al autobús dice mucho de cuánto nos valoramos. “Para tu carro” quiere decir: modérate. Durante décadas, el pri ganó de todas, todas, es decir que hacía “carro completo”.

“¡Me lleva… el tren!” es el eufemismo para evitar una grosería: “… la chingada”, mientras que el tren de vida tiene que ver con el ritmo y los gastos de una persona (hay quienes viven a todo tren). Se dan choques de trenes entre dos personalidades o dos posiciones ideológicas. En el mundo ferroviario pocas cosas son poéticas, con excepción de los durmientes, la prosa de Arreola y las personas cuya belleza “está como para parar un tren”. No es conveniente viajar en el vagón de cola ni que México lleve más de dos siglos “en vías de desarrollo”.

En la historia y en la cultura mediática hay medios de transporte célebres: el Titanic, las diligencias del Viejo Oeste, las tres carabelas, el batimóvil, el Apolo xi, el Sieteleguas, el Arca de Noé, los elefantes de Aníbal, las monturas de los Reyes Magos, el troncomóvil, el submarino amarillo…

El tipo de vehículo da nombre a diversos oficios: taxista, camionero, gondolero, microbusero, ferrocarrilero, trailero. Algunos tienen que ver con otro tipo de cercanía (marino, marinero, timonel)5 o con el verbo correspondiente (corredor, jinete, conductor, buzo, piloto (no *avionero).6 También los hay sin relación cercana: chofer, capitán; otros son arcaísmos (cochero, ruletero, pesero).7

Nosotros, como los países, a veces pensamos/vivimos/vamos a contracorriente; otras ocasiones quemamos las naves, andamos en malos pasos, al garete, a la deriva, o bien naufragamos (o sea que no llegamos a buen puerto). Lo bueno es que siempre hay tiempo para enderezar el rumbo/camino cambiando de ruta.

No podía faltar, como en prácticamente ningún contexto, la picardía mexicana: “Señorita, pida su parada, el chofer se la dará con gusto”.  ~

 

 

1 Una metáfora conceptual engloba casi todo: La vida es un camino.

2 En nuestra mente, en efecto, al navegar abrimos surcos en el agua, que luego se vuelven estelas.

3 Por otro lado, se navega también en internet, que es la supercarretera de la información.

4 Perder los estribos es impacientarse de manera explosiva.

5 Los infantes de marina son todo menos niños en el mar.

6 Tampoco se habla, hasta ahora, de *autobuseros, *treneros, *metreros ni *metrobuseros.

7 Este último todavía se usa para no tener que acuñar un horrible neologismo *cincopesero.

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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “...y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatosAgosto tiene la culpa (Samsara, 2014).

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